jueves, 16 de julio de 2009

El yerno de Dios

Si los corredores constituimos una secta, los climaterios somos otra secta dentro de la gran secta. Bien agradecido le estoy al Pibe pues fue él quien me captó. Corredor tardío él, con toda la pasión de los advenedizos, disfruta no sólo corriendo sino haciendo grupo, haciendo piña, haciendo clan. Un personaje singular el Pibe. En todas partes está, a todo el mundo conoce, a todo el mundo enreda. A él se le podría aplicar aquel viejo chiste en el cual se le vería junto a Benedicto Ratzinger mientras la gente pregunta -¿quién ese señor de blanco que está con el Pibe? Un personaje muy especial. Y es mi amigo.

Anda fastidiado ahora el Pibe. Le han detectado un tumor y está con las pruebas, con las quimioterapias y pendiente de un transplante de médula. Hablo bastante con él. Cuando te enfrentas a un enfermo uno siempre está dubitativo, esperando a ver cómo está el otro para reaccionar. No sé cuando se encuentre a solas cómo andará, pero aparentemente está muy entero. Habla con mucha naturalidad de su enfermedad y te cuenta todo el proceso sin pena, sin congoja, con fastidio pero sin quejarse. Vive día a día y no se plantea más. No ha dejado de trabajar ni tampoco de correr. Esta mañana hemos estado tomando un café y me contaba lo bien que le viene. No busca ahora competir ni hacer marcas. Simplemente se encuentra mejor corriendo. Quema toxinas, que le rezuman, duerme mejor, siente que le echa un pulso a su enfermedad y le eleva la autoestima. No es un enfermo. Está enfermo. No es lo mismo.

Tenemos el resto de la secta unas ganas enormes de que supere ya todo esto por dos motivos. El primero es obvio. El segundo no es otro que nos ha hecho prometer que celebraremos su curación el primer domingo de noviembre en Nueva York dándonos una vuelta de cuarenta y dos kilómetros y pico. Y, bueno, el Pibe es el Pibe, pero Nueva York también es Nueva York. Y ese abrazo en Central Park al final de la carrera haría sollozar hasta a la madrastra de Blancanieves.

Como contaba, esta mañana hemos estado tomando un café juntos. Hemos charlado de fútbol y de la quimioterapia, de la morosidad en las constructoras valencianas y del transplante de médula, de los amigos comunes y de los enemigos comunes. Ya estábamos a punto de irnos cuando ha sacado una bolsa y me ha dicho –toma, esto es para ti.







Todavía estoy llorando. Pibe, ¿cómo no te voy a querer?

9 comentarios:

Slim dijo...

como lea este blog algun ejecutivo de la disney te contrata de inmediato, que arte tienes para provocar la lágrima.

yo tambien quiero un amigo asi. que pasada.

Arual dijo...

Sólo me queda añadir una cosa.... buffffffffff!!!

El Impenitente dijo...

Me alegra verte por aquí, Slim. Buena señal es.

No me importaría que me pagasen por escribir, la verdad.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Distintos pero iguales, hay dos detallazos en este post que me entusiasman. El primero, que, como dices, el Pibe esté enfermo y no sea un enfermo. Eso lo dice todo. El segundo, ese regalo sin darse importancia.

Sin conocerle, yo ya estoy deseando que tengáis esa llegada en Central Park. ¿Cómo demonios lo haréis algunas personas que me creáis una empatía inmensa con gente de la que apenas sé nada...?

El Impenitente dijo...

El Pibe es muy buena gente. Debe ser por eso.

SisterBoy dijo...

Yo ya estoy escribiendo el guión

3'14 dijo...

Y a mí que me sale la vena catalana, lo siento, pero, ¿Lo de Nueva York entonces, quien lo paga?
Y a parte de eso, espero poder leer esa entrada.
Lo de la camiseta es un detallazo, lo único que se me ocurre para superar eso es llevarte las bragas de la Belluci. (Mira que puedo llegar a ser soez, pero que quieres, pensaba y pensaba y sólo se me ocurría esto...) :)

El Impenitente dijo...

Lo de Nueva York irá a escote, pero si nos quieres financiar, sense pegues.

Te hubiese quedado más fino una cinta del pelo de Bellucci. Y más bonito.

Altosybajos dijo...

Es de bien nacido ser agradecido.
Bonito homenaje.