Aquel día salimos a entrenar más tarde. Pedro Espinosa, que era nuestro entrenador, había estado en los campeonatos de Europa de atletismo en pista de cubierta que se habían celebrado en San Sebastián, en el velódromo de Anoeta, y se había traído unas cuantas películas que había filmado él mismo con su tomavistas y consideró como parte de nuestro entrenamiento el enseñárnoslas. Era el año mil novecientos setenta y siete. Las grabaciones no tenían una gran calidad. Eran bastante artesanales aunque no creo que se le pudiera pedir mucho más con aquellos medios. Pero se me quedaron grabadas, especialmente una de un británico que iba delante y ganaba, y no fue tanto por su espectacularidad como por las frases que con tanto entusiasmo dijo Pedro: aprendeos el nombre de ese tío. Se llama Sebastian Coe. Va a ser muy importante, ya lo veréis. Fue aquella la primera vez en que oí hablar de Sebastian Coe. No fue la última, en efecto.
Nunca había estado en el velódromo de Anoeta. La Behobia-San Sebastián ha crecido tanto que el Kursaal se ha quedado pequeño y ahora montan en el velódromo la feria del corredor y es allí donde hay que ir a recoger el dorsal. Llegamos por los pelos. Lo dejamos para por la tarde, se puso a diluviar y coincidió con que había baloncesto en Illumbe, por lo que el atasco fue de aúpa y nos tocó aparcar casi en Burgos. Aún así llegamos, recogí mi dorsal, la exigua bolsa del corredor que nos dieron (exigua, ínfima, ridícula, vergonzosa…) y sólo entonces levanté la cabeza y miré a mi alrededor. La pista central estaba ocupada por la feria. Se accedía a la misma por los laterales y se habían puesto lonas tapando y protegiendo las pistas de ciclismo y atletismo. Pero en los fondos no habían puesto nada. Los fondos estaban al descubierto. Y allí estaba el tartán de la pista de atletismo. Y no tuve necesidad de cerrar los ojos. Ni siquiera de entornarlos. Por allí vi pasar corriendo a un chaval británico que prometía mucho. Por allí vi pasar en cabeza a un Sebastian Coe jovencísimo que todavía no tenía la pierna izquierda un centímetro más corta que la derecha. La imagen no era muy nítida pero lo distinguí perfectamente. –Tenemos tiempo. ¿Damos una vuelta por la feria? -¿Para qué? Lo más bonito está en los fondos, en las curvas. -Si ahí no hay nada. –Está Sebastian. -¿Sebastian? -Sí, Sebastian. -No te entiendo. –Anoeta. Año mil novecientos setenta y siete…Venga, vamos a dar una vuelta por la feria.
lunes, 11 de noviembre de 2013
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3 comentarios:
Supongo que sentiría algo parecido si pisara alguna vez el viejo estadio de Atocha
Mucho me temo, SisterBoy, que no volverás a pisar Atocha. Aunque el edificio alto que siempre se veía detrás sí que está. No sé si te servirá.
:(
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