Campeonato del mundo de atletismo en pista cubierta. Año mil novecientos noventa y nueve. Maebashi. Japón. Final de salto de longitud. Tras las cinco primeras rondas domina el concurso el gran favorito, el sucesor de Carl Lewis, el cubano Iván Pedroso. Va segundo el español Yago Lamela. Lleva Lamela un concurso fabuloso, con cuatro saltos válidos por encima de los ocho metros y con un mejor salto de ocho cuarenta y dos, a cuatro centímetros de Pedroso. Yago Lamela está en el pasillo de saltos. Se concentra. Se hace aplaudir por el público. Comienza la carrera. Corre. Corre. Llega al punto de batida. Ejecuta un uno y medio que a mí me pareció impecable. Vuela. Vuela. Cae. Sale corriendo. Sabe que es un gran salto. Gregorio Parra, el hombre al que si le hubiesen dado un céntimo por cada vez que dijo plusmarquista en una retransmisión de atletismo habría podido comprarse Andalucía y parte de Extremadura, contiene la emoción hasta que sale la marca y explota. Ocho cincuenta y seis. Record de España. Record de Europa. Y líder en un campeonato del mundo.
Pero el rival es Iván Pedroso. Y le queda un salto. Se sitúa en el pasillo. Inicia la carrera. Bate. Y comienza a volar. Y su vuelo es largo. Muy largo. Larguísimo. Ocho sesenta y dos. Iván Pedroso es campeón del mundo. Pero nada empaña la emoción de Yago Lamela. Es subcampeón del mundo. Tiene veintiún años. Acaba de saltar ocho cincuenta y seis. Sólo hacía un año que había superado por primera vez los ocho metros. Sólo tiene veintiún años. Tiene el mundo a sus pies. Tiene todo el futuro por delante. Ha hecho historia. Y lo tiene todo para convertirse en una leyenda.
P.D. Yago, me metí mucho contigo. Me hiciste rabiar muchas veces. Me hiciste desesperar. Pero también me hiciste feliz y no sólo una o dos veces. Y por todo ello gracias. Y no sólo por Maebashi. Gracias por todo lo que me hiciste sentir, tanto lo bueno como lo malo. Porque me hiciste sentir. Y deseo que donde estés encuentres el sosiego que no tuviste.
viernes, 9 de mayo de 2014
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2 comentarios:
Pobre chaval, la verdad que lo ha tenido que pasar fatal y ya desde hace bastantes años. Estas historias de los juguetes rotos, las alturas y las caídas desde esas alturas me dejan mal cuerpo.
Las enfermedades mentales siempre son enfermedades que, vistas desde fuera, siempre parece que tienen una solución muy sencilla. Pero no. Aún así nunca dejaré de pensar que la cuesta abajo para Lamela comenzó el día en que abandonó Avilés y se fue a Madrid, con todo su oropel, con su contrato con Telefónica. Siempre pienso que ese día comenzó el declive de Lamela, pero también pienso que no sé qué hubiéramos hecho los demás en su mismo caso.
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