domingo, 5 de abril de 2009

Ivan Fiodorovitch

No sé si la distinción entre la gente de ciencias y de letras es muy exacta aunque tal vez sí que lo sea. Yo estudié ciencias y me he movido casi siempre con gente de ciencias y, la verdad, es que todos parecemos cortados por el mismo patrón. Aparte de las camisas de rayas y las gafas, pocos compañeros he tenido que no sean racionales y pragmáticos, con un sentido del humor pedantón para iniciados y que dejan su visceralidad para el fútbol y poco más. Saben calcular un edificio con todas sus instalaciones pero pocos saben quién es Madame Bovary y aún estos dudan si fue Flaubert o Balzac su autor.

En mi casa siempre hubo libros. Mi madre es una impenitente lectora y, aunque no comparto sus gustos, seguí su ejemplo y nunca dejé que en mi mesita faltase un libro. Durante todos mis años de estudiante, que fueron muchísimos, fui lector pero sin obsesionarme. No era prioritaria la lectura. Tenía que estudiar. Y mucho deporte, claro. Entonces leía siempre de prestado. No tenía un criterio muy definido y me leía lo que me recomendaban. Tengo en un altar a unos cuantos amigos que me llevaron a autores como Cortázar, Mendoza y Vargas Llosa así como tengo en mi lista negra a otras personas que me recomendaron encarecidamente “Como agua para el chocolate”, “La casa de los espíritus” y uno de Martín Vigil que creo se llamaba “Primer amor, primer dolor” y cuyo contenido hacía justicia a un título tan infame.

Terminó mi época de estudiante, pasó la mili y, tras una serie de avatares, acabé dentro del mundo de la construcción. En este mundillo el apocalipsis llega dos veces al año (bueno, llegaba. Ahora vivimos con la soga al cuello, al día, pero esa es otra historia): poco antes de las vacaciones de verano y a final de año. Es entonces cuando a la gente le entra la histeria, bien para poder irse de vacaciones tranquilo, bien por temas fiscales o de facturación. Hace ya unos cuantos años, a principios de julio, me llamó un constructor con quien trabajamos bastante para decirme que tenía contratada una faena pero la fase de estructura debía dejarla terminada en ese mes. Nosotros estábamos saturados. No podíamos hacerle el trabajo. Por no dejarlo en la estacada me comprometí con él a suministrarle el material y en ayudarle a buscar quien lo montase.

El caso fue que una obra que teníamos que comenzar se paralizó por tema de licencias y permisos. Le llamé –tranquilo, Jesús que te vamos a hacer la obra. Se puso tan contento que me dijo -¿qué quieres que te regale? Yo me reí –nada, hombre, con que nos pagues es suficiente. –Te voy a regalar un libro. Uno que me gustó mucho cuando lo leí. –Que no hace falta. –Que sí.

Al día siguiente nos vimos en la obra y se presentó con “Los hermanos Karamazov”. –Hombre, muchas gracias. -¿Has leído algo de Dostoievski? –No. –Ójala te guste tanto como a mí me gustó.

Los clásicos rusos son una cosa que está ahí. Ves esos tochos tan enormes y nunca te acercas a ellos. Dan mucha pereza. Y crees que vas a pasar mucho frío leyéndolos. Yo miraba a Karamazov y sus ochocientas páginas y pensaba, -bueno, habrá que hacerse el ánimo.

Y me hice el ánimo.

Hay libros que se leen. Hay libros que se viven. Hay libros que te entretienen. Hay libros que te arrasan. Karamazov no es lo que me gustó, lo que disfruté, lo que sufrí, lo que viví, lo que sentí leyéndolo. Fue un punto de inflexión. Fue replantearme mi vida lectora. Fue el pensar que tengo infinitos libros por leer, no el enorgullecerme por los que he leído. Y me salió la vena de ciencias y vi que leer es cuestión de disciplina, cuestión de ritmo. Y leer se convirtió en algo prioritario y el encontrar tiempo para leer una necesidad. Lo que se puede sentir leyendo no quería perdérmelo. Y como el tiempo siempre es limitado decidí centrarme en los clásicos, en los de toda la vida. Me leí casi todo Dostoievski y ya, de paso, todo lo que olía a ruso (aquí siempre me acuerdo de una cita de Borges, quien afirmaba que los rusos demostraron que no hay nadie imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre, delatores por fervor o por humildad...). Cada libro que lees te das cuenta de lo que te falta. Seguí con el XIX, francés y británico, me metí con los norteamericanos de principio del XX, retorné a los sudamericanos de la segunda mitad del XX y luego, claro, los españoles del XIX. Y Cervantes, por supuesto. Y aquí sigo, leyendo mucho menos de lo que quisiera, viendo con pesar como muchos libros pasan por mí sin dejarme demasiado poso, pero siempre disfrutando y siempre con ganas de leer más.

