martes, 14 de mayo de 2019

La cara oculta de la luna

Aquel año nos fuimos de campamento a Ochagavía, en el pirineo navarro. Aunque ya vivíamos en Valencia, mi hermano y yo seguíamos pasando quince días cada verano con el grupo scout al que pertenecíamos en Madrid. Tendría yo entonces dieciséis años. Era de los mayores. Y ser de los mayores tenía sus privilegios. Uno de ellos era que, por la noche, cuando Manada y Tropa ya estaban dormidos, nos íbamos para el pueblo. Estábamos acampados a un par de kilómetros y aquel paseo nocturno era fabuloso. El paseo, Ochagavía (qué pueblo más bonito. Pero qué pueblo más bonito) y el bar que estaba en una plaza junto a la casa cuartel. Allí nos sentábamos y nos tomábamos nuestros refrescos. Y allí estaba Asun, la hija de los dueños del bar. Evidentemente me enamoré y, evidentemente, nunca se enteró. Pasaron los días y llegó el último. Nos despedimos. Asun nos pidió que la escribiéramos algo y, en un calendario, le dejamos nuestras despedidas. Estaba yo en aquella época muy Pink Floyd y muy “The dark side of the moon” y le escribí algo que entonces me pareció brillante y que hoy me produce cierto sonrojo: Nos volveremos a ver. Tal vez en la cara oculta de la luna. Nos fuimos. Nunca he vuelto a Ochagavía (y es una pena, porque es bonito, bonito). Nunca volví a ver a Asun.

Coincidí en un trabajo con uno del Pedernoso. Este pueblo es muy cercano a la capital y a la aldea del Secarral, por lo que enseguida vimos que teníamos unos cuantos conocidos comunes y más cosas que compartíamos. Nos llevábamos bien. Estando en el taller, tuvo un problema y pensó que yo podía solucionarlo. Y me llamó. –Ven p’acá, pink floyd. Y fui. Muerto de risa. Y encantado. Aquel soplo del Secarral en mitad de la huerta valenciana me supo a gloria.

Y aquí estoy, paseando por la cara oculta de la luna. Están los restos de las bases militares soviéticas y estadounidenses que confirman que la leyenda durante la Guerra Fría era cierta. Y estando aquí, pues me acuerdo de Pink Floyd y de su disco. Y también me acuerdo de Asun. A lo mejor la veo. A lo mejor guarda la nota de despedida y viene de vez en cuando. Por si acaso. Y sigo paseando. Y de Asun vuelvo a Pink Floyd. Pink Floyd. ¿Pink Floyd? -¡Ahí tú, pink floyd!-dicho con todo el acento secarraleño en plena cara oculta de la luna. Y no sé qué preferiría.

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