miércoles, 8 de julio de 2009

La llave de la vida

Cuando algo nos emociona nos esforzamos rápidamente por tratar de compartirlo. Es muy placentero coincidir en gustos y en emociones con alguien, y le damos una importancia bárbara, pero no debiera ser lo primordial, Sin embargo es complicado de evitar. Basta que escuchemos una canción que nos guste para recomendarla. Basta disfrutar con un libro para freír a todas tus amistades regalándoselo. O una película. Y suele ser algo fallido. No se debieran regalar libros. No se debiera recomendar música. Ni películas. Es algo demasiado personal. Cada uno a disfrutar de sus propias sensaciones y, cuando aparezca por casualidad alguien con quien compartirlas, pues a recrearse en ello. Y si no, pues a disfrutar igualmente.

Alguna vez escribí que soy de aquellos que no tuvo necesidad de enamorarse (aunque lo he hecho, y de manera muy vehemente aunque siempre defendí aquello de que el amor no existe, que es sólo un invento de poetastros propio de las sociedades acomodadas con las necesidades primarias cubiertas) porque siempre tuve las canciones. Éstas me han llevado por vericuetos y por lugares inconcebibles e inimaginables. En mi lista de temas pendientes tengo escrito: Back in the USSR-Dear prudence-Glass onion. Cada vez que me pongo el Álbum Blanco de los Beatles y escucho las tres primeras canciones entro en un estado de felicidad absoluta tal que siempre pienso que ese sería un buen momento para morirme. ¿Compartir esa sensación? Imposible. No se puede explicar. Quien lo sienta, lo entenderá. Quien no, sólo puede pensar –vaya cretino.

A pesar de todo este preámbulo, confieso que tengo intención de pecar, de volver a caer en el error. Recientemente he descubierto un disco que me tiene absorbido. Ese disco no es otro que el “Songs in the key of life” de Stevie Wonder. Venir ahora sacando pecho y contando las excelencias de un disco del año setenta y seis no es muy inteligente, pero es que me gusta tanto que no puedo evitarlo. Canciones estándar como “Isn`t she lovely” o “Sir Duke”. Canciones veneradas por los mitómanos (y con razón. Con muchísima razón) como “I wish” o “As”. O mis favoritas, maravillas como “Love`s in need of love today”, "Summer soft" o “Knocks me of my feet”. ¿Cuántas canciones buenas ha de tener un disco para que sea considerado fabuloso? Pues éste tiene más. En fin, que pido perdón, que esto no se debe hacer, que es un error, que ya sé que me estoy contradiciendo, pero es que no lo puedo evitar. No lo puedo evitar.

10 comentarios:

carlos esteve dijo...

Disfrutar algo solo es lo menos divertido del mundo, muchas veces no tiene sentido. Gracias por las recomendaciones!unsaludo

Juan Rodríguez Millán dijo...

Que no lo puedas evitar es la mejor forma de que se acojan las recomendaciones con cariño... aunque no funcionen.

Pero estoy de acuerdo contigo en el punto de partida: el cariño que se le coge a una película, un libro o un disco es algo extremadamente personal. Siempre que evaluo algo lo hago desde esa perspectiva, nunca para sentar cátedra o fijar dogmas de fe.

Para mí, ese es el error que se suele cometer en las recomendaciones, y no hablar de la relación que tienes con lo que recomiendas.

El Impenitente dijo...

¿Que no es divertido disfrutar de algo solo? ¿Que no tiene sentido? Tocayo, no estoy de acuerdo contigo.

Yo intento ni sentar cátedra ni crear dogmas de fe. Lo intento. Creo que lo conseguí una vez o dos.

Ra está en la aldea dijo...

Todo el mundo tiene un nombre para definir la catarsis que le provocan sus canciones favoritas. Para unos burbuja energética, para otros subidón de felicidad, para otros apapostiamiento. Aún siendo muy bonita la frase de "no necesité enamorarme porque tengo mis canciones", creo que son dos cosas que no se pueden comparar, aunque a veces el cuelgue y el trance que produce una canción sean mucho más fuertes que el del enamoramiento (argh, imposible no resultar cursi diciendo estas cosas).

El Impenitente dijo...

Nunca había leído nada tan cursi como apapostiamiento.

SisterBoy dijo...

Yo cuando tenía 17 años y pinchaba el Sargent Peppers entraba en un trance que ni el acido lisergico. La única que rompía la magia era "A day in a life" pero menos mal que estaba al final del disco.

El Impenitente dijo...

¿Y también entrabas en trance con "Within you without you"?

Yo el Sgt. Peppers lo veo un tanto irregular. Para mí hubiesen encajado mejor en otro disco "She`s leaving home", "Lovely Rita Barberá", "When I`m sixty-four (¿por qué McCartney se empeñaba siempre en encajar sus canciones de época o pastiches como "Ob-la-di, ob-la-da o "Honey pie"?) y "A day in the life", canción esta última que a mí me gusta, aunque bien es cierto que es un tanto pretenciosa y sólo debiera haber salido como single. En mi opinión, claro.

Mira que me gusta hablar de los Beatles.

Anónimo dijo...

Hola que tal mi nombres es Steffy, y veo que su blog
es original con mucho contenido realmente interesante.

Por otro lado cuento con un directorio llamado "Mundo Inicio" me gustaría saber si usted
está interesado en formar parte de el, a cambio le pediría de favor si podría enlazar uno
de mis 2 blogs que tengo, una es de "apuestas deportivas" y la otra habla sobre la
"ruleta y casinos en general". Porfa si estas interesado o quieres saber más al respecto no
dudes en contactarme: sist.deruelta@hotmail.com
Un fuerte abrazo. Saludos
Atte: Steffy

Anónimo dijo...

Yo tengo esa misma necesidad,pero sentando cátedra todo lo que puedo y más.Y luego si a la gente (asín en general) no le gusta lo que tanto me ha gustado a mí,me lo tomo como una ofensa personal y como una demostración de alguna carencia (casi siempre neuronal).Por supuesto no lo exteriorizo...y me mata la doble vida.
Ángela

El Impenitente dijo...

Ángela, creo que entiendo perfectamente lo que quieres decir. Es lo malo de tener un gusto excepcional y exquisito.

Steffy, gracias por tratarme con tanta corrección. Probablemente enlace la página "tus muelas". No lo descarto.