Estaba leyendo en el banco donde paso los ratos mientras mi crío nada. Enfrente, a menos de cuatro metros, hay otro y allí se sentaron una mujer de una edad similar a la mía (jovencísima) junto a su hijo, un niño de unos diez u once años. Sacó la merienda la madre para el crío: una barrita energética y un zumo. Cogió la barrita el crío, quitó el envoltorio y lo tiró al suelo.
-Enric, eso está muy mal hecho- dijo la madre con mucha languidez.
El niño no hizo ni caso. Dio dos bocados a la barrita y lo que sobraba lo tiró al mismo sitio. La madre no dijo nada. Acto seguido cogió el zumo, quitó el envoltorio de la pajita, que no pasó del suelo, dio dos sorbos de manera muy ruidosa y devolvió el brick medio lleno a su madre. Para celebrar que había terminado de merendar soltó un regüeldo de ocho puntos en la escala Richter.
-Buen provecho-dijo la madre.
Junto a los bancos hay un naranjo. Las naranjas en esta época están verdes y son pequeñas. El niño se dedicó a arrancarlas y a patearlas a ver con cuál llegaba más lejos.
-Enric, deja el árbol tranquilo.
Ni caso, por supuesto. Yo estaba verde de ira. Me moría de ganas de pegarle cuatro voces al crío y de soltarle cuatro guantazos y de coger a la madre y decirle cuatro cosas, pero sé que cuando uno tiene que explicar lo que es elemental, da igual. Es inútil. No sirve para nada más que para meterte en líos, así que me levanté muy digno, murmurando entre dientes toda clase de maldiciones y diciendo –marranos- en un tono similar al del regüeldo al pasar a su lado.
Una semana después me crucé con madre e hijo por la calle. Enric llevaba el brazo derecho escayolado hasta el hombro. –Vaya-pensé- mis maldiciones han surtido efecto. Tal vez haya sido casualidad, pero tal vez no. Tal vez tenga ese poder. Tal vez mi mal de ojo sea efectivo. Y ahora debiera decir que, de ser cierto, tengo una gran responsabilidad y espero y confío estar a la altura, pero y una leche. Voy a ser absolutamente arbitrario. Absolutamente. Para empezar, a todo aquel al que vea tirar una colilla al suelo le voy a recetar cinco piedras en el riñón a expulsar una detrás de otra. Y esto va a ser sólo el principio. Tengo el poder. Yo soy la justicia. Y me encanta.
jueves, 5 de septiembre de 2013
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7 comentarios:
Entonces, ¿no nos queda más remedio que adorarte, mimarte y dejarte ganar en todas tus carreritas?...
Por un momento sonabas como Spiderman ("un gran poder conlleva una gran responabilidad"), pero ese "yo soy la justicia" te delata como seguidor del Juez Dredd (aunque él era la Ley...).
Dicho lo cual, a mí ese comportamiento en un crío me enerva igualmente. Porque es culpa de sus padres. En una sociedad en la que hay que pedir permisos y pasar pruebas para todo, ¿por qué no para ser padres? Porque es evidente que mucha, mucha, mucha, mucha gente no pasaría el psicotécnico para educar a una persona...
Pues sí, J.P. Y para que veas lo que te aprecio dejaré que portes con gallardía uno de los cuatro soportes del palio que me ha de cubrir en cada una de mis apariciones públicas.
Lo del carnet de padre no sé. Lo que sí es cierto es que pegar una castañeta e inseminar correctamente te convierte en padre automáticamente. Y eso no es ser padre. Ser padre es otra cosa. Y más o menos lo mismo con lo de parir y ser madre. Legalmente, sí. Legalmente.
En alguna ocasión me he encontrado en una situación de similares características, como creo que tienes razón al afirmar que si hay que explicar lo elemental es inútil, lo que he hecho ha sido recoger el envoltorio, papel, o lo que sea, del suelo y tirarlo en la papelera, asegurándome de que el/la infractor me ve bien, suponiendo que al menos en el 20% de las veces,siendo optimista, el/la marrano sentirá vergüenza propia. O bien un: ¡uy! creo que se te ha caído al suelo eso.
¡Hay un capítulo de Twilight Zone que viene al pelo para esta historia! Ya hablaremos de él
Por cierto ¿donde vamos a tirar nuestras colillas los pobres fumadores?
menos mal que lo has dicho tú Sister! cuando nos castigues por lo de las colillas, mandanos a los dos juntos al mismo rincón! jaja
Lo de -creo que se la ha caído esto- lo hice una vez. El interpelado me respondió con un -no se me ha caído. Lo he tirado- y me miró con una cara de -hay dos leches volando y tu cara las está atrayendo. Agaché las orejas y me fui sintiéndome ridículo. No he vuelto a hacerlo.
Espero el comentario de "Twilight zone". Y respecto a dónde tirar las colillas servirá el mismo sitio donde las tires en tu casa.
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