lunes, 30 de septiembre de 2013
Nueve segundos, setenta y nueve centésimas
Se han cumplido en estos días pasados veinticinco años de la disputa de la célebre final de los cien metros de los Juegos Olímpicos de Seúl, con el triunfo de Ben Johnson sobre Carl Lewis, y del positivo en el control anti-dopaje posterior del canadiense de la parte de Jamaica. Veinticinco años de unos hechos que abrieron todos los noticiarios del mundo y que fueron portada de todos los periódicos y que apenas han sido comentados en estos días salvo en el mundillo. Dejando aparte lo rápido que pasa el tiempo (¡Dios mío! ¡Veinticinco años! Pero ¡si fue ayer!), lo que supuso la rivalidad de Lewis y Johnson para el atletismo y para el deporte (aquí dejo un enlace por si alguien quisiera profundizar en ello o, simplemente, enterarse de qué pasó. Si le gusta el atletismo su lectura es obligatoria) y la gran mancha que cayó de repente sobre el deporte de élite (gracioso fue cuando Carl Lewis, tras la caída de Johnson, tuvo que recluirse en su casa al publicarse encuestas en las cuales se decía que el setenta por cien de los estadounidenses estaban convencidos de que él no estaba limpio ni por asomo. Pobre Carl, que se había recorrido todas las televisiones denunciando el juego sucio y se había autoproclamado adalid de los ideales deportivos), me gustaría comentar lo que supuso para mí todo aquello.
Hay noticias que uno siempre recuerda qué estaba haciendo cuando se enteró. Mi madre, que sabía de la rivalidad entre Lewis y Johnson (si mi madre lo sabía es que aquello era universal) me dijo que le había parecido oír por la radio que le iban a quitar la medalla a Ben Johnson. -¿Qué? Salí corriendo, puse la televisión y allí estaba Ramón Trecet hablando sobre el tema. Positivo. Había dado positivo. Comenzaron las especulaciones, los rumores. Los Juegos Olímpicos pasaron a un segundo plano. Todo era Ben Johnson. Dos días antes había batido a Carl Lewis (y a Linford Christie, a Calvin Smith y a los otros cinco finalistas) con record del mundo estratosférico cuando venía de hacer una temporada muy floja por culpa de una lesión. Nueve segundos y setenta y nueve centésimas. El ídolo entre los ídolos. La gloria. Y ahora...la historia de siempre. El ídolo caído. La gran estafa. Por supuesto todo el mundo lo sospechaba. Todo el mundo lo sabía. Y no fue eso lo peor. El ventilador se puso en marcha. Ben Johnson no era un caso aislado. El deporte de estado. La economía de mercado. El marketing. El gran negocio del deporte. El mundo, en el fondo. El mundo. Y el dinero. Yo tenía veintidós años. La cifra no es demasiado significativa puesto que no deja de ser una cifra. Hay gente que madura antes y yo con veintidós seguía siendo una criatura. Recuerdo que estaba suscrito a la revista de la federación, a “Atletismo español”, revista de carácter mensual en la cual me empollaba hasta los anuncios. Para mí el atletismo era un mundo de ídolos, de gestas, de sacrificio, de esfuerzo, de constancia y que, además, guardaba en sí la esencia de la belleza. Y todo aquello romperse no se rompió. Pero ya nunca volvió a ser lo mismo. En nueve segundos y setenta y nueve centésimas maduré más que en los dos años anteriores. Cuando rememoro y pienso en dónde me fui dejando mi inocencia y mi ingenuidad y cuándo el escepticismo comenzó a tomar el mando, la imagen de Ben Jonhson levantando el dedo índice de su mano derecha mientras mira con insolencia a Carl Lewis aparece siempre. Y, bien mirado, debiera pensar que aquello fue algo bueno si al menos sirvió, como sirvió, a que me fuese espabilando, que ya estaba bien, con veintidós, de tanta inmadurez. Pero yo no lo recuerdo así. Como escribió Josele Santiago -aunque los platos pagues ya no hay quien te devuelva lo que un día no supiste y ahora sabes. Se estaba mejor sin saber.
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4 comentarios:
Vamos como yo el día que Arconado fracasó en el Mundial del 82
Por cierto que mucha gente comentó en su momento que todo había sido una triquiñuela de los yankis
Aquel partido contra Irlanda del Norte. Aquel despeje dejando el balón a los pies de Armstrong.
Se dijeron muchas cosas. Mi madre compraba el ¡Hola! entonces y salió una foto de Ben Johnson antes de una salida bebiendo de una botella. El titular decía -¿Fue éste el momento en el que se dopó Ben Johnson? Rigor informativo.
Ay esa última frase es muy de madre (padre también, pero más de madre) de adolescente! y tú aún no has llegado a eso!
También yo recuerdo la historia. Será que mi madre compraba el Hola! desde luego parecía IN-CRE-I-BLE!! Ahora ya estamos curados de espantos, sobre todo siendo fans del ciclismo.
Ahora no nos creemos nada. Y menos que un tío de cuarenta y un años gane la Vuelta. O que, cuando antes casi nadie bajaba de diez en los cien, ahora hay lo menos diez jamaicanos que lo hacen y uno de ellos baja de nueve sesenta. Antes hubiésemos aplaudido y hubiésemos celebrado lo extraordinario. Ahora lo extraordinario siempre es sospechoso.
Y ya me llegará. Y viendo lo rápido que va todo, no me queda tanto.
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