viernes, 5 de noviembre de 2021

Tres palabras

Recuerdo un relato que leí hace ya mucho tiempo. No me acuerdo exactamente de quién era (tal vez de Borges. Tal vez recopilado por Borges) ni tampoco recuerdo bien quién me lo recomendó (Sanfélix, Santángel o Sierpe), pero de su argumento sí que me acuerdo. El rey de un país oriental mostraba ufano a un poeta todas sus posesiones y todas sus riquezas y declaraba orgulloso que nada podría haber más bello que aquello. El poeta, entonces, dijo una palabra, una sola, que resultó ser mucho más hermosa que todo aquel país y que todas aquellas riquezas. El rey, demostrando talante, ordenó ejecutar al poeta. Fin del relato.

No consta cuál fue la palabra que dijo el poeta. Ni falta que hace. Cada uno podrá imaginar una. Cada cual tal vez tenga la suya. O quizá baste con saber que existe una palabra, aunque sea desconocida, cuya belleza es superior a cualquier cosa.

Vuelvo al siempre fascinante mundo de las letras de las canciones. Esta vez nos centraremos en “Tres palabras” (por si alguno no la conoce y quiere fiarse de mi excelso criterio, mi versión favorita es la de Nat King Cole, otro que, como Nina Simone, convertía en oro todo lo que tocaba). Vamos con la primera estrofa.

Oye la confesión de mis secretos.
Nace de un corazón que está desierto.
Con tres palabras te diré todas mis cosas.
Cosas del corazón, que son preciosas.

Tres palabras va a utilizar nuestro enamorado. No es como el poeta del relato, que con una tuvo bastante, pero respetaremos que sean tres. Tal vez abuse del sedapenismo (nace de un corazón que está desierto) pero voluntad tiene y si con tres palabras condensa sus secretos y dice todas sus cosas, olé ahí. Por lo pronto, nuestra atención no se la negamos y podemos imaginarnos a la deseada expectante ante lo que va a ser, seguro, un momento irrepetible en su vida. Seguimos.

Dame tus manos. Ven, toma las mías.
Que te voy a confiar las ansias mías.

Desde luego nuestro enamorado es único creando expectación. Las ansias suyas también en tres palabras. Los ojos como platos esperando.

Son tres palabras solamente mis angustias.
Y esas palabras son:

(Redoble de tambor).

¡Cómo me gustas!

¿Cómo me gustas?

¿De verdad?

Amos, no me jodas.

Indudablemente la deseada se levantó y se fue dejándolo allí con su corazón desierto. Y todos nosotros aplaudiendo su decisión porque eres un rato capullo. Porque, si no vas a estar a la altura, cállate. Haz como el autor del relato: omite las tres palabras y muéstranos los resultados. Y tendrías nuestro respeto y nuestra veneración. Pero no, nos haces contener la respiración esperando algo grandioso y vas y sueltas esa bobada. Gary Cooper convirtiéndose en Fernando Esteso. Rita Hayworth convirtiéndose en Lina Morgan.

¡Cómo me gustas!

Qué pena.

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