Escucho una voz que canta y que, tal vez, es la mía

María Dolores Pradera no se ha muerto. Oí hace tiempo que había suspendido unos conciertos por enfermedad, me enteré de que tenía ya ochenta y siete años y pensé –de ésta ya no sale. Y dando por hecho que se moría me planteé escribir algo como panegírico o como homenaje o como las dos cosas o como ninguna. Y empecé a darle vueltas. No hace mucho escuché que la citaban por televisión y me dije –ya. Y no. Seguía viva. Y no es que quiera que se muera, pero como veo que me estoy poniendo nervioso escribiré la entrada y que María Dolores Pradera haga mutis cuanto más tarde mejor no vaya a ser que termine teniendo un problema de conciencia.

Me gusta Maria Dolores Pradera porque su repertorio es fabuloso para cantarlo. Nunca fui a verla porque me habrían sacado de la sala en el primer minuto. Es imposible escuchar canciones suyas sin ponerse a cantar. Y me gusta su voz acompañada únicamente por dos guitarras. Ni orquesta, ni Sabandeños ni leches porque en verdad los que me gustan, los que gustaron siempre fueron Los Gemelos. Esos tíos eran fabulosos. Siempre me dieron ganas de secuestrarlos y llevármelos a mi casa (guitarras incluidas) y decirles –hala, venga. Y allí los tres “Pa’ todo el año”, “La noche de mi mal”, “Yo también tuve veinte años”, “Amarraditos”, “Amanecí en tus brazos”, “Cuando vivas conmigo” o “La flor de la canela”. Eso debe de ser lo más parecido al paraíso que pueda existir. Porque María Dolores ha sido (es) muy buena, pero también ha sido muy afortunada. Que te paguen por cantar acompañada por las guitarras de Los Gemelos es mejor incluso que ser rey en el exilio o presidente del COI. Eso sí que es el trabajo perfecto. Ésa sí que es la ilusión de mi vida. Y en mi ranking de envidias, sanas e insanas, María Dolores Pradera figura en el podio.

He citado varias canciones pero me entretendré, de las suyas, en mis dos favoritas. La primera es una de las obras cumbres (en mi opinión) del despecho en español: “El rosario de mi madre” (devuélveme mi amor para matarlo, devuélveme el cariño que te di). Fundamental cantarla con el alma en la garganta. Te deja nuevo. La segunda es “La canción y el poema”, canción tramposa de apariencia insignificante pero absolutamente devastadora, canción a la que vuelves y vuelves y vuelves sabiendo que te deja siempre el alma hecha jirones, pero vuelves y vuelves y sigues volviendo.

María Dolores Pradera no se ha muerto. Y que no se muera nunca. Y si algún día eso ocurriera, Señor Gemelo que aún está con nosotros (el otro ya hace tiempo que dejó de poner sus barbas a remojar), que, bueno, en confianza, que aquí estoy yo, para lo que haga falta, con jazmines en el pelo, con rosas en la cara.