Si mi padre me hace algún encargo o me pide algún favor dejo todo lo que esté haciendo en ese momento, por importante que sea, y cumplo con el cometido solicitado. No me mueve ni la devoción filial ni un exagerado sentido de la obediencia. Tal y como mi padre te encarga algo, enseguida empieza con las llamadas y los recordatorios. Las veinte primeras llamadas (en menos de un día) son del tipo –perdona que te moleste, ya sé que no es importante y no corre prisa pero no te olvides que… A partir de la vigésima ya cambia el tono y empieza con el victimismo y el sedapenismo –claro, viejo que soy ya y cada vez más solo. Yo confío en mi hijo y ¿qué me encuentro? La desgana. La desidia. El olvido. Supongo que tendré que aprender la lección. Esto es lo que me espera. Es por eso que no dejo que me llame ni una vez. Voy, lo hago y una cosa menos. El problema es que ahí no termina todo pues luego viene cuando me da las gracias, algo que hace con mucho sentimiento y termina emocionado. Joder, que no es para tanto. En fin.
Más interesante se pone todo cuando el encargo tiene cierta complejidad. Pongamos un ejemplo: me pide que le pase la ITV. La complejidad viene porque tengo que ir a recoger el coche y luego devolvérselo. Vivo a un cuarto de hora andando de su casa. Yo no le veo problema: voy dando un paseo, cojo el coche, paso la inspección, se lo devuelvo, me vuelvo andando y asunto concluido. No. Otras veinte llamadas del tipo –casi mejor te recojo, luego me dejas, luego me recoges, a mitad de camino, ahí no que hay un carril bus, veinte metros detrás, mejor al otro lado de la calle y así luego aprovecho, casi mejor ven, no vengas, voy, no voy. La leche.
Cuando más disfruta mi padre es con la concentración familiar anual. Los días previos nos cose a correos sobre itinerarios, alternativas, información meteorológica y demás. El día del viaje él suele ir por delante. Ese día los de Telefónica se forran (y cuando digo Telefónica es Telefónica. Mi padre es de Telefónica y de El Corte Inglés. No digo que tenga acciones o que participe de sus beneficios. Hay gente que tiene devoción por unos colores deportivos. Otros se identifican con unas siglas políticas. Otros toman partido por unos concursantes televisivos. Mi padre es de Telefónica y de El Corte Inglés. Festeja sus resultados económicos, los cuales vive como si fueran propios, y trata de hacer proselitismo constantemente como si llevase comisión. En ese sentido mi madre se le parece sólo que ella es de Televisión Española. Vive pendiente de los resultados de audiencia del día anterior. Si gana Televisión Española está contenta. Si no, rabia. Si quieres amargarle la Nochevieja a mi madre no tienes más que comentar quiénes van a dar las Campanadas en la competencia. Sólo pensar en la posibilidad de que no va a ver las Campanadas en la Primera la hace ponerse verde de ira e indignación). Y los de Telefónica se frotan las manos ese día porque no para de llamar –por dónde vais, y los críos, hay niebla, hay un bache, hay un accidente, llueve, no llueve, no hay niebla, no hay baches, cuando llegues la primera rotonda no, la segunda, no te metas dentro, avisa cuando estés cerca y ya te guío. Y como somos cuatro hermanos en cuatro coches, pues multiplica.
Y cuando ya hemos llegado y nos sentamos los diecinueve a comer o a cenar, en una o dos mesas, mi padre está gracioso y simpaticón sintiéndose el patriarca del gran clan mientras mi madre sólo está pendiente de que nadie hable alto no vayamos a molestar y de que no sobre comida. Y los cuatro hermanos nos miramos, suspiramos y nos quedamos pensando –hay que ver lo que nos van a costar de criar.
domingo, 5 de febrero de 2012
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7 comentarios:
Yo es que ya sé que si no hablamos de fútbol o de política, no hay problema... Y, sí, también les pasa esa fidelidad a lo de siempre en casi todo... Ese gen resistió una generación más, por lo visto...
Este fin de semana he celabrado con mi familia (somos pocos. Total 9) el cumpleaños de mi padre. 76 años.
Y permíteme que me ponga en plan abuelo cebolleta.
Disfruta esas comidas familiares como si fueran la última que estáis todos juntos.
Yo he visto muy tristes a mis padres.
Siento si he bajado los ánimos de alguno.
Cuando mi padre me encarga algo ya puedo volar a hacerle el recado si no quiero que me torture via telefónica durante las siguientes 24 horas.
Mis padres son un pelín mayores que los tuyos y, aún así, no pienso que me queda poco de ellos. Mi madre sí que vive de esa manera agónica y piensa que lo que no hagamos hoy juntos es algo ya perdido y que jamás recuperaremos. Y cuando estamos juntos piensa que a lo mejor es la última vez. El caso es que cada vez disfruta menos. Yo me enfado con ella pero no puedo con ella. Ni podré.
joder... yo a mis 37 ya soy como tu padre. Me pongo muy cansina con la organización y reorganización de cualquier acto extraordinario. (aunque sea como quedar con una amiga con la que nos ayudamos mutuamente con los críos)
¿Quién dijo que fuera fácil ser hijo? Dicen que ser padre es una enfermedad que dura toda la vida, pero por lo menos la cubre la Seguridad Social. Ser hijo no.
No es fácil pero es más facil. Ser buen hijo no es complicado. Ser buen padre...yo qué sé.
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