martes, 15 de noviembre de 2011

Tres días de noviembre


Segundo domingo de noviembre y, un año más, y van cinco, a las once y dos minutos de la mañana salíamos corriendo de Behobia camino de San Sebastián. Dentro de la lotería que supone la climatología, este año nos tocó calor excesivo y así, entre los veinticuatro grados a la hora de la carrera y las casi tres semanas que estuve de parón, me apunté a la modalidad de carrera a cámara lenta. Ni siquiera la pancarta de ánimo de mi chaval en el kilómetro diecisiete me hizo acelerar. Aún así acabé fundido y con las ganas de volver a correrla los próximos quinientos años intactas. Sigue siendo la mejor carrera del mundo.

Este año la Behobia tenía para mí un nuevo aliciente. Mi sobrina tiene una amiga cuyo padre ha terminado haciendo amistad con mi hermano. Dicho padre es miembro de la directiva del C.D. Fortuna K.E., sociedad deportiva centenaria que es la que organiza la Behobia. Le comentó mi hermano que yo iba todos los años y éste le pidió a ver si podía escribirles algo para la revista que siempre editan para la carrera.

-Bien, pero ¿qué es algo?
-Pues no sé. Ahora están obsesionados con el running como fuente de turismo.
-¿Y qué es el running?
-Lo que tú haces.
-No. Yo corro.
-Pues escribe lo que quieras.
-Coméntale si le parece bien que haga una especie de crónica de nuestros tres días del fin de semana de la Behobia. Y pregúntale también si tengo que hacer mucho la pelota.

Una semana después.

-Que vale. Y que cuanto más hagas la pelota, mucho mejor.

Me senté, junté cuatro letras, las rocié de azúcar, las sumergí en almíbar, las regué con miel y las envié.

-Oye, que les ha gustado mucho.

Un mes después.

-Oye, que te lo van a publicar.

La revista de la Behobia tiene una tirada de veinticinco mil ejemplares. Iban a publicar un escrito mío en una revista con una tirada de veinticinco mil ejemplares. Vamos a pasar por alto las características de este tipo de revistas, llenas de publicidad de los patrocinadores, información general sobre la carrera, autobombo de los organizadores y algunos consejos médicos. No hace falta que profundicemos en el hecho de que estas revistas más que leerse se ojean. El dato real e incontestable es que yo iba a publicar en una revista de veinticinco mil ejemplares. Y mi ego, algunas veces aletargado pero siempre preparado para expandirse hasta el infinito, se sintió complacido.

Sábado por la mañana. Feria del corredor en el Kursaal. Había veintitrés mil inscritos a la carrera por lo que la feria estaba de bote en bote. Recogí mi dorsal, recogí la bolsa del corredor, cogí la revista y busqué mi escrito. Allí estaba. Media página la ocupaba una foto de no sé quién. El resto la ocupaba el texto. Seiscientas palabras de texto. Las seiscientas primeras de mi escrito. ¿Y el resto? No estaban. Lo habían cortado. Cupo lo que cupo y el resto a hacer puñetas. ¿Me llamaron para que lo redujese? No. ¿Me preguntaron mi opinión? No. Cortaron y ya está. Y me quedé un tanto desilusionado. Bueno, muy desilusionado.

Fui con mi hermano y me presentó al directivo. Estaba muy agobiado con el trajín de la feria. Todo el trabajo y toda la responsabilidad del mundo recaían sobre sus hombros. Estaba desbordado. Aún así charlamos un rato. Cuando ya nos íbamos a despedir le dije –antes de irme me gustaría decirte dos cosas. La primera, muy bien y, por tanto, muchísimas gracias. La segunda, muy mal y aquí tienes un papel donde os explico del mal que habéis de morir del primero al último de la directiva.

Adjunto el texto. No es obligatorio leerlo. Tampoco es gran cosa.

La Behobia San Sebastián comienza el viernes por la tarde previo cuando tres amigos de los de toda la vida se reúnen. Uno viene de Madrid. Otro viene de Valencia. El tercero vive en San Sebastián. El madrileño y el valenciano vienen solos o con su familia o con más amigos pero vienen sin falta al reclamo de la amistad, de una ciudad y de una carrera. El donostiarra acude un año más con la excusa de que este año no ha podido prepararse. Tal vez corra el año que viene. Esa misma tarde, sin haber deshecho siquiera el equipaje, los tres amigos se reúnen en la Parte Vieja. Y no necesitan a nadie. Podrían estar solos y estar a gusto, pero no es así. Para el madrileño y el valenciano, experimentados en muchas carreras y maratones por España y Europa, siempre es grato sumergirse no sólo en una ciudad como San Sebastián, que ya de por sí merece todas la excusas para acercarse, sino en una ciudad que acoge y vive una carrera como si fuese una fiesta. En la televisión se ocupan de ella de manera extensa, algo impensable en Madrid y Valencia. Y esa misma tarde la ciudad empieza a llenarse de gente delgada con la cara chupada que se miran unos a otros con gesto de complicidad y, para qué mentir, con gesto de competitividad –a éste yo le gano. Y el madrileño y el valenciano se sienten en su casa, en su ambiente. Y ya que están por la Parte Vieja, pues tendrán que tomarse algo. O si no, este año igual se pasan por el Antiguo. O por Gros. O por…

