viernes, 22 de marzo de 2013

El gran talibán

Vimos una mesa libre en una terraza y decidimos ocuparla. Llevábamos un buen rato andando, viendo la Ofrenda y callejeando por el barrio del Carmen, y estábamos cansados. Era el penúltimo día de Fallas. El centro de la ciudad estaba tomado por los turistas. Íbamos Ana, su prima M. y yo. Era media tarde. En la terraza donde nos sentamos, por el centro, el español era el segundo idioma más hablado. Tardaron un montón en atendernos y en servirnos, y luego nos cobraron como si fuésemos franceses o alemanes. Éramos turistas en un sitio de turistas en un entorno de turistas. Pese a todo, estábamos bien, tranquilos, charlando y descansando. No pasaron ni dos minutos cuando apareció un tío disfrazado de Charlot con un maletín. Se plantó delante de las mesas y empezó a hacer su número. No le hicimos ni caso. No dejamos de hablar para atenderle. Los de las otras mesas le miraban. Alguno aplaudió. Otro se hizo una foto con él. Luego deambuló por entre las mesas pasando el bombín. Junto a la nuestra estuvo un rato. Ni le miramos. Recogió sus bártulos y, antes de marcharse, se acercó a nosotros y, entre dientes y con un acento extranjero muy marcado, nos dijo –muchos grracias. Luego se alejó y no hubo fundido en negro.

Me estoy planteando el cambiarle el nombre al blog y llamarle, en vez de Los Cariacontecidos, Los Talibanes. No sé si es un problema circunstancial o es debido a la edad, pero cada vez estoy más irascible y soy más intransigente. Y esa ira me bloquea. Puede conmigo. Cada vez me quito de en medio más bruscamente a todos los que llaman a casa ofreciendo sus servicios de telefonía o de lo que sea, a los que me asaltan por la calle, en los supermercados o en los grandes almacenes con sus ofertas. No aparco nunca donde hay un gorrilla, y teniendo en cuenta que en Valencia ya hay más gorrillas que coches (y más gente rebuscando en la basura que contenedores), pues mal asunto. Siempre dije, medio en broma, medio en serio, que el camino más corto hacia la felicidad era la misantropía y empiezo a pensar que es verdad.

No le dije nada al Charlot cuando se fue. Y me arrepiento y todavía me lo estoy rumiando. Considero que no hay nada peor educado que el teléfono, que irrumpe sin avisar, interrumpiendo casi siempre, y es prioritario atenderlo dejando de lado todo lo demás. Pues el Charlot este debía tener vocación de teléfono. Yo llego y tú lo dejas todo: me atiendes, me aplaudes, me pagas y después ya puedes seguir con tus cosas. Pues mira, tontolhaba, no. Las cosas no son así. Y si quieres vienes y te lo explico. Y si quieres te explico también lo que voy a hacer con tu ironía. Y hasta te hago un croquis. Pero no le dije nada. Y me arrepiento. Antes no le hubiese dado importancia y lo habría olvidado enseguida. Ahora no. Ahora me reconcome no haberle mandado a la mierda. Los Talibanes. Permanezcan atentos a sus pantallas.

5 comentarios:

3'14 dijo...

Si finalmente decides cambiar el nombre del blog avisa y me incluyes entre sus autores, tengo un sinfín de historietas que aportar.
Yo es que creo que con esa bilis más agría de lo habitual uno no se hace, se nace. Lo que sucede es que el paso del tiempo la torna más fuerte, vamos, que la mía es una bilis corrosiva, sulfúrica. Cada vez tengo menos paciencia (¿Alguna vez la tuve?)
Y sí, estoy contigo en que el camino de la felicidad es la misantropía.

cucumber dijo...

Comparto contigo que cada vez hay más cosas y personas que no soporto.Pero tambien aumenta el deseo de no gastar tiempo en no soportarlos. Mi tiempo es cada vez mas valioso, y no lo quiero gastar en mala leche. Es solo un intento, claro!

El Impenitente dijo...

Viendo los que fuimos y los que somos, me da la sensación de que nos quedaremos en la blogosfera los más gruñones.

Cucumber, si lo consigues ya me explicarás el truco.

SisterBoy dijo...

Los mimos también tienen que aguantar pesados

http://youtu.be/wsj32x4f7vk

El Impenitente dijo...

Sí que estaba el mimo metido en su papel. Una pena que no fuese Bud Spencer.

Respecto a lo de meter mimos y pesados en la misma frase, me he acordado de una expresión que leí hace poco. Siempre escuché aquello de -le dijo la sarten al cazo. Pues lo que leí fue -le dijo Dimas a Gestas. Me gustó. La incluiré en mi catálogo de expresiones de cabecera.