Me resulta sorprendente la evolución que ha sufrido el cuerpo humano en los últimos años, especialmente en las extremidades inferiores. Cuando yo era un chaval teníamos pie, espinilla, gemelos, rodilla y muslos. Y algunos, los que eran buenos, tenían abductores. Y todas nuestras lesiones musculares se reducían a torceduras de tobillo o a tirones. – ¿Qué te pasa? -Nada. Que me ha dado un tirón. Y parabas hasta que se te iba el dolor. Ahora no. Ahora todos los chavales tienen cuádriceps, isquiotibiales, piramidal y psoas. Y luego tienen distensiones, contracturas y elongaciones. También es verdad que ahora todos los chavales van depilados mientras que otros tenemos canas hasta en las piernas. Tal vez la clave esté en los pelos. Las piernas con pelos son rudimentarias mientras que las piernas depiladas son más sofisticadas. Es probable que sea eso.
Haciendo cambios de ritmo un sábado por la mañana me pegó un pinchazo en la parte trasera del muslo que me dejó clavado. Paré una semana. Lo intenté al sábado siguiente pero tuve que volverme a casa por el dolor. Debí haber ido al fisioterapeuta pero no forma parte de mi credo. Lo curioso fue que el fisioterapeuta vino a mí. Me encontré por la calle con Marco climaterio, fisio él, a quien le conté mis penas. –Tranquilo, es una microrrotura en el isquiotibial. –Perdona, pero yo de eso no uso. Tengo pelos en las piernas. No me hizo caso. Me enseñó un par de ejercicios, reposo, calor, frío y dos semanas y media después del pinchazo ya estaba rodando por el río.
Con el parón me perdí el correr la media maratón de Valencia, como era mi intención. De hecho estaba inscrito (la última vez que le doy mi dorsal a nadie sin pedirle antes el currículo. Eso de ver mi nombre en una clasificación con un tiempo que haría tranquilamente a gatas me tiene la sangre revuelta) pero no me atreví ni a intentarlo. Siempre me quejo de que en Valencia y su provincia hay mucha afición a correr pero muy poca al atletismo. Cualquier carrera junta no menos de quinientos corredores pero, viéndola y animando, cuatro o cinco contando a los conductores que pitan cabreados. El caso es que no tengo mucho derecho a quejarme, puesto que correr sí que corro pero nunca he ido a ver una carrera. Y por esta razón, y porque muchos amigos y conocidos la corrían, me bajé el domingo por la mañana a ver la media.
La salida era a las nueve y media junto al puerto. Ocho mil quinientos inscritos. La carrera ya va cogiendo unas dimensiones importantes. Los corredores de la casa a las ocho y media estábamos situados cerca del primer kilómetro. Los negros ya pasaron destacados. Yo estaba todo el rato buscando a los conocidos, saludando a gritos porque nadie mira a los lados en la salida. El caso es que venía gente, mucha gente. Al principio estirados. Luego ocuparon la calzada. Después también las aceras. Nos tuvimos que refugiar tras un quiosco. Diez minutos estuvieron pasando corredores. Me resultó muy bonito. La calle era nuestra.
Nos fuimos paseando hasta cerca del kilómetro once. Los negros tardaron poco en llegar. El grupo ya se había ido disgregando. Pasaron volando, sin hacer ruido, sin tocar el suelo, sin esfuerzo aparente. Mi crío me preguntaba -¿estos corren más que tú? –Sí. –Pues apúntate a un gimnasio y así les ganas. No quise desengañarle. Cómo corren. Qué barbaridad. Qué naturalidad. Son realmente superiores, desde luego. Mucho después de los negros empezaron a llegar los mortales. Parecía que iban despacio. Y al rato comenzaron a llegar los conocidos (bueno, todos menos uno). Las caras eran de concentración. Saludaban pero ya sin grandes aspavientos, sin los excesos de adrenalina de la salida. No estaban para muchas bromas, desde luego, así que aplausos, ánimos, gritos y poco más.
