Selectividad. En Filosofía tuvimos que elegir entre un tema que iba desde
Aristóteles hasta Hume o “La crítica de la razón práctica” de Kant. Luego
examen de Química para terminar la primera jornada con las Matemáticas. A la
mañana siguiente, la Conferencia y el Comentario de texto. No sé si seguirá siendo
así. Igual hasta me he saltado algo. Conferencia y Comentario de texto. Se me
hace raro.
Voy a adjuntar un fragmento de “El Jarama” de Rafael Sánchez Ferlosio. No
recuerdo el texto que nos tocó comentar cuando hicimos la Selectividad. Cuando
lo he leído me he visto sentado de repente en aquella aula de lo que entonces
era Derecho en Valencia. Seguramente no fue este texto. Me hubiese encantado.
El querer. El poder.
-Mejor. Así no tengo tentaciones. Y cuanto menos fume, eso me sale
ganando la garganta.
-Pues lo que es yo –terciaba el carnicero alto- ya ve usted, sé
abstenerme mucho mejor si sé que tengo la petaca llena, que si la tengo vacía.
-Eso también es cierto –asintió su colega; basta uno encontrarse sin
tabaco, para que te entren unas ganas desesperadas de fumar.
-Sí señor –dijo Claudio; conmigo por lo menos es así. Que lo tengo: pues
dejo la petaca encima la mesilla, y como sabes que le puedes echar el guante en
el momento que quieras, te duermes sin fumar y tan tranquilo. Pero amigo, lo
que son las cosas; en cambio el día que te ves sin tabaco, te lías a dar
vueltas y vueltas en la cama, sin poder pegar ojo, y no paras hasta que no
eches pie a tierra y te agencias por ahí un cigarro como sea, aunque sea
rebañando la fusca de todos los bolsillos. Ya ven ustedes qué cosa más absurda.
-El espíritu de contradicción que tenemos imbuido todos los mortales –comentó
Chamarís.
-Pues entonces usted, como mi suegra, con eso del tabaco, una cosa
parecida –decía don Marcial; que se guardó un kilogramo de arroz toda la
guerra, sin gastarse ni un grano, sólo por no sentir que le faltaba y poderles
decir a sus parentescos que ella, desde luego, tenía su arroz. Y después tuvo
que tirarlo, cuando vino la liberación, de mohoso que estaba. ¿Qué le parece?
-Ah, pues mire: así no lo echó de menos. Porque sabía que si no se
preparaba un domingo una buena paella, era tan sólo porque no quería. O sea,
que no comió arroz, pero tampoco lo tuvo que echar de menos –le replicaba el
carnicero alto.
Carmelo perseguía con los ojos el alma negra de su cerilla, que ascendía
hasta el techo. Y ahora Lucio intervino:
-Ésa es la grande diferencia que va de tener uno que privarse forzoso de
una cosa a quitarse de ella voluntario, a sabiendas de que pueda uno tenerla en
el momento que se le encapriche. Por semejante procedimiento, la suegra de
usted, con sólo un kilo de arroz, se hizo la cuenta de que estuvo comiendo
arroz toda la guerra. No le llenaba la barriga, pero le producía casi la misma
satisfacción que llenársela.
-Ni más ni menos –asintió el hombre de los zapatos blancos; ahí está la
distancia que media entre el no querer y el no poder.
viernes, 8 de febrero de 2013
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6 comentarios:
Uno de los que tengo en la lista de la literatura española de post guerra cuando por fin me decida a atacar el género.
Ponlo el primero de la lista. O de los primeros.
yo no recuerdo nada de selectividad. excepto lo cansada que estaba al final!
Terminamos la selectividad y nos fuimos a comer a un chino. Después me fui a casa, preparé el equipaje, me fui a la estación y cogí un tren para Madrid. A la mañana siguiente fui a Ríos Rosas y cogí un autobús que me dejó en Lozoyuela donde me incorporé al campamento con los scouts. También estaba cansado pero no recuerdo cuándo descansé.
A mí me tocó un texto de Juan Gil-Albert. Lo recuerdo porque tuve un golpe de suerte: pocos días antes me había encontrado, por pura causalidad, con el nombre de Gil-Albert como uno de los escritores españoles exiliados, y su texto en mi selectivo era un texto de ensayo político. Pero la conferencia y comentario de texto eran un trámite, apenas discriminaban: nunca había notas muy altas ni tampoco muy bajas.
Los alcoyanos siempre han sido muy especiales.
Celebro, Realice.
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