Desde entonces cogí la costumbre de regalar libros. Sé que es algo que no se debe hacer pues es un regalo que uno hace pensando en sí mismo, no en el otro. Uno regala los libros que le gustan. Suelen ser regalos fallidos pero es que, y aunque sea un acto de egoísmo o de vanidad, me gustaría ser alguna vez para alguien lo que Jesús supuso y supone para mí por haberme regalado Karamazov.

13 comentarios:

SisterBoy dijo...

Los españoles sí que demuestran que no hay nadie imposible, como el hecho de que haya un constructor que sepa que Dostoievski no es una maquina rusa de hacer revuelto.

No he leído Los hermanos Karamazov, yo de Dostoieveski sólo conozco El jugador que me causó una gran impresión y Crimen y Castigo por la que tengo mucho menos aprecio debido sin duda a la gran animadversión que siento por Raskolnikov.

De todos modos estoy en una fase de lectura cero, ni siquiera he terminado el libro que me mandaste :(

Deckard dijo...

Yo también vengo de las ciencias, me compré hace unos meses El corazón de las tinieblas y Crimen y castigo. Primero me fui con Conrad por pragmáticas razones de número de páginas.

Así que en la estantería sigo viendo a Dostoieveski y temiendo leerlo por lo que pueda pasar. Y ya no digo nada de El Quijote que es una asignatura pendiente que no se si podré aprobar. ¿Por qué destrozan libros haciendo obligatoria su lectura?

Anónimo dijo...

Los escritores rusos son la demostración de que el coeficiente intelectual de ese país es infinitamente superior al resto del mundo.
Pues si no los has leído te aconsejo fervientemente a Turgueniev y Goncharov (de éste sobre todo "Una historia corriente",del otro todo).
Y aunque más moderno(sí,es una desventaja),"Vida y destino" de Grossman es también una maravilla increíble.

El Impenitente dijo...

Gracias a la lectura obligatoria me leí, entre otros muchos, "La verdad sobre el caso Savolta". Estoy a favor de la lectura obligatoria en los colegios. La mayoría tal vez lo aborrezca y le cree un trauma pero siempre habrá un justo en Sodoma.

A mí me gustó mucho "Crimen y castigo", junto a "Demonios" y Karamazov mis favoritas de Dostoievski. Muchísimo, especialmente por los personajes que se mueven alrededor de Raskolnikov.

También siento especial debilidad por Conrad, de quien también he leído bastante. Y ya tardas en leerte el Quijote. La primera parte tiene tramos demasiado áridos, pero la segunda parte es una fiesta permanente de principio a fin.

En realidad, lo que a ti te pasa con el Quijote me pasa a mí con "La Regenta". Nos miramos, pero yo siempre me voy con otra.

Durante el diecinueve desde luego que el coeficiente intelectual de los rusos fue elevado. Luego, pues ya no sé que decirte. Pero no vamos a discutir por eso.

Tomo nota de tus recomendaciones. Me habían hablado ya muy bien de "Vida y destino". De Turgueniev no leí nada (aunque tengo en casa "Relatos de un cazador", "Padres e hijos" y "Nido de nobles") por una tontería. Turgueniev y Dostoievski no se llevaban bien y soy dostoievskiano. Pediré la venia a Fiodor. De Goncharov tampoco. Tengo "Oblomov" pero empezaré por tu sugerencia.

Agradecido.

Deckard dijo...

Yo creo que en cuanto te obligan lo vas a rechazar. A mí me obligaron con "Relato de un naúfrago" y le cogí una manía a García Márquez tremenda. Luego le redimí cuando leí Cien años de soledad, pero pasaron como quince años.

