En un callejón que da a la plaza del Negrito. Otro lugar donde peregrinar. O para pasar a saludar.
Mis padres tenían el sencillo de la versión que hizo Marisol del “Corazón contento” de Palito Ortega. Ahora lo tengo yo. Es una canción a la que quiero de tal manera, una canción que lleva tanto tiempo acompañándome, que soporta sin problemas su popularidad sin sufrir menoscabo en mi estima (qué palabra tan hermosa es menoscabo). Los demás no consiguen arrebatármela. Con esa letra, la carta de amor por excelencia. Se podrá decir de muchas otras maneras, la mayoría de ellas más bonitas. Pero todas llevarán la esencia de esta canción dentro.
La “Balada para la soledad de mi guitarra” es a la tristeza lo que “Corazón contento” es a la alegría. Es a la tristeza, para mí, lo que “Diario”, de Nacha Guevara. Es al nihilismo, para mí, lo que aquel verso de Serrat (y me pregunto por qué nacerá gente, si nacer o morir es indiferente). La canción es de Caco Senante (que no sólo le escribía al mojo picón y a las gaviotas perdidas en Madrid). Tal vez la producción no haya envejecido muy bien. La melodía, la letra y la voz de Marisol no han envejecido. Esta canción también me acompañó muchas veces. Y la canté en mis soledades. Y será bonito cantarla junto a ella, igual que el “Corazón contento”, cada vez que pase a saludarla, cuando me pierda por el centro y termine junto a la plaza del Negrito.
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