Pues lo dicho. Estuvimos pasando unos días en Ginebra. Si hubiese estado allí cuatro años pues no tendría mucho que contar. Pero como sólo hemos pasado cuatro días pues son infinidad las cosas que me apetecen relatar.
Como viajo tan poco, en cuanto me sacan de casa soy el hombre más feliz del mundo. Tal y como me veo en un sitio desconocido, con gente diferente y que, además, se expresan en un idioma del cual no pillo nada, con un paisaje de fondo completamente distinto ya estoy dando palmas. Nada más pisar el aeropuerto se me pone una sonrisilla en la boca que ya no se me va hasta que deshago las maletas al volver a casa.
Pero, mientras iba dándole vueltas a cómo contar este viaje, sobre todo tras la matraca segoviana, me vino a la mente la imagen del que vuelve de vacaciones y reúne a todas sus amistades y les proyecta con gran entusiasmo películas y diapositivas mientras los demás no ven la hora de que aquello se acabe; crimen, sin duda, de lesa humanidad y que debiera ser juzgado directamente por el Tribunal de La Haya.
Así que, y con harto dolor de mi corazón, y por respeto a los demás, me quedaré sin hablar del lago Leman, de la primera ciudad del mundo, junto a Zurich, en calidad de vida, de la parte vieja de Ginebra, de la cara de mi crío cuando el avión despegó, de los paseos de mi cría por el avión, verdadera reina del pasillo central, del lago Leman, de Calvino, de su íntimo amigo al que ordenó chuscarrar Michel Servette, más conocido como Miguel Servet en su Aragón natal, del lago Leman, de los parques (Bastions, la Grange, Barton), de las Organizaciones Mundiales del Comercio, Salud, Trabajo, Meteorología, UNICEF, Naciones Unidas, de la plaza de las Naciones con su silla mutilada, del lago Leman, de la Sociedad Náutica de Ginebra, con su Bertarelli y sus Copas del América, de la Bol d`Or Mirambaud, del lago Leman, de la excursión a Gruyeres, de que no hay queso malo, de la fondue de queso que nos jalamos, de los Alpes nevados, de la fascinación que produce el primer mundo, del lago Leman, de la embocadura del río Ródano, de la isla Rousseau, del reloj de flores, de las visitas en julio y agosto de los árabes y sus petrodólares, saqueando todas las tiendas de superlujo hasta dejarlas esquilmadas, del lago Leman, del lago Leman y del lago Leman.
Una pena.
No sabía yo que se pudiese echar de menos tanto a un lago. Sí que existe el amor a primera vista y que es para toda la vida.
miércoles, 18 de junio de 2008
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3 comentarios:
Joer, qué putada que no hayas vsto el Lago Leman.
Que bonita la ilusion y los nervios de los viajes, que no falten nunca.Suiza es muy hermosa, pero (ojo!topico) es que los suizos son tan suizos.
En Suiza gobierna la extrema derecha con el setenta por cien de los votos. Los que nacen en Suiza no son suizos salvo que sean hijos de suizos. Para conseguir la nacionalidad tienen que pasar no sé cuántos años, y, los nacidos allí, no sé si terminar la primaria o la secundaria. En fin, son muy suyos.
Pero Suiza es muy bonita.
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