Sábado por la mañana. La intención siempre es ir temprano al Kursaal. Tiene que dar tiempo a todo. Y todo es recoger el dorsal, visitar detenidamente la feria del corredor y luego tomarse unos potes y comer como Dios manda. Lo de ir temprano no siempre lo consiguen. Con el resto cumplen escrupulosamente. Cuando uno ha ido a San Sebastián tal vez haya cosas a las que se puedan renunciar pero hay muchas otras irrenunciables. Y los pinchos y la comida, para alguien que viene de fuera, es casi sagrado. Y sin casi. Y eso que son corredores de fondo. Si fuesen lanzadores de peso dejaban la ciudad sin existencias.

La tarde del sábado es más tranquila. O muy tranquila. Al fin y al cabo el domingo hay que correr. Pero siempre hay tiempo, si queda buena tarde, para dar un paseo por Ondarreta y llegar hasta el Peine de los Vientos. Y ver la bahía conforme va cayendo la noche. Los tres amigos sentados o paseando, sin apenas hablar, disfrutando del paisaje, disfrutando del momento. No es la primera vez que lo viven, ni la segunda ni la tercera, pero hay espectáculos a los que el alma nunca se acostumbra, espectáculos en los que el alma nunca podría dejar de disfrutar.

Domingo por la mañana. La cita es temprano en la estación de Amara para coger el Topo. Aquí sí que son puntuales. Hay otras formas de acercarse a la salida pero meterse dentro de un tren lleno de corredores es parte de la fiesta y no quieren renunciar a ello. Dentro del tren coinciden con corredores de todas partes y se cuentan unos a otros experiencias y batallas en distintas carreras en cualquier parte del mundo. Los corredores cada vez viajan más y el boca a boca es fundamental. Y si alguien que habla tu mismo idioma te cuenta que en una ciudad hermosa se organiza una gran carrera ya sabes dónde tarde o temprano vas a ir.

Luego el ritual. Guardarropía, calentamiento ya concentrados y a la zona de salida, sin distracciones. La organización por cajones, el cronometraje con chip hace que se despreocupen de todo porque saben que van a hacer su carrera y van a hacer su tiempo. Y no han de preocuparse más que de correr. De correr y de disfrutar.

Dan la salida. Y a partir de ese momento ya todo es inenarrable. Han viajado mucho el madrileño y el valenciano y, en Europa, sólo han vivido algo similar en el maratón de Berlín. El hecho de que una carrera sea algo más que una carrera, que llegue a formar parte de la vida de todas las localidades que unen Behobia con San Sebastián hace que el corredor se sienta protagonista, se sienta una estrella, se sienta importante. Y cuando da igual que haga buen tiempo, que llueva o que haya temporal porque el río de gente que sale a jalear y a vitorear al corredor está ahí, imperturbable, las sensaciones dentro del corredor se disparan y se siente pleno disfrutando de una afición casi siempre incomprendida y siempre inexplicable. En la Behobia San Sebastián un corredor no se siente corredor. Se siente grande, muy grande. Y eso es algo demasiado hermoso como para perdérselo. Y éste será el quinto año consecutivo que el valenciano y el madrileño vienen a la Behobia San Sebastián. Y no será el último pues si alguien quiere buscarlos el fin de semana del segundo domingo de noviembre de los próximos mil años (o más) no hace falta que pregunten. Ya saben dónde tienen que ir. Y para que todo sea perfecto sólo faltará una cosa y esa es que el amigo donostiarra un año se prepare y corra y viva esa carrera. La carrera perfecta pasa por la puerta de su casa y él se la está perdiendo.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi marido la corre, aunque lo pasó chungo con calor+viento y nosotros, por supuesto, ahí estuvimos, animando (siempre nos ha gustado el ambiente de esa carrera). Hasta pensé "alguno de estos mataos va a ser el cariacontecido" ;)
¿En qué nº de la revista Fortuna te lo han publicado? A nosotros nos la mandan porque organizan también mucha actividad de montaña y gestionan varias actividades deportivas de Sanse. ¿En la que en la portada sale una montaña nevada?
Saludos campeón,
Jaramiel

Juan Rodríguez Millán dijo...

