Las Pedroñeras. Capital mundial del ajo. Undécima edición de su prestigiosísima carrera popular. Cuatro kilómetros de longitud. Siete vueltas a un circuito (no es grande Pedroñeras para poder sacar un circuito de cuatro kilómetros, pero no. Siete vueltas calle arriba, calle abajo. Catorce giros de ciento ochenta grados. Para volverse locos). Siete y cuarto de la tarde de un sábado del mes de agosto. Temperatura, treinta y tantos grados Celsius. Gran multitud de corredores, menos de mil según la apreciación de El Impenitente, se disponen a tomar la salida. Suena el disparo. Se forma un grupo en cabeza. Tras el primer giro el grupo se estira. Salta un corredor. Se marcha. Salta otro. Se va también. El grupo se disgrega quedando dos corredores: el de amarillo y El Impenitente. Durante las siguientes vueltas las posiciones se mantienen. El primero lleva una cómoda ventaja sobre el segundo que, a su vez, controla como quiere a los dos que le persiguen. El de amarillo marcha siempre medio metro detrás de El Impenitente. Jamás se pone a su altura. Jamás marca el ritmo. Se deja llevar. Suena la campana. El Impenitente, consciente de que si se jugase al sprint una carrera contra una oruga perdería, fuerza la máquina. El de amarillo responde. Penúltimo giro. Comienza la última bajada. El Impenitente vuelve a intentarlo. El de amarillo se queda. Se queda. Se queda. No se queda. Ha sido un despiste. Recupera con facilidad. Último giro. Subida. El Impenitente vuelve a apretar el paso. El de amarillo no sólo responde sino que, además, contraataca marchándose con facilidad entrando tercero. El Impenitente es cuarto. A un paso del podio. ¿A un paso? No. Cuarto en la general pero segundo de veteranos. El Impenitente vuelve al podio, su lugar natural. Tres botellas de vino, una manta térmica y un trofeo que más que un trofeo es una verdadera obra de arte de belleza infinita que irá a engrosar su ya de por sí excelsa sala de trofeos. Adjuntamos la foto para recreo y deleite de los sentidos de los lectores.
Pues sí, podio en Las Pedroñeras. Un buen remate a unos días de deporte casi obsesivo, doblando muchos de ellos. Y cuando digo deporte me refiero a nadar, bicicleta y correr. Nadar piscina arriba, piscina abajo (la piscina en la aldea del secarral está inclinada. Peculiaridades de la zona) soportando los comentarios de Ana –no se puede ir más despacio. Te vas a hundir- y presentando de nuevo equipo de relevos a la competición en la aldea. Este año mejoramos un puesto. Fuimos cuartos. Ya estamos ahí, llamando a la puerta. Todavía necesitamos un tirachinas para llamar, pero todo se andará. Y luego la bicicleta, con el tío Javier, con Marta. Las rutas nocturnas en la aldea. La ruta diurno-gastronómica en la capital. Y luego las rutas faisanas, con más fotos que kilómetros, con un equipo técnico formado por los lesionados en la espalda más numeroso que el equipo ciclista, rematadas siempre con sus cañas y sus tapas sin fin. Cero pinchazos. Una caída. Y luego correr. Cero pinchazos. Cero caídas. Kilómetros y kilómetros casi siempre solo. Casi siempre. Javier ha descubierto el correr. Y J.P. se apuntó un día. Y la carrera de Fuentelespino. Y otra carrera. Hubo otra carrera que fue mucho más que eso. Otra carrera que ya contaré porque se merece su propio espacio. Mi padre siempre dice que acabaré postrado devorado por la artrosis o por la artritis o por algo así. Y yo estoy deseando darle la razón a mi padre y por eso cada año fuerzo más la máquina para ver si acelero el proceso. Y en ésas estamos. Ya queda poco, papá. Tú por eso no sufras, que del verano siguiente no pasa. O, si no, el siguiente. O el siguiente. O el siguiente. Uno de estos veranos será. No padezcas por eso que al final, como siempre, tendrás razón.
sábado, 31 de agosto de 2013
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6 comentarios:
La ruta de despedida fue bonita y con un ritmo espectacular de botellines al finalizar.
Tienes razón con lo de más fotos que kilómetros: no hemos pasado de 40 km ningún día. Bueno sí, el de Santa María, Mota y Monreal 40,2. Al verano que viene intentaremos llegar más fuertes y poder hacer rutas un poco más exigentes.
El que ha ido sobrado ha sido Fer. Está fuerte.
La ruta de la Alberca fue algo más larga pero más tranquila. Y sin botellines al final. Lo de los botellines tendríamos que mirarlo. Yo el sábado tarde estaba hecho una calamidad. Y eso que me retiré antes (iba a decir a tiempo, pero a tiempo no fue). Los que se quedaron y prolongaron aún deben de estar con resaca.
Y Fer está fuerte y el año que viene lo estará más. Y para el año que viene interpreto lo de rutas más exigentes que serán más largas y tendrán más desnivel acumulado. No quiero ni oír la palábra técnico o técnica por ninguna parte.
ya veo que tu concepto de descansar en vacaciones es distinto al del resto del mundo! aunque a mi no me engañas. seguro que te has echado la siesta también!!
Pues sí. Casi todos los días. Y algunas veces, al despertarme, no miraba el reloj sino el calendario.
Creo que te falta algo en el relato de la carrera...
"Y entonces, al bajar del podio, me resbalé... Y me desperté".
Este verano habéis conseguido enganchar a unos cuantos a lo de las carreritas... Eso me gusta.
Javier corrió.
¡Javier corrió!.
Y cuando me desperté me tapé con mi manta térmica y observé en la mesita el bello trofeó y saboreé previamente el vino que me iba a beber ese mediodía. Sí, fue más o menos así.
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