Dicen que el setenta por cien de la comunicación es no verbal. Pero eso era antes de que apareciesen los móviles. Y el Whatsapp

No le falta mucho a mi padre para cumplir los ochenta años y creía que, por edad, estaría libre de caer en ciertos pecados (por no llamarlo gilipolleces) contemporáneos. Pero no. Hablábamos por teléfono y me dijo que, con el fin de comentar ciertos temas, era mejor que nos viésemos.

-Por mí, bien. Mira, mañana tengo que estar en…(llamémoslo allí) después de comer, de tres a cuatro y media. Pásate y charlamos.

-Vale. De todas formas, casi mejor si me lo confirmas mañana a mediodía.

-¿Confirmar? ¿Para qué? Si quieres que te llame mañana, pues te llamo. Pero ya te digo que estaré allí de tres a cuatro y media.

-Bueno. De todas formas, cuando llegues me das un toque (lo dijo así: me das un toque. O eso entendí. A lo mejor dijo: me das un toke. Grimoso. Aunque podía haber sido peor. Podía haber dicho –me haces una perdidita).

-Vamos a ver, que creo que no me estoy explicando bien. Mañana jueves veintisiete de febrero, festividad de San Gabriel de la Dolorosa, estaré allí desde las quince horas hasta las dieciséis horas y treinta minutos. Date por citado, date por confirmado y date por toqueteado. Con q.