viernes, 13 de mayo de 2022

Motivos para sentirse orgulloso

Hay canciones que me poseen. Llegan, se cuelan y ya no puedo salir de ellas. Y las escucho de manera obsesiva. Sin parar. Diez, quince, veinte veces. Un día, otro, otro, otro. ¿Ejemplos? Ahora me vienen a la memoria “Murmullo” de Buena Vista Social Club, “Se todos fossem iguais a voce” de Toquinho, Vinicius y María Creuza, “Any day now” de Elvis Presley, “Wanting you” de April Stevens, “Ángel guardia” de El Niño Gusano o “Goodbye Joe” de Laura Nyro. Canciones que se convierten en hitos, en imprescindibles en mi vida.

No puedo competir con TikTok. Yo le sugiero canciones a mi hija y ni me escucha. Mira que veo que tiene un criterio que yo podría enriquecer, pero no me tiene en cuenta. Sólo hace caso a sus amigos. Y a TikTok. Me tiene apartado. Y cuando, a través de TikTok, llega a alguna joya del siglo XX (donde están la mayoría de las joyas) me lo comenta. Entonces me crezco, le hablo de esa canción, del autor, de otras canciones del mismo y en ese momento descubro que hace ya mucho rato que dejó de escucharme. Sigue su camino y lo tiene claro. Llegará, pero no quiere coger mi atajo.

Pero que no me escuche no quiere decir que ella no sepa cuáles son mis debilidades, lo que me gusta, lo que me emociona. -Papá, tienes que escuchar esta canción. -¿TikTok? -Sí. Es trend en TikTok (lo cual debe de ser la leche). –Venga.

Lana del Rey.


No salgo de aquí.

No puedo salir.

Mi hija me descubre canciones que me poseen, que me desarbolan, que me absorben, que me obsesionan.

Mi hija me trae hitos, canciones imprescindibles.

No quiere coger mi atajo.

Cogeré yo el suyo.

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