Me imagino que la mayoría de españoles no leemos el Quijote por estar todo el rato leyendo trozos en mil y una asignaturas.

El Impenitente dijo...

La mayoría de los españoles no lee el Quijote porque la mayoría de los españoles no lee nada. Por lo menos alguno leyó los libros que le obligaron en el colegio.

Depende a lo que te obliguen. Cuando el profesor de gimnasia me obligaba a subir la cuerda de nudos odiaba la obligatoriedad. Cuando nos obligaba a hacer el test de Cooper (quince minutos corriendo a tope) adoraba la obligatoriedad.

Vamos, que te leas el Quijote. No tienes excusa.

3'14 dijo...

Jodeeeeeeeeeeeer! había escrito mi comentario (y sabes que se caracterizan no precisamente por su brevedad) y se me ha ido firefox a la mierdaaaaaaa.

-Respiro- Pasado el mosqueo repito:

Decía que yo soy de letras, bueno, concretamente de mixtas, o sea, represento a ese colectivo que ni sabía bien lo que quería ni para lo que servía... Y pese a disfrutar cuando leo reconozco que puedo pasarme temporadas sin abrir un libro, para qué voy a alardear de lo que no soy, por lo tanto admito ser caótica, desordenada y sobretodo incostante. Pero si te sirve de algo, gracias a ti leí a Sábato, quien sabe si sin haberte conocido jamás lo hubiera descubierto, y que sepas que tengo en mi mesita pendiente la segunda recomendación del escritor argentino. Ya te dije que en cuanto lo leyese te comentaría.

A mí, todo lo que representa una obligación me resulta un coñazo, por eso las lecturas obligatorias del colegio o el instituto las leía pasado el curso. También digo con esto que, hay actos de rebeldía que en realidad lo que suponen son actos de estupidez.

GARRATY dijo...

El problema no es la obligatoriedad sino el objeto de dicha obligatoriedad.
Me explico. Que te obliguen a leer a Cervantes, Neruda, Lorca... etc está bien. Lo malo es cuando te obligan a leer la novelucha de algún paniaguado de la consellería de turno. Así si que consiguen que aborrezcas la lectura.
Además de esto, pienso que cada edad tiene su lectura y meterle el quijote a un crío de 12 años, por ejemplo, a lo mejor es demasiado.
Por cierto yo lo he intentado dos veces con Vida y Destino y no me he hecho con él. Prometo darle otra oportunidad cuando termine lo que tengo entre manos (la novela que inspiro "Slumdog Millionaire")

Álex dijo...

Las lecturas obligatorias son necesarias, pero también debería ser obligatorio que el que las elige sea capaz de caminar y mascar chicle al mismo tiempo.

Si obligas a un chaval de 14 años a leerse La Celestina en castellano antiguo, es fácil que odie la lectura durante el resto de sus días.

Sobre lo que cuentas, hay veces que me paro a pensar en cuántos libros no podré leer nunca, aunque dedicara todas las horas que me quedan a leer, y da hasta vértigo.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Pues yo soy de letras, pero asumo con pesar mis carencias literarias... Hay tanto libro que leer (y tantas otras muchas cosas por hacer) y tan poco tiempo... Pero ante semejante entusiasmo y tan entregado post, me apunto a los Karamazov sin dudarlo para leerlo en cuanto tenga ocasión...

No sé qué decirte con lo de obligar a la lectura... Yo apostaría por métodos menos agresivos. La obligatoriedad hizo que en su día aborreciera libros como El señor de las moscas o A sangre fría. ¿Un camino intermedio entre el ordeno y mando y el libre albedrío juvenil...?

El Impenitente dijo...

Qué grande es Sábato.

Yo debí tener suerte pues guardo muy buen recuerdo de los libros que me obligaron a leer.

¿Aborreciste "A sangre fría"? Juan, releetelo.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Si hubieras conocido al profesor que me obligó a leerlo y hubiera visto el examen que nos hizo de él, tú también lo habrías aborrecido. Sé que tengo que darle otra oportunidad, espero hacerlo en breve.

SisterBoy dijo...

Tienes que recuperar A sangre fría al precio que sea