Arona, en Tenerife. Allí se iba a celebrar aquel año (1988) el campeonato de España universitario de campo a través (cross country en el mundo anglosajón. Cruza barbecho en el Secarral). El año anterior ya habíamos estado en Zaragoza corriéndolo y, aunque nuestro resultado en cualquier país gobernado por un tirano nos habría costado la vida (cómo corría allí todo el mundo. Menudo nivel), la verdad es que yo me lo había pasado en grande y no sólo durante el viaje y la estancia con los otros atletas (teníamos muy buen ambiente. El ser todos igual de malos une mucho) sino al verme allí, en la salida, en todo un campeonato de España. Qué sensación. Así, la posibilidad de repetir era un aliciente enorme para pegarme las palizas que me estaba pegando entrenando. Y además en Tenerife. Nunca había estado allí. En realidad nunca había cogido un avión. No había ninguna razón para no intentarlo y para no morir en el intento.
La cosa marchaba bien. Eran seis los atletas que componían cada equipo y yo estaba cuarto después de cinco carreras de clasificación. Sólo faltaba una y lo tenía en el bolsillo. Empezó a torcerse el asunto cuando aparecieron los de Alcoy. El campeonato se había organizado por los de Valencia para los de Valencia y, claro, los de Alcoy no se enteraron hasta que se enteraron y ya era tarde. Ellos también pertenecían al Politécnico y, si querían, podían forzar la situación. Se llegó a un acuerdo con ellos: nos lo jugamos todo en la última carrera. Aquellos de Alcoy que queden entre los seis primeros van al campeonato de España. El resto de puestos, para los valencianos según la clasificación por puntos tras las seis carreras.
Hice un carrerón aquel día. Fui cuarto. Entre los seis primeros se colaron dos alcoyanos (primero y tercero). Mantuve el puesto entre los valencianos. Era cuarto y era sexto. Tenía plaza. Iba a subir en avión. Me iba a Tenerife. Me iba a Arona. E iba a volver a correr en un campeonato de España.
No fui. Presentemos a V. V. era estudiante y corría. V. no se ganó su puesto corriendo, pero estaba metido en el club deportivo. Lo establecido era que fueran los seis participantes y un representante de la universidad. Pero claro, eran siete billetes de avión y siete alojamientos. Era factible ahorrarse un billete. Realmente, ¿era preciso el representante de la universidad? ¿No podía uno de los participantes hacer ese papel? Perfectamente, pero... V. se movió bien en los despachos. Él podía hacer el doble papel. Podía hacerlo. No se había ganado el puesto corriendo pero, teniendo en cuenta que en aquel campeonato sólo puntuaban los cuatro primeros, ¿qué más daba lo que hiciese el sexto? Y lo hizo. Se fue. Y yo me quedé sin mi campeonato universitario de España. No fui a Tenerife. No fui a Arona. No subí en avión. Hay cosas que no se olvidan. Hay cosas que no se perdonan.
miércoles, 11 de marzo de 2015
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4 comentarios:
Tengo un bate, cuando quieras vamos a visitarle.
Seguro que V jamás soñó con bajar de 3:00 en Maratón. Si quieres, en lugar de darle una paliza, podemos enseñarle tus marcas. Sería incluso más cruel. Y si no nos quedamos satisfechos siempre podemos volver a la opción A.
La opción A es la buena. Lo que va delante, va delante. Y luego, en la agonía, pues ya podríamos recrearnos.
¿Te creeras que nunca he estado en Arona?
Pues yo tampoco. Aunque creo que lo mío es más disculpable que lo tuyo.
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