Este fin de semana pasado celebramos la octava concentración familiar. Tenemos la, en teoría, sana costumbre de juntarnos una vez al año en algún lugar medianamente equidistante mis padres, sus hijos, hijos políticos y nietos y pasar un fin de semana juntos. Empezamos en Javier (Navarra), dos años en Navarrete (La Rioja), dos años en Herreros (Soria), Sigüenza (Guadalajara), Torrecaballeros (Segovia) y este año acampamos en Gea de Albarracín teniendo tanto Albarracín como Teruel a un tiro de piedra. Diecinueve somos, con nueve críos entre nueve años y cuatro meses. No pasamos desapercibidos.
Podría hablar de la belleza de Albarracín, del calor que pasamos en Teruel, del mausoleo de los Amantes, del mudéjar, del Torico, del hermosísimo verde de las choperas de Gea, de mis correrías madrugadoras por la sierra de Albarracín, subiendo y bajando como si no costase, del tormentón que nos cayó el viernes. Podría hablar, pero no, pues creo que si algo resume este viaje es que he llegado a la conclusión de que es muy duro sobrevivir a tu propia familia.
Yo quiero mucho a todo el mundo, pero la clave de querer a los tuyos es que estén lejos. La distancia hace el cariño, no el roce. Es desesperante. O es que tengo poca paciencia. Siempre voy concentrado a estos viajes. Pero acabo condenado. Quedamos a desayunar a las nueve, que tampoco hay que madrugar mucho, para que nos cunda la mañana. Me pego el madrugón para correr temprano y a las nueve desayunar. Aparecen a las diez la mayoría. Después de comer, siesta y nos vamos a Albarracín. Vámonos. Estamos viendo una película. ¿Hemos hecho no sé cuántos kilómetros de coche para ver la televisión? Joder, Car, siempre estás amargado. Sí, lo estoy. Yo me voy. Allí nos vemos. Y así una y otra y otra. Soy cuadriculado. Me gusta aprovechar el tiempo. Me pone malo la dejadez, la desgana, la desidia. Yo ya he dicho que sólo vuelvo si nos reunimos en un balneario que tenga animador infantil. Los críos a hacer puñetas y nosotros con los chorritos y las burbujitas. Si no, acabaremos en “El caso” (si es que existe todavía). O a un campamento militar y todo el puto día haciendo instrucción. No hay nada más lindo que la familia unida, unida por unos lazos kilométricos.
martes, 23 de junio de 2009
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9 comentarios:
jajajaja!muy bueno!!
Yo tampoco me pegaría una paliza de viaje, de ningún tipo, para sentarme a ver la televisión.
Como suele decir un amigo mío ante situaciones así, "señor, dame paciencia, porque como me des fuerzas le voy a soltar una...". Ánimo y suerte.
Menos mal que es tu familia, si fuera la política qué harías, ¿te llevarías un subfusil?
Por cierto yo secundo lo de las burbujas, chorrejos y añado una caja de valium para nosotros(tu familia y yo)
Yo es que pienso que ni los matrimonios deberían vivir juntos
Yo es que pienso que ni los matrimonios deberían vivir juntos
Yo pensaba que mi familia era la más normal del mundo hasta que dejé de vivir con ellos. Con el tiempo, costumbres que antes me parecían inocuas ahora me sacan de quicio.
Discuto más con mi madre ahora que cuando viviamos juntos.
Me alegro que te haga gracia, Carlos. Y bienvenido.
De la familia política no hablo.
El año que viene me iré un mes a un templo budista antes de reunirme con mi familia.
Por dejadez, desgana y desidia, hace tiempo que dejé de pretender quedar toda mi familia juntos. Y eso que somos más bien pocos, pero sí, la familia bien, lejos, gracias.
Y créeme, ante ciertas familias, lo mejor que se puede hacer cuando se reunen es ver la TV :(
Mira que yo era familiar hasta morir, una cosa excesiva y todo, pero cada año que pasa pienso que es mejor conservarlos a todos a distancia prudencial. Con el tiempo los roces se convierten en fricciones y la verdad ya empiezo a estar bastante hartita de todo esto. Es un poco cruel pero es lo que siento. No sabes quan identificada me he sentido leyendo tu post.
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