jueves, 8 de marzo de 2012
Se equivocaba
Ahí están, comiendo el pan que alguien les ha echado. Ocupan la ciudad, la llenan de heces y la gente les da de comer. En la plaza de la Virgen venden grano para alimentarlas y conseguir bonitas fotos con ellas cuando debieran alquilar escopetas de perdigones y, por cada diez palomas abatidas, visita guiada a la catedral gratuita con fotos con el arzobispo junto al Santo Cáliz y el brazo incorrupto de San Vicente. Pero no, la gente les echa de comer. Ceremonia inaugural del Mundial de España 82. Un niño grimoso salió al centro del campo con un balón. Lo abrió y una paloma comenzó a volar. Un momento emotivo cargado de simbolismo para algunos. Un verdadero monumento al repelús para otros. En aquella misma ceremonia cientos de personas compusieron sobre el césped la imagen de la paloma de la paz de Picasso, con su ramita de olivo en el pico. Ya podía Noé haber soltado un buitre leonado. No había ceremonia sin palomas ni sin suelta de las mismas, aunque en los Juegos Olímpicos tenían cierto encanto ya que, tras encenderse el pebetero y realizarse la suelta, siempre unas cuantas pasaban por encima de la llama olímpica donde morían socarradas. Y la paloma como símbolo del Espíritu Santo. Eso es imagen de marca. Eso es criar fama y echarse a dormir. O a defecar. Las palomas ocupando las ciudades, llenándolas de heces, sin otra utilidad que la de dar trabajo a las tintorerías, lavaderos de coches y empresas de limpiezas de fachadas. Y la gente les echa de comer. Es una invasión silenciosa. Es una invasión paciente. Las palomas educando a los humanos, domesticándolos. El Gran Palomo acecha. El Gran Palomo, que tal vez sea cojo, tal vez no, pero que seguro lleva un parche en el ojo como Aníbal Barca, observa con satisfacción cómo sus planes se van cumpliendo. La gran invasión está próxima. Las palomas conquistarán el mundo. Las palomas nos someterán. Despertemos de nuestro letargo. Destruyamos a las palomas. Aniquilémoslas. Combatamos a nuestro real enemigo. Todos a las barricadas.
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11 comentarios:
Ratas con alas. En la plaza del Duomo de Milán también hacen eso de venderte granos para hacerte la foto rodeado de palomas, como si fuera bonito (o higiénico). Eso sí, como buenos italianos, costaba más deshacerse del vendedor que de las palomas.
No sé por qué intuyo que has tenido algún problema con una de su especie... A mí ni fu ni fa... Será que no hay muchas por donde vivo y no me acerco a la Puerta del Sol para contemplarlas o al Retiro para darles de comer...
Yo las exterminaba a todas. Y a las gaviotas. Y a las garzas. Y a los gorriones. Y... Y... Menos el pollo criado en granjas exclusivo para el consumo humano (y las gallinas ponedoras, por los huevos), por mí que se carguen a todas las aves y pájaros de la faz de la tierra habidas y por haber.
En casa de mis padres se coló un periquito por la ventana y se quedó a vivir. Le llamábamos "Bicho". Era todo un personaje. Vivía a sus anchas. Le eché una lagrimilla cuando murió.
¿En Milán son italianos? Yo pensaba que eran ya casi alemanes. ¿O era en Turín? Tendré que ir a comprobarlo.
En nuestro balcon, vivimos en el último piso, les ha dado a las palomas por permancer sin dejar de hacer lo que más les gusta.
Iluso de mi, puse unos cedes colgados para asustarlas. Creo que oian las musica con algun reproductor palomero.
Puse unos obstaculos para que no pudieran aterrizar, pero ni por esas.
Nos hemos rendido..Las palomas han ganado una vez más
si te compras la escopeta pasate por nuestra casa!
Si a tu ventana llega una paloma...trátala con napalm.
Muy bueno lo del reproductor de cedés.
¿Escopeta? En los pueblos antes era raro que no hubiese alguna en cada casa. Y por la noche la gente salía a matar pájaros que luego se comían: los célebres pajaritos fritos. Nunca los probé. Ni creo que los pruebe. Pero podría conseguir una escopeta de perdigones sin problema. Y matar palomas no es un delito sino un deporte. Al menos el tiro al pichón lo es.
Más efectivo que la escopeta: en el secarral, como tú dices, cuentan las malas lenguas (o buenas) que el sacristán subía al campanario de la colegiata al anochecer, armado con un saco y una raqueta de tenis.
Los últimos peldaños sigiloso, luego abría la puerta de golpe y... ni Nadal es capaz de dar tantos golpes seguidos: alternando drives con revés, y algún liftado.
Su mujer las preparaba escabechadas.
Yo mismo salía con unos cuantos, que parecíamos la banda de Pancho Villa, con las escopetillas de plomos, y unas cuantas cayeron. A la mayor gloria de la conservación de los monumentos belmonteños.
Seguro que Ferrán Adriá sería capaz de deconstruir la paloma liftada escabechada.
Espero que en vuestras correrías por la protección del patrimonio belmonteño causaseis bajas entre los grajos, que también tienen su aquel. Abramos otro frente.
Lo peor son esas patas carcomidas por la electricidad
Cucumber, electrifica.
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