Sólo una vez salí de fiesta por mi cuenta y no es del todo exacto. Hablo de salir una noche solo, no a ir a lugares comunes a ver con quién te encuentras, sino a entrar en un garito y quedarte.
Si nunca salí solo tiene mucho que ver con mi carácter. Soy más bien, de entrada, un tanto retraído y apocado. No hago mucho ruido y no llamo la atención. Y tampoco fui de los de entrarles a las chicas (sólo lo hice dos veces y con resultados que podrían servir para ejemplificar la definición de patetismo. Igual lo cuento algún día). Con tiempo algo gano y me desenvuelvo mejor, pero eso es con tiempo. Por eso, lo de salir, siempre con amigos o con compañía. También he de decir que nunca tuve necesidad de conocer gente y que nunca me he sentido solo. Realmente jamás me planteé ir por ahí a la aventura. Vamos, que era algo inconcebible.
Era sábado. Había salido con Maroto y con la que entonces era su novia (pero, cuánto daño se ha hecho este hombre a sí mismo. Cuánto daño). No era todavía la una y media cuando les entraron las urgencias y me dijeron adiós con la manita que les quedaba libre. La una y media de la noche. A mí no me apetecía irme a casa. Me había tomado dos cervezas, estaba animado, me lo estaba pasando bien y cogieron y se fueron. Pues bueno. Frecuentábamos por aquel entonces (hace de esto más de diez años) mi amigo G. y yo un local de la plaza del Cedro (que creo todavía existe) de nombre Terciopelo pero en inglés. Nos gustaba el ambiente, la música que ponían (aunque podíamos pasarnos horas sin reconocer una canción, motivo por el cual odiábamos al que pinchaba, un pelao al que, de manera harto original, llamábamos despectivamente Bombillo) y, por supuesto, estábamos enamorados de sus camareras. No estaba entonces G. en Valencia. Supongo que estaría en cualquiera de sus estancias tokiotas. Era la una y media de la noche y me fui para mi casa. Era la una y media de la noche y no me fui a mi casa.
No estaban nuestras camareras. Me dio igual. Me pedí una cerveza. Había bastante gente. No me separé demasiado de la barra. Junto a mí había un grupo de chicos y chicas que debían de tener mi edad. Uno de ellos se me quedó mirando y se dirigió a mí en valenciano. No recuerdo bien qué me dijo, algo así como tú eres de los míos, te gusta la cerveza, no como a estos. Yo le contesté en valenciano y, sorprendentemente, me entendió. Cuando estoy con un grupo de valenciano parlantes y digo algo en valenciano todos se pasan inmediatamente al castellano. Y aquel chaval me entendió. Y empezamos a hablar, el en su valenciano y yo en el mío, que no dejaba de ser un castellano traducido literalmente y apoyándome en él constantemente. Y estuvimos un buen rato hablando de todo. Y me presentó a su novia, que se unió a la conversación. Y luego al resto de sus amigos. Y decidieron irse a otro lado y me dijeron si me iba con ellos. Y rehusé. Había estado bien. Pensaba que no iba a pasar nada, que me iba a arrepentir de haber entrado solo y no había sido así. Rehusé. Me despedí de ellos y me fui para mi casa. No ha estado mal-pensé. Ha sido agradable-pensé. Quizá otro día…no, no habrá otro día-pensé.
domingo, 10 de enero de 2010
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14 comentarios:
¿Miedo escénico?
Manejar idiomas abre multitud de puertas.
Recuerdo ahora tu frase:
vivir con los pudo ser....
y porqué rehusaste, hombre? si era gente maja, no?
Yo he salido solo en contadas ocasiones, y he viajado solo únicamente una vez, pero es una aventura maravillosa, porque conoces gente y sobre todo, te conoces más a ti mismo, no? =)
Era gente maja y había estado a gusto y pensé que prolongar aquello no lo mejoraría.
Pienso que es una tontería el dejar de hacer cosas únicamente por el hecho de tener que hacerlas solo, pero salir de fiesta nunca fue una de esas cosas.
Bienvenido, Neo, por cierto.
¿Miedo escénico? O inseguridad manifiesta.
Pudo ser, Emilio. Pudo ser.
No se cuantos años tendrías entonces pero, si no lo has hecho hasta hoy, no lo hagas ya. Lo digo porque salir solo por ahí con 20 no es tan pátetico como hacerlo con más de 40... creéme, si algo recuerdo cuando salía (y de eso hace una eternidad, lo cual hace extraño que todavía lo recuerde...) es que mírabamos con una mezcolanza de asco y pena a los cuarentones solitarios apoyados en la barra.
Yo en mis tiempos de tarambana era como los paracaidistas, volaba libre pero primero tenía que estar en una nave nodriza. Vamos que para salir de entrada tenía que estar acompañado.
Ahora sólo voy por el ambiente y buen, mejor no ir muy solo por esos sitios :)
Pues para eso eres de los míos, no he salido nunca solo por ahí. Ni tampoco me lanzo con facilidad a conocer gente.
Pero yo creo que les habría dicho que sí y me habría ido con ellos. O quizá no. Quién sabe.
Pensaba que no iba a pasar nada, que me iba a arrepentir de haber entrado solo y no había sido así.
¿Qué tiene que pasar para que merezca la pena haber salido solo?
jajaja a mi tambien me pasa eso con mi valencià! que bien se nos dan los idiomas, che-.
Pues... te envidio. A mí muy poca gente me viene hablando en mi lengua 'd'orixe'.
Hay que dejarse llevar, arriesgarse hombre.
El comentario lo he suprimido yo por indicación del autor.
¿Qué tiene que pasar? No sé. ¿Mónica Bellucci? Supongo que será algo personal. Cada uno sabe lo que busca, lo que le compensa. A mí me compensó pasar un rato charlando.
"Exorna, Dilecte mi, virtutum floribus animam meam"
Adela, ni con el Google. Y mi latin no pasa del sum es est sumus estis sunt y del nihil novum sub sole.
Me adorno (que el latín no son unos pendientes bonitos), me dije, La virtud florece en mi alma
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