domingo, 9 de octubre de 2011

Manifiesto purista

Cuando el estadounidense Frank Shorter ganó el maratón olímpico en el año setenta y dos en Munich, los gringos se volvieron locos y no se les ocurrió mejor manera de festejarlo que echarse a la calle y empezar a correr. Algunos descubrieron entonces que correr podía ser divertido y las marcas deportivas se frotaron los ojos ante el nicho de mercado que de repente se abría ante ellos. Esa fiebre llegó a España a finales de los setenta, principios de los ochenta y fue bautizada como footing. ¿Era el footing lo mismo que correr? No. El footing era un deporte que practicaban unos señores que se ponían un chándal de algodón y unas zapatillas de tenis empujados quizá por algún médico rarito, tal vez para engañar a su propia conciencia pensando que así compensaban hábitos insanos (aunque a finales de los setenta poquísimos hábitos eran insanos) o porque se puso de moda. No cuajó el footing pues, como digo, casi nada era insano y, a pesar de tantos años de catolicismo obligatorio, no estaba entonces muy arraigado el sentimiento de culpa en determinadas actitudes y no era considerado un pecado terrible ni beber, ni fumar, ni comer alimentos grasos (el colesterol es un invento posterior), ni estar gordo. Así la gente se ponía el chándal, las zapatillas, salía a la calle, se lanzaba a practicar el footing (que no a correr) y no antes de cinco minutos, congestionados al borde de la embolia y con un pulmón en la mano, paraban en un bar y cañas, bravas, gambas, carajillo, cigarro, palillo entre los dientes y punto y final a una prometedora carrera atlética.

Paralelo al footing estaba el jogging. Era más o menos lo mismo sólo que el jogging se realizaba con chándal, calcetines y zapatillas rosas, cinta en el pelo y poses siempre muy estilosas. Para practicar cinco o diez minutos (a lo sumo) de jogging se necesitaba una hora mínimo de preparación y acicalado. Visto con el paso del tiempo el libro de estilo de finales de los setenta ocupaba una línea o ninguna, pero entonces dio el pego y el jogging era coquetuelo y resultón. Tampoco cuajó. El huracán Jane Fonda, su aerobic y los calentadores lo devastaron todo y el chándal rosa buscó y encontró su hábitat natural los sábados en los hipermercados y con los tacones puestos, arreglada pero informal.

Muy tranquilos estuvimos los corredores hasta que, muchos años después, a principios del siglo XXI, apareció el fenómeno del running. Y apareció, por supuesto, con todos los vicios de la época. Un tío, por la razón que sea (médica, quedar bien con su jefe o con algún cliente, porque lo hacen sus vecinos) empieza a correr y las endorfinas lo atrapan. Y entonces saca a relucir su vena consumista y se va a una tienda especializada donde se deja aconsejar por algún gurú y se compra uno o dos pares de zapatillas de un precio no inferior a doscientos euros porque es de los que piensa que cuanto más caras son unas zapatillas más deprisa se corre. Y luego se gasta en el resto de equipación (camisetas, pantalones, cortavientos, calcetines, mallas, guantes, gafas de sol, gorro y demás) no menos de quinientos euros. Y como también es devoto de las nuevas tecnologías se compra un chisme para llevar en la muñeca con cronómetro, pulsómetro, gps, medidor de consumo de calorías, marcador de ritmos y no sé cuántas mil zarandajas. Y, por supuesto, también tiene un iPijos con una aplicación conectada con su perfil en Facebook que, cuando corre, indica que lo está haciendo, por dónde y a qué ritmo. Incluso esa aplicación (utilísima, no cabe duda) le señala cuánta gente hay en ese momento a su alrededor practicando deporte. Y luego no puede pasarse más de una semana sin visitar al fisioterapeuta. Y como se piensa que los médicos son gente honrada se pone en sus manos y visita al podólogo para hacerse un análisis de pisada y, por supuesto, sale de allí con unas plantillas que, por su precio, han debido ser modeladas por el mismísimo Miguel Ángel Buonarotti. También visita al cardiólogo que le obligará a realizar pruebas de esfuerzo semestrales únicamente para estar tranquilos. Y luego se compra todas las revistas en cuyo encabezamiento ponga running o runner y no sólo se las empolla sino que, además, se las cree. Ni por asomo se plantea que en cada artículo o en cada reportaje los de la revista están tratando de venderle algo. Y rendido a los placeres de la vida sana, de la que se ha convertido en abanderado, se vuelve un obseso de la alimentación. Él no come sino que ingiere líquidos, hidratos y proteínas en su justa proporción. Incluso antes de una carrera lleva a cabo la dieta disociada. Y el caso es que, con todo lo que lleva encima, con toda su obsesión, con todo el gasto realizado nuestro amigo el runner se apunta a una carrera y, por corta que sea, es incapaz de correr por debajo de un promedio de seis minutos el kilómetro y cuando llega a la meta ya están barriendo. Podría explicarle que correr es un deporte barato, muchísimo más barato que el resto de los deportes. Y muy simple. Correr es el deporte más natural que existe. Pero para qué. El runner sólo se siente a gusto encareciendo y complicando lo que es correr. Que tontos hay en todas partes (y cada vez más) no es ninguna novedad. Los tontos que se dedican a correr son conocidos como runners y practican el running. Por desgracia la carrera pedestre (como el vino, como la ópera, como el gin-tonic) también se ha convertido en uno de los refugios de la estupidez humana.

