miércoles, 5 de noviembre de 2025

Borromeo

Suelo ir a nadar al salir de trabajar. Lo hago en una piscina ya en Valencia, que me pilla de camino. Como ya no hay baloncesto al lado, puedo aparcar en la puerta. Al entrar, siempre te piden el número de usuario. No sé bien para qué es, pero se lo doy sin preguntar. Esta vez también lo hice. Lo tecleó en el ordenador, me miró y me dijo –hoy es tu santo, ¿no?

Qué tiempos cuando sólo te felicitaban los de verdad. Los que se acordaban. Ahora te felicita mucha más gente, pero no es lo mismo. No tiene gracia. Lo hace uno en un grupo y ya van (vamos) todos detrás. O se tienen mil recursos para que no se pase una fecha. ¿Quién se esfuerza en recordar? -¿Para qué?- suele ser la respuesta. El cumpleaños ha perdido valor. Y esa saturación de felicitaciones se extiende algunas veces al santo. Y aquí ya no. En donde tengo más confianza puse voz de señor Scrooge y protesté. Yo, desde luego, no felicito el santo. Al menos no lo hago ni por escrito ni por teléfono. Tal vez lo haga en persona, pero siempre por sorpresa. A quien no se lo espere, si coincido algún veinte de enero, algún treinta de mayo, algún trece de junio, algún veintinueve de junio, algún veintiséis de julio, algún treinta de noviembre o algún tres de diciembre con quien lleve ese nombre. Que se quede descolocado. Entonces sí que me gusta felicitar. Pero sólo entonces.

En mi casa siempre se celebró nuestro santo. Y digo nuestro porque era el de mi padre y el mío. Era un día señalado. Hacíamos merienda. Desde que mi padre no está siento que ese día era mucho más suyo que mío. Él lo vivía. Yo lo vivía con él. Ahora no es un día triste. Es un día bonito. Tiene un regusto muy especial. Muy personal. Felicitarnos mi hijo y yo. Las felicitaciones en casa, las de mis hermanos. Un día discreto. Íntimo. Sin mil mensajes.

-Es que esta mañana lo he escuchado por la radio- me decía detrás de sus gafas y con su media melena rizada. –Yo no soy muy de santo. El mío me da igual, pero, como han dicho, ¿y el placer de felicitar a quien no lo espera? ¿No es bonito eso?

-Sí que lo es.

Y, sonriendo, me ha mirado.

-Muchas felicidades.

-Muchas gracias.

Felicitar a quien no se lo espera puede ser hermoso. Que sea a ti a quien felicitan de esa manera, también puede serlo.

Y me he hecho mis sesenta largos sin dejar de sonreír.

No hay comentarios: