lunes, 6 de agosto de 2012
El corredor de la muerte
Las lecciones de economía. Las lecciones de política. Las discusiones de economía. Las discusiones de política. Las discusiones sobre la evolución del lenguaje, tu pragmatismo, mi clasicismo. Los análisis de los costes. Los cromos del Coyote como moneda de curso legal. Los desahogos. Los comentarios sobre nuestras amigas de la vía de servicio, siempre tan amables saludándonos cada día, por supuesto sin ningún interés. Tu horroroso gusto musical (salvo los tangos. Eso te honra). Lovecraft versus Conrad. Roma versus Berlín. Joy Division versus Marvin Gaye. El placer de explicarte quién es Usain Bolt, quién es Andrés Iniesta, quién es Carl Lewis, qué significa ganar un Mundial de fútbol. El día a día. El todos los días. Mi vecino de cubículo, Zente, Señor del Sie7e, friqui entre los friquis. La rutina de la angustia. Las barbas disueltas de tanto remojo. La espada de Damocles ya sin nada que la sujete. Hoy caes tú. Mañana, si no hoy, caeré yo. Se cierra una puerta. Se abrirá otra. Nueva vida. Nuevas personas. Nuevas rutinas. Mi vecino de cubículo. Mi querido vecino de cubículo. Zente. Nuestro comodín. -Preguntan por el responsable de telefonía. –Pásamelo. –Preguntan por el responsable de logística, por el financiero, por el de personal, por el de informática, por el de consumibles. –Pásamelo. La silla vacía. El despacho cerrado. La luz apagada. Solo. Más solo que nunca. Más triste que nunca. La rutina de la angustia. La rutina de la tristeza. Los milagros no llegan. Los milagros tal vez no existan. Se cierra una puerta. Se abrirán otras, pero la puerta de tu cubículo se cerrará y tú no estarás dentro. Dentro no habrá nadie. Me quedo sin mi mosca cojonera. Me quedo solo, Zente. Muy solo. Agonizando para morir. Se abrirán nuevas puertas. Suerte, Zente. Suerte para los dos. Fue un placer. Fue una bendición.
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4 comentarios:
¡Tocado! Me has dejado tocado. Como lo estás tú sin duda. Estas cosas duelen, no sé si será por la edad o por otra cosa, pero duelen.
Me has hecho llorar.
Qué impenitente eres.
Qué te ha pasado?
¿La edad? Tal vez. Y el tiempo compartido. El buen tiempo compartido. No se pierde pero será distinto. Será por eso que casi siempre digo hasta luego y casi nunca digo adiós.
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