(Entre suspiros) en fin, la vida continúa.
Tres cosas me traje de Madrid cuando nos vinimos a Valencia que, a pesar de todo el tiempo que ha pasado, siguen estando conmigo. La primera es cierto defecto visual que me hace ver todo en rojo y blanco y que hace que tenga por la profesión de colchonero un respeto casi reverencial. La segunda sería la noción de distancia y los conceptos de cercanía y lejanía: todo lo que está a menos de media hora andando está cerca, y lo que está a menos de un cuarto de hora, al lado. La tercera tiene que ver con la sensación térmica, con lo que es el calor y con lo que es el frío, aunque aquí he de matizar puesto que mis influencias no son sólo madrileñas (donde hay dos estaciones: invierno y verano) sino también secarraleñas o secarralinas (no sé si existe el gentilicio del secarral. Hablaré con las fuerzas vivas a ver si lo fijamos) donde sí que existen cuatro estaciones que coinciden con las de Vivaldi.
¿Es inteligente ser un inadaptado climatológico? No, no lo es. Lo normal, lo lógico es adaptarse adonde vives. Aunque tampoco tengo muy claro si es un problema de inteligencia, o está relacionado con el querer y el poder, así que no me voy a parar a discutirlo. La climatología del lugar donde moras no va a cambiar así que, si no te gusta o no puedes con ella, dos opciones tienes. Además, en mi caso, no es tan complicado (me contaba recientemente A., embajadora del secarral en Gotemburgo, que allí el hecho de estar bajo cero, nevando y con ventisca no sirve como excusa). En Valencia existen dos estaciones: la primavera y el verano. La primavera dura ocho meses y es muy fácil de llevar. Y los cuatro días de frío que puedan hacer en un año son de chiste. El verano, con su humedad, es insufrible pero entre las vacaciones y el aire acondicionado se va toreando. No es difícil vivir en Valencia. No resulta heroico, al menos en lo climático.
La semana pasada mi crío se iba de excursión con su clase. Iban a pasar el día al Saler. Salió la mañana lluviosa y con algo de viento, aunque la temperatura, unos quince grados, no era desagradable. Se produjo entonces un intento (o, mejor dicho, la exigencia), por parte de los padres, de suspender la excursión. Discutí con el resto hasta que vi que era inútil. Era un problema de criterio y contra eso no podía hacer nada. Para ellos era inconcebible, con ese día, dejar que sus hijos pasaran la jornada a la intemperie. Para mí no hacía frío y, con un chubasquero, no había ningún riesgo. Mi hijo no es felino sino humano y el agua la tolera bastante bien. Y, con la ilusión que tenía mi chaval, me irrité bastante pensando que, por cuatro o por cuarenta gotas, se iba a perder su día de excursión. Vi la batalla perdida pero no. No se lo perdió. Al final se fueron. Y no fue ni por mi retórica ni por mi capacidad de convicción. Ante el argumento de –si no van no se recupera el dinero- el sector -pero ¿cómo se van a ir? ¿No ves que está lloviendo?- descubrió claros entre las nubes, minimizó el poder corrosivo de la lluvia valenciana y cayó en la cuenta de que sus hijos no son unos enclenques. Que los principios y los criterios tienen un precio ya lo sabía pero eso no le va a restar ni una pizca de dulzura al encanto de que tu criterio se imponga jugando fuera, aunque estés en casa. Queridos padres, ¿veis como no hacía frío? ¿Veis como tampoco llovía tanto? Y ahora, todos juntos, decid bien alto –sí, tú tenías razón.
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5 comentarios:
Qué curiosa esa manía de tantos padres de sobreproteger a los críos hasta el punto de que no se pueden ya ni caer (¡los niños se caen, se hacen heridas, rompen los pantalones por las rodillas, se ensucian!) sin que haya que ir a rescatarles. El argumento del dinero es definitivo casi siempre, sí.
Del título no te digo más que ánimo.
¡Estoy tan indignado que no puedo ni comentar!
Somos mucho mas sobreprotectores ahora con los críos que lo que fueron nuestros padres con nosotros, eso es cierto. Lo que pasa, como casi siempre, es que nosotros nos pensamos que somos la mesura y el equilibrio y los que nos superan son unos exagerados y están malcriando a sus hijos. La paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Lo pienso muchas veces. A veces educamos por convicción y, otras veces, por comparación. No haré lo que hace ése.
Respecto al título, Juan, no las tengo todas conmigo con que no nos pilléis. Vamos a perder los tres partidos siguientes (Depor, Barcelona y Celta). Después nos quedarán Mallorca y Zaragoza. Confío que entonces no se jueguen nada y tengamos alguna opción.
SisterBoy, el sol sale por el este, el Maccabi de Tel-Aviv gana la liga israelí de baloncesto y en el Calderón es imposible. No hay nada que hacer.
Aúpa Depor!!
Y lamento decirte que el zaragoza, en la última jornada, se lo jugará todo. (les encanta la emoción)
Yo llevo viviendo aquí 20 años. Y aun me dice la gente, cómo vas en manga corta (a 18 grados), cómo se nota que eres del norte!!
A nosotros también nos encanta la emoción. No te extrañe que el último día sea a cara o cruz.
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