Durante buena parte del noventa y cuatro y principios del noventa y cinco estuve viviendo en Madrid. Si alguien escribe alguna vez mi biografía, en el apartado laboral aquel año apenas ocupará una sílaba, pero en lo personal fue bastante entretenido. (Sí, toca batallita). Recuerdo un fin de semana que me había venido a Valencia. Mi hermana se iba de viaje de fin de carrera y su promoción viajaba en autobús hasta Barajas y allí cogían un vuelo para hacer las américas. Le pregunté si tenían un hueco en el autobús. Me dijo que sí y con ellos me fui.
Al llegar a Barajas los despedí a todos con la manita y me fui a coger un autocar que llevaba hasta la plaza de Colón. Tras más de media hora de cola empecé a pensar que allí no había autobús. La gente se removía y nadie daba explicaciones. Estaba yo junto a tres jovencitas cargadas de bultos que tendrían veintipocos años y que resultaron ser brasileñas. Me preguntaron que si me importaba coger un taxi con ellas y acompañarlas pues no conocían Madrid y no tenían alojamiento y querían que las ayudase a buscar alguna pensión que estuviese bien. Les respondí que encantado y nos metimos en un taxi dirección glorieta de Atocha. A mí me pillaba cerca de casa y sabía que por la calle Atocha había unas cuantas pensiones que, al menos desde fuera, parecían presentables.
En el trayecto me comentaron que se habían venido a España un tanto a la aventura. Se las veía pudientes y querían pasar unos días en Madrid para luego seguir su periplo no sabían por donde. Una de ellas, de nombre Cibeles, dijo que tenía verdadera ilusión por ver la fuente homónima. Recuerdo que le comenté que seguro que le gustaría pues la fuente es muy bonita y está ubicada en una plaza bastante imponente. El único problema de Cibeles era que de vez en cuando una chusma de indeseables tiene la costumbre de ir allí a hacer el mono. No dejé pasar la ocasión de aconsejarle la visita a la fuente de Neptuno, muy cercana y también muy bien emplazada, donde de manera muy esporádica se concentraban verdaderos gentleman a celebrar con elegancia y sobriedad ciertos triunfos futboleros.
Llegamos a Atocha y, tras descartar un par de pensiones, las dejé instaladas en otra bastante apañada. Las muchachas se mostraron muy agradecidas y me pidieron el teléfono. -¿Te importa si te llamamos un día para dar una vuelta? –Estaré encantado. Las chicas, todo hay que decirlo, no estaban nada mal.
No puedo olvidar la cara con la que el encargado de la pensión me miró tal como me iba. No dijo nada pero pude leer en sus ojos -no me jodas que has venido aquí con estas tres tías, les has conseguido la habitación y ahora te vas y ellas se quedan. Tú eres muy tonto chaval. Pero muy tonto. Yo le miré también y en mis ojos se podía leer: el quijotismo, capítulo uno. Cuando bajé a la calle, me crucé con Ramoncín. No me dijo nada. Yo a él tampoco.
Pasaron tres días y me llamaron. Se habían cansado ya de Madrid y tenían previsto partir esa noche para San Sebastián y, antes de marcharse, querían quedar conmigo para tomarnos algo y despedirse. Me citaron en la estación de Atocha. Me extrañó, pues los trenes para el norte salen de Chamartín. En Atocha, a la hora convenida, me presenté. Ellas también se presentaron pero quince minutos más tarde. Nos saludamos, me contaron un poco por encima lo que habían hecho y nos fuimos a la cafetería. Antes de sentarnos me dijeron que tenían tiempo pues su tren salía en tres cuartos de hora. -¿Y de dónde salís? –Pues de aquí. -¿A San Sebastián? ¿Seguro? Dejadme ver los billetes.
Efectivamente, Chamartín. Corriendo a la consigna para recoger sus equipajes. Corriendo a coger un taxi donde me subí con ellas. Recuerdo que el taxista iba escuchando la semifinal del Mundial entre Italia y Bulgaria y allí íbamos los dos, lamentándonos, pensando que aquel era el partido que tendría que haber estado jugando España. Llegamos a la estación por los pelos. Las acompañé corriendo hasta el tren. Me despedí de ellas y, aplicando textualmente el capítulo dos del quijotismo, las vi marcharse en un suspiro no sabiendo si habían sido un sueño o realidad.
Saliendo del andén me di cuenta que, en un descuido, me habían metido dinero en el bolsillo. No era mucho. Ni de lejos daba para pagar un taxi. Tampoco sé por qué lo hicieron. No querrían ser un gasto para mí. El caso es que me empecé a reír pensando –a cualquiera que le cuente que he estado con tres brasileñas y que me han pagado por mis servicios no se lo va a creer. Por eso nunca hasta hoy lo había contado. Era el capítulo tercero del quijotismo.
domingo, 8 de marzo de 2009
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11 comentarios:
Mira que me suena la batallita ésta...
Creo recordar que no me contaste que te metieron dinero en los bolsillos.
Esto lo coge Wong Kar Wai y hace babear al mundo.
Estaba pensando lo mismo que SisterBoy... Qué gran película independiente sale de esta historia... Escribe un guión y regístralo antes de que algún listo te lo quite...
No te lo conté. Lo recordé después.
No domino el lenguaje cinematográfico. Si alguien se anima, le echo una mano.
La batallita es genial, estoy aún pensando en la cara del encargado de la pensión... no puedo evitarlo!
"Esto lo coge Wong Kar Wai y hace babear al mundo." ...o lo deja comatoso con ritmo cansino y escenas interminables.
Supongo que le gustaría más que lo coja Danny Boyle y acaben todos bailando una samba en Neptuno celebrando la Champions.
Cuando he leído samba Neptuno Champions sí que he empezado a babear.
Para que veas que también puedo ser bueno.
Me encanta la idea de trasladar tu batallita al mundo cinematográfico.
Yo propongo, que lo pille un director cercado, Si lo pilla León de Aranoa te lo convierte en un film de denuncia social y nos las pone todas a putas. Con Almodóvar está claro que una de ellas tendría que ser transexual, mucha pasión y deseo con tintes de depravación(supongo que de ahí el cameo de ramoncín saliendo de la pensión :S), sin olvidar que la portera de la pensión fuera un personaje especialmente creado para chus Lampreave. O bien se me ocurre también que podría dirigirla Médem, en lo que parte de lo sucedido fuera onírico, con saltos en el tiempo, una fotográfia quemada y sobretodo que no se entendiera nada, ni de lo narrado ni vocalizado (las chicas deberían hablar como Silke o Naswa Nimri, por ejemplo...). Con Bigas Lunas, la historia debería incidir en los tres días previos a que te llamasen y de las farras por la noche madrileña, enseñando las tres mucha carne, sobretodo tetas. Con Vicente Aranda se podría desarrollar la historia con que una de ellas descubre que algún pariente suyo de origen español había participado durante la guerra civil (aunque este guión también podría firmarlo David Trueba). Para Garci no se me ocurre nada, a no ser que por aquel entonces tuvieras algún tipo de ataque de caspa, y entonces así tener algo de sentido que estuviera él por en medio.
Deckard, tú eres muy malo, pero caes bien.
Garci haría un melodrama de época.
Yo prefiero a Sáenz de Heredia, haciendo José Luis Ozores mi papel, Tony Leblanc de taxista y las tres protagonistas de "Hoy es el día de los enamorados" en el papel de turistas que vienen a Madrid.
Despues de arduas negociaciones di con una editorial interesada en publicar tu biografia. Si estás interesado solo tienes que enviarme tus datos junto con una foto disfrazado de gentleman.
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