Y luego está lo que es correr en sí. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión.

14 comentarios:

Juan Rodríguez Millán dijo...

Igual es un claro indicativo de todo esto que "correr" sea la única actividad de este manifiesto que no tiene un nombre cool en inglés. La estupidez humana no es que tenga refugios, es que es inevitable.

Álex dijo...

Tengo un compañero que dice que la fiebre del "running" viene de la mano de las prejubilaciones. Gente de 45 o 50 años que, de repente, se encuentran recibiendo una pasta al mes por no hacer nada y les da por gastárselo en zapatillas, cortavientos, camisetas, fisioterapeutas y plantillas.

Anónimo dijo...

...pues yo me hice ayer las 3 playas enganchada a mi Polar y tan feliciana, ya sabes, la felicidad de la tonta que no es consciente de que está ejerciendo de estúpida y presuntuosa y todo lo demás ;)

Jaramiel (corredora aficionada principiante)

Slim dijo...

se te ha olvidado hablar de los que corren 45 minutos en la cinta del gimnasio, que eso si que es tontuna superlativa

3'14 dijo...

El otro día mi hijo dijo: El tío se va a correr... a lo que este se apresuró a corregir: No majo, se dice: el tío va a correr.

Running, footing, jogging... puñeting... parece que lo dicho en nuestro idioma no es tan "cool".

Bueno, pues lo importante es que quien lo haga sea a gusto.Yo si no fuera tan perraca lo ejercitaría, sale bien económico... pero uff... si es que doy un par de zancadas y ya estoy echando las tripas.

El Impenitente dijo...

Pues el sábado estaba haciendo cambios de ritmo y me pegó un pinchazo en la parte trasera del muslo que me quedé clavado y ahora me toca estar en reposo dándole vueltas al futuro sin saber. Y aunque la lesión ha sido consecuencia de haberme excedido entrenando no dejo de pensar que es un justo castigo por ser tan faltón y tan listillo, así que agacharé la cabeza y no diré nada sobre los que se corren en cinta (y mira que me apetece) y sólo mostraré mi envidia por los prejubilados, esa casta de afortunados.

Enhorabuena, Jaramiel. Con un diez mil a las espaldas ya no se es tan principiante. En la culata ya hay una muesca. Y eso imprime carácter.

Peri Lope dijo...

Pues a cierto conocido (que no soy yo) le ha dado por el senderismo. Dice que en los próximos meses piensa hacerse la comarca que rodea Olmedo, transitando los caminos que comunican sus pueblos y todo eso... A mi senderismo me parece una palabra muuy chula. Sinceramente no creo que haya anglicismo que lo supere, y ni siquiera que lo iguale.

Cuídate esas cosas de los pinchazos. Una pregunta: ¿cambias de ritmo porque no vas bien, porque quieres ir mejor, o porque te gustan los pinchazos en el muslo?

cucumber dijo...

Buena crónica, que por cierto se puede extender a muchos mas ejercicios..vease cliclismo sin ir más lejos. Por que ahora muchos salen antes en bici sin rueda delantera que sin su Garmin, Polar...etc..etc.

El Impenitente dijo...

Mejor que tu conocido haga senderismo y no trekking, aunque no sea tan cool.

Los cambios de ritmo (o fartlek. Esta palabra no es tan cool pues es polaca) son un vicio. Nunca me siento tan corredor como cuando hago cambios de ritmo por el secarral por terrenos embarrados con frío, lluvia y viento. Es el placer por el placer.

No quiero ni pensar lo que debe de ser en ciclismo con el material de la bicicleta y de los cuadros.

SisterBoy dijo...

Siempre había querido saber la diferencia entre el footing y el jogging y por fin lo he averiguado :)

Eso del running primera vez que lo oigo :(

Altosybajos dijo...

En cada frase he creido ver el nombre de alguno de los que almorzábamos este pasado miércoles.
Razón no te falta en el fondo del asunto. Pero los que a finales de los setenta corríamos por la Alameda de Valencia de fuente a fuente teníamos muy claro que éramos corredores de fondo.
Y hay nombres muy bonitos que describen este deporte:
Carrera de fondo, carrera de largo aliento, carrera de resistencia.
En definitiva CORREMOS por el único placer de poder seguir corriendo cada vez más lejos y más tiempo.

El Impenitente dijo...

Yo también pienso que en la Alameda, de fuente a fuente, está la esencia del corredor valenciano. En la Alameda debiera empezar y terminar siempre la media y el maratón en Valencia, aunque no fuese más que por devoción y respeto. Yo no estuve allí a finales de los setenta (entonces mi paraíso como corredor era el Retiro y un terreno enorme junto al colegio conocido como La Campana) pero sí a principios de los ochenta y de fuente a fuente, siendo un chaval, conocí a mucha gente. Ninguno de aquellos ni era ni ha sido un runner.

J.P. dijo...

Una lástima, si hubieses tenido un iPijos, te habría avisado antes del pinchazo. Seguro que ha sido porque llevabas los calentadores rosas muy ajustaditos...

El Impenitente dijo...

En realidad el pinchazo me dio porque me puse liguero con los calentadores rosas. Y me hizo reacción.

Por cierto, cuando nos veamos recuérdame que te cuente la vuelta tras el pinchazo. Tuvo su guasa.