Del kilómetro once nos pasamos al diecinueve para lo cual tuvimos que girar nuestro cuerpo ciento ochenta grados. Fue un gesto de mala educación el dar la espalda a todos los corredores que todavía iban por el once pero ver a los negros es un placer al cual no suelo tener acceso y al que no quería renunciar. Pasaron dos muy destacados (terminaron bajando de la hora). Luego comenzó un goteo. Las caras ya no eran las mismas que en el once. Al mucho rato comenzaron a llegar los mortales. La gente iba ya descompuesta. Llegan los conocidos e intentas decirles algo agradable, animarlos, aplaudirlos. Van todos al límite. Te da hasta apuro. La mayoría ni te mira. A lo sumo hacen una mueca. Visto como espectador podría parecer algo incomprensible que tantísima gente pudiese estar haciendo un esfuerzo que conllevase tanto sufrimiento. Parecía algo absurdo, ilógico. Pero yo no pensaba eso. Por una parte estaba emocionado. Me parecía algo muy hermoso, épico, homérico. Y luego estaba muerto de envidia. Cuando llegas al diecinueve, cuando ya se huele la meta, cuando algo en tu cabeza se conecta y las piernas te responden, vas muerto, sí, pero todavía puedes, puedes un poco más, y das otro paso, y otro. Y sigues corriendo. Yo aplaudía lo que podía, gritaba lo que podía. Pero no estaba en mi sitio. Estaba fuera de lugar. Mi sitio estaba justo al lado, con la cara contraída, con el gesto deshecho, con la cabeza tratando de convencerme de que es posible, de que está hecho, de que sólo un poco más para llegar al veinte, que del veinte a meta no cuenta, que ése se hace solo. Mi sitio estaba justo al lado, sudando, sufriendo y con las piernas obedeciéndome. Y volvíamos a casa y tenía un sabor de boca bastante amargo. No es fácil ser espectador cuando uno suele ser actor. No es divertido ser observador de una fiesta en la que uno siempre participa. No me gusta quedarme fuera.
lunes, 31 de octubre de 2011
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9 comentarios:
Yo es que ya me considero retirado, así que estoy acostumbrado a esa mirada. En el último partido de fútbol que jugué, me hice un esguince en la muñeca derecha. Y me lo hice en el calentamiento (si es que soy de la Real, no podía ser salvando un gol y la victoria). Un simple esguince, ¿eh?, que yo debo de ser de los de antes también.
vaya, pues me acorde de ti aquel dia, porque tuve que ir a cuidar un examen al campus de tarongers, cerca de donde pasaba la carrera. Además de que con la fiebre corredora que hay ahora en valencia ya no eres tu solo el unico loco que conozco que corretea, que sois muchos ya, y algunos hasta hacen medias maratones!!
cuidate la lesion y haz caso al fisioterapeuta. besos con linimento.
¿Besos con linimento Sloan, el tío del bigote? Vaya.
http://www.pueblos-espana.org/fotos_originales/4/9/8/00487498.jpg
Ya estoy bien. Estos días he aprovechado y he corrido bastante (aunque no he pasado por donde me dio el pinchazo. ¿Supersticioso? En absoluto). Ahora sólo tengo que empezar a replantearme objetivos.
Y espero que la fiebre de correr en Valencia se apacigüe durante el invierno pues el río está imposible. Y ya sabes cómo somos de intransigentes los que nos pensamos que el río es nuestro.
Juan, aceptamos esguince. Y un portero como tú se merece un partido homenaje. Sin lesiones en el calentamiento, claro.
jaja con ese , con ese, que es un mejunge buenisimo, mano de santo.
igual de intransigentes que los que levantamos la ceja a las 7.45 en el atasco del carril bici en la esquina blasco ibañez-avenida aragon.brrr
La soledad del corredor desfondado
"Me resulta sorprendente la evolución que ha sufrido el cuerpo humano en los últimos años" Si es que partes de la base a de forma incorrecta... el cuerpo humano no, tu cuerpo es el que ha mutado. Los tecnicismos estaban ahí, pero no hacíamos uso de ellos, tampoco sufríamos microroturas (o lo desconocíamos) y estamos más cerca de la osteoporosis que de sufrir raquitismo. Ánimo campeón. En cuatro días estás como nuevo para otra carrera desde pista y tres desde la barrera (soy especialista en consolar a la gente,eh???)
Bueno, un poco solo sí que se siente uno, pero sólo me permití tres segundos de drama. Me resultó más entretenido empezar a replanificarlo todo. Lo importante son los objetivos.
No te olvides de la artrosis y de la artritis, si es que se llaman así y no tienen un nombre muchísimo más complejo y sofisticado.
Siempre habrá otra carrera. Y cuando ya no pueda haber carreras, la bicicleta y nadar. Y, cuando no, nos quedará el ajedrez. Y, si no, el cinquillo.
Dos cosillas.
La primera pedir disculpas por el triste espectáculo qye debía ser mi cara en el citado km 19. Has sido una de mis peores carreras. No me retiré por verguanza torera. Y luego descubrí que de haberme retirado no habría desentonado con el grupo climaturio.
Y la segunda agradecer el apoyo.
Tampoco logró entender la mierda de cronometraje que da tiempos, y buenos por cierto, a los climaturios que se retiraron de la carrera.
Es que no se retiraron. Sólo cogieron un atajo.
Tu cara no desentonaba del resto, aunque es innegable que estabas más guapo en Algemesí 2007.
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