Amigo impenitente, enhorabuena por el texto. Ya sabes de sobra lo que me encanta leer cosas así de la que, en el fondo y en la superficie, y sin vivir allí nunca, es mi ciudad.

Hay que ser cafre para cortar un artículo así por las bravas. Cafre y mal periodista. O editor. O persona. ¿Tanto costaba preguntarte o decirte el límite de palabras que tenías? No, no costaba. Pero es que hay cafres por ahí sueltos...

Álex dijo...

Cortar un texto así para poner una foto más grande sólo se le ocurre al que asó la manteca. Por otro lado, ya estás más cerca de saber cómo nos sentimos algunos cuando el jefe de turno decide cambiar un titular sin previo aviso y luego el marrón se lo come el que firma.

cucumber dijo...

Animo, y sigue escribiendo tan bien. Solo tienes que luchar contra los elementos en una carrera, no en el mundo de las letras.

Peri Lope dijo...

Bueno, Impenitente, ánimo, que eso no es nada: ya leemos tu artículo quienes te sabemos apreciar. Una pena, en cualquier caso, que no lo puedan hacer los participantes de la Behobia, porque el texto es bueno. Yo creo que esa revista es un poco irreal, como la mili y otros ámbitos de la vida, esa de los trabajos que últimamente no salen y que espero que vayan saliendo.

Me alegra que te hayas incorporado a las carreras. Yo me he incorporado a tu blog, que lo leo a rachas.

Peri Lope dijo...

Por cierto, a ver si te animas y me mandas un micro a SIN TRAMA Y SIN FINAL. Esto sí: máximo doscientas palabras, no vayas luego a preguntarme por las otras quinientas que escribieras...

3'14 dijo...

¿Dónde exactamente efectuaron el corte? Digo yo que quien leyera tu texto no entendería nada si además el título de este es el mismo que acompaña la entrada... Una lástima, porque tus crónicas son una delicia, y mira que a mí lo de las carreras como que me interesa más bien poco, pero tu forma de narrar cualquier historia, la pasión que pones en cada una de las frases con las que vas tejiendo el relato me atrapa.
Como lectora de este blog me siento afortunada por haberte descubierto hace ya unos cuantos años. (Te lanzo el panal entero, de corazón, y también para intentar compensar un poco el irreparable daño que seguro sufriste al ver tu texto mutilado)

El Impenitente dijo...

Jaramiel, es en la revista de la carrera, la que dan con la bolsa del corredor. La portada es roja con una franja azul en diagonal y pone 100 urte kirolean zorionak Fortuna que significa allá en el rancho grande, allá dónde vivía en euskera.

Me gusta mucho tu pueblo, Juan. Y siempre lo paso muy bien cuando voy por allí.

El texto lo cortaron en donde dice -donde tarde o temprano vas a ir. Y sí es una gaita, aunque espero tener otra oportunidad de ver un texto mío publicado.

Sobre jefes y marrones también podría ser una etiqueta para las entradas. Me saldrían unas cuantas.

Peri Lope, lo tengo pendiente, ya lo sé. Prometo antes de final de año enviarte algo. Y que sepas que no paso lista. Puedes pasar por aquí cuando quieras y si quieres.

Pi, te lo agradezco pero te has pasado. Otro panalazo así y cien mil millones de moscas acudirían a mí y todas golosas morirían presas sus patas en mí.

G. dijo...

Qué envidia. Yo sólo vivo algo similar en las raras ocasiones en que en mi honor (y en el de mi ocasional compañero de dobles) suena el Oliver y Benji en el Torneo Cinco Naciones de Futbolín.
El jueves nos vemos. A ver si por una vez suena para nosotros dos que ya va siendo hora. Y enhorabuena por esa publicación que no será la última.

El Impenitente dijo...

Mejor "Oliver y Benji" que "We are the champions". Y no creo que "Oliver y Benji" suene por mí. Con el futbolín me pasa como al del chiste, que me encanta jugar y perder. Mañana sincronizaré relojes.

Anónimo dijo...

Uy, ya te he "releído" amputado, incluso me he permitido hacerme la enteradilla y contarle a mi marido el final del relato ;)
También me he enterado de tu nombre o sea que en la próxima Behobia buscaré tu dorsal.
Jaramiel

SisterBoy dijo...

Tantos años de escritura bloguera te han preparado para esto :), espero que sea el comienzo de una carrera reportera.

El Impenitente dijo...

Pensaba que nadie había leído mi escrito en la revista. Ahora ya sé que al menos son dos. No está mal. Y Jaramiel, si el año que viene seguimos por aquí ya organizaremos algo entre tu tropa y la mía.

¿Carrera reportera? Gracias, hermano. Ya te lo iré contando. Y sí que es verdad que a escribir se aprende escribiendo. Leyendo también, pero sobre todo escribiendo.