sábado, 21 de septiembre de 2024

Pra dizer adeus

Me fui a correr hacia la Marina Sur. Yendo para allá observé que un río de gente se dirigía al mismo sitio. Y que habían montado el puente giratorio. -Habrá concierto- pensé. Lo había. Me paró una chica muy agradable que llevaba un chaleco reflectante y una acreditación al cuello (lo que le gusta a la gente llevar colgada una acreditación). -Me parece que hoy no vas a poder llegar hasta el final. -No pasa nada. Gracias. Por curiosidad, ¿quién actúa? -Melendi. Me callé, me giré y pensé -no me jodas que no puedo correr hoy por la Marina por culpa del mendrugo éste. Y me fui renegando.

Más tarde caí en que las posibilidades de no haberme enfadado eran mínimas. Me gustan los conciertos, pero apenas voy. Cuando tus músicos o tus grupos favoritos o están muertos o ya no existen, las opciones son escasas. Aparte de que son ellos los que han de venir. No seré yo quien se desplace a verlos (hasta ahí podíamos llegar). Y los que no me gustan...que no molesten.

Hace dos semanas murió Sergio Mendes. Otra de las aportaciones de Sanfélix a mi vida. Lo conocía (“Mas que nada”, “País tropical”), pero nunca le presté demasiada atención, a pesar de su enorme buen gusto a la hora de dar nombre a sus grupos (Sergio Mendes & Brasil 66). Entonces llegó él y me grabó “Constant rain” y “Cinnamon and clove”. Y, una vez más, algo se puso en marcha.

Leí una vez que la clave en esta vida es trabajar una vez y que esa vez te mantenga por siempre (una patente, un libro, una canción. Por poner un ejemplo, Patrick Hernández grabó hace más de cuarenta años “Born to be alive” e ingresa todos los meses por sus derechos entre ocho mil y diez mil euros). Sergio Mendes nunca dejó de trabajar. Pero creó una marca. Un estilo. Un estilo muy elegante, con mucha clase, combinando el jazz y la bossa nova, mezclando su voz con voces femeninas. Un estilo inconfundible (valga la frase hecha). Y se dedicó a hacer versiones con su sello. Y vivió de ello. Y en muchos de los casos mejoraba el original (la versión de Mendes de “The fool on the hill” vendió más que la de los Beatles). Y así, sus versiones de “Norwegian wood”, “Day tripper”, “Going out of my head”, “Night and day”, “Watch what happens” o "The look of love", llegaron para quedarse.

Sergio Mendes ha muerto con ochenta y tres años. Y hasta el año pasado estuvo haciendo giras. Él era una de mis pocas esperanzas para volver a un concierto y disfrutarlo. Uno de los pocos que quedaban para meterme en el río de gente y poder decirle a la chica agradable, perfectamente acreditada, del chaleco amarillo -hoy sí que voy a poder llegar hasta el final porque hoy no es ningún cretino el que me lo impide. Se siguen muriendo los que no se tendrían que morir. La lista se va reduciendo. Nos quedamos solos.

P.D. Mi canción favorita suya siempre fue “Pra dizer adeus (to say goodbye)". Y quizá enlazar esta canción sea la mejor manera de terminar. Y de despedirme de él.

2 comentarios:

Tomoya I dijo...

Tenía pensado hablar contigo de Sergio Mendes el jueves pasado. Jueves que, además, fue cultural. No viniste y quedó pendiente. Ahora encuentro que has utilizado la misma canción que usé yo en Instagram para homenajearle. En fin, cada año esperábamos que viniese a la Feria de Julio o al Palau porque eran dos escenarios muy propicios para su visita pero, como en tantos otros casos, no pudo ser. Me queda el consuelo como bien sabes de haberlo visto, escuchado y (qué emoción) abrazado en Tokio. Y ahora volveré a escucharlo mientras preparo unos garbanzos sin canela ni clavo. Gracias Sergio Mendes por tan buena compañía y tantísima elegancia.

El Impenitente dijo...

Pendiente está pero lo haremos. Será en jueves, para respetar la culturalidad de ese día. Y llevaremos canela y clavo. Pra dizer adeus. Me quedé sin verlo, aunque siempre podré presumir de tener un amicísimo que sí que lo vio y que se abrazó a él.