lunes, 2 de marzo de 2009

Cornut Gentille

Intenté reflejar recientemente el miedo que se siente antes de correr un maratón, y ello me hizo recordar una vez que sentí más miedo. Pero mucho más. Pero muchísimo más. Trataré de contarlo.

La primera vez que fui a Libreville fue en noviembre del año dos mil. Se trataba de levantar una fábrica para tratamiento de pescado y me fui hacia allá (Valencia-Barcelona-París-Libreville) junto al director de obra, un cincuentón de Barcelona escéptico y resabiado de nombre Joan y al responsable de las cubiertas y cerramientos de cámaras, un treintañero catalán de Vic de nombre Ramón. Estuvimos una semana. Mi trabajo allí consistió en replantear la obra y preparar la estancia para cuando los montadores fuesen a levantar la estructura, algo que en un par de días podía haber hecho, así que, con tranquilidad, por la mañana trabajábamos y por la tarde zanganeábamos.

Joan se alojó en un hotel mientras que Ramón y yo nos instalamos en un apartamento que se había alquilado para alojamiento de todos los que fuesen a trabajar en la obra. Ramón y yo nos pasábamos el día juntos. Apenas hablaba castellano, así que le obligué a una política de inmersión que le hizo refrescarlo pues, según su propia confesión, llevaba años sin practicarlo. Además, mientras que yo inconscientemente, como me pasa cada vez que salgo al extranjero, españoleaba mucho, él no, por lo que lo tenía bajo sospecha hasta que me confesó que a él la bandera de España no le decía nada. A partir de aquel momento me convertí en una mezcla entre Torrente, Camacho y Manolo Escobar que decía España y español en cada una de sus frases. Ramón no sólo no me mató sino que hicimos muy buenas migas. De hecho no hemos perdido el contacto y todos los años nos llamamos un par de veces y nos ponemos al día.

El apartamento estaba en un bloque muy cercano al palacio presidencial. Aquel palacio ocupaba una superficie que debía ser más grande que Soria. No voy a hacer una crónica política sobre la realidad gabonesa pues sería meterme en un lío, pero si el hombre es un lobo para el hombre, y el blanco es diez lobos para el negro, el negro poderoso es un millón de lobos para el negro. Hay países con una revolución pendiente que no sería de extrañar que fuese sanguinaria. Lo malo sería que el que subiese al poder sería peor y más déspota que el derrocado. Es su cultura.

Bueno, pues el palacio presidencial lo teníamos cerca y se encontraba situado en la avenida Cornut Gentille, del cornudo gentil. Me hizo gracia y le dije a Ramón –hazme una foto en la que salga el cartel de la calle y se vea el palacio al fondo.

Mobutu, antes de la africanización del Zaire, o después, sofocó el malestar del ejército con un discurso en el cual les recomendaba robar más. En Gabón, implícitamente, tienen la misma consigna. Allí no hay policía y los soldados están por todas partes extorsionando, especialmente a los taxistas y transportistas. Tal y como Ramón me hizo la foto surgió de la nada un soldado gesticulando como un poseso y recriminándonos en francés supongo que nuestros actos. Con su pistola en el bolsillo nos conminó a que le acompañásemos

Cien metros más abajo estaba el cuartel general y allí nos llevó. Y entramos. Y la puerta se cerró a nuestras espaldas. La sensación que se siente cuando uno entra retenido dentro de un cuartel de un país en el centro de África y escucha detrás de él cerrarse la puerta no es de miedo. Eso es terror. O pánico. O yo qué sé.

El soldadito de marras iba explicándole a todos nuestro delito y nadie quería saber nada. Al fin y al cabo éramos dos extranjeros blancos y aquello podía tener consecuencias graves. Pero el soldado no cejaba e iba de despacho en despacho, alejándonos cada vez más de la puerta. Llegamos ya al último despacho donde se supone estaba el mandamás y allí nos encontramos con un negrazo descomunal, con bigote, chándal rosa y zapatos. Escuchó al soldado con gravedad y nos miró con profundísima gravedad. Por señas y con las tres palabras que sé de francés (sortie, vichisoisse y Honore de Balzac) le expliqué que si el problema era la foto, que la cámara era de las de carrete, que se quedase con él y asunto concluido. Con profunda gravedad, tras eternos segundos de profunda reflexión, asintió profundamente, cogió con gravedad el carrete y lo veló con gravedad. Después, con gravedad, ordenó gravemente que tomasen nota de nuestro número de pasaporte. Le obedecieron y apenas se digno a decirnos adiós.

Caminamos hacia la salida. La puerta estaba al fondo. Cada vez estaba más cerca. Yo esperaba que en cualquier momento sonase una voz que nos retuviese, algo que nos hiciese volver a alejarnos de la salida. Pero no. Llegamos, nos abrieron la puerta y salimos.

Cincuenta metros después miré a Ramón. Estaba blanco.
-Perdona, Ramón.
-No puedo ni hablar.
-Perdona, tío. Perdóname.

En aquel momento nos dimos cuenta que tras nosotros venía el soldado que nos había metido en el cuartel. Venía riéndose y señalándose el pecho como diciendo –he sido yo. He sido yo.

-Me cago en tu putísima madre, grandísimo hijo de puta. ¿Qué cojones quieres, a ver? ¿Qué cojones quieres?

Y él cabrón sólo se reía y se señalaba el pecho. Al final tuve que sacar dos mil francos CFA, (quinientas pesetas) y dárselos para que nos dejase en paz. Si hubiésemos empezado por ahí nos habríamos ahorrado la visita al cuartel.

Dos veces hube de volver a Libreville. Me presentaron en esos dos viajes a bastante gente. Siempre que les decía mi nombre se me quedaban mirando y me decían –tú eres el de la foto, ¿verdad?

Soy una leyenda en Libreville.

11 comentarios:

Arual dijo...

Ya sabes que eres famoso al menos en un país, jeje!!

Arual dijo...

Ya sabes que eres famoso al menos en un país, jeje!!

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

Si perdemos contra el Madrid me voy allí. Un abrazo.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Los pelos de punta me has dejado. Ya sé por qué me da pánico visitar ciertos lugares por muy maravillosos que puedan ser.

SisterBoy dijo...

Hay paises que sólo el nombre ya te da canguelo como el propio Gabón o Alto Volta ¿No da un miedo horrible eso de Alto Volta?

El Impenitente dijo...

Tal y como llegas al aeroperto tienes sensación de indefensión y de que cualquier cosa te puede pasar. Y en Alto Volta de todas las cosas que te puedan pasar ninguna será buena.

Anónimo dijo...

Supongo que cobraras un buen plus por peligrosidad laboral ¿En negro?

cucumber dijo...

muy buena la historia, le faltaba la musica de fondo.
lo mejor el negrazo de rosa con bigote. ya se que es un topico! ¿ pero os seguir escribiendo?

Anónimo dijo...

También tienes buenos recuerdos,como aquellas muchachillas que bailaban delante de los espejos.

El Impenitente dijo...

El negrazo del chándal rosa nunca olvida felicitarme por Navidad.

Tengo muy buenos recuerdos de Libreville. Y el de aquellas chiquillas que bailaban delante de los espejos es de los mejores. Qué témporas. Qué témporas.

Altosybajos dijo...

Conforme se cerraba la puerta a tus espaldas empecé a acojonarme. No te envidio el trago y a pesar de eso seguiría viajando.