domingo, 28 de agosto de 2011

El maravilloso mundo de la mediana edad. Capítulo segundo

Hoy: el lento declinar, el declive físico.

Ha empezado el Mundial de atletismo y no lo están programando en ninguna de las televisiones convencionales. No sé para qué queremos tantos canales en la TDT. No sé para qué mantenemos tantísimos canales públicos. Da igual. Que el atletismo sea un deporte minoritario y casi clandestino no significa que no sea el más hermoso de los deportes. El deporte rey como se dijo siempre. El más maravilloso. Y lo es por muchas razones. Una de ellas es que en el atletismo cabe todo el mundo. ¿Que eres muy rápido? Pues velocista. ¿Que eres rápido y potente? Pues a saltar longitud o triple. ¿Que estás gordo? A lanzar peso. ¿Que eres un armario empotrado? Pues a lanzar jabalina o al decatlón. ¿Que no estás bien de la cabeza? A saltar con pértiga. ¿Que eres un tirillas muy alto? El salto de altura es lo tuyo. ¿Que eres un tirillas canijo? Fondista de los buenos. ¿Que eres todas estas cosas a la vez o ninguna de ellas? Siempre podrás ser corredor popular.

Otra de las ventajas del atletismo es que cuando te cierra una puerta, te abre otra. Siempre te da una patada hacia arriba. Cuando pierdes velocidad tienes el medio fondo. Y después el fondo. Y los crosses. Y la ruta. Y las medias maratones. Y el maratón. Y el ultrafondo. Y la montaña. En el atletismo siempre tienes la posibilidad de retos nuevos. Y aunque dentro de este deporte exista distinción de razas (¡yo quiero ser negro!) y de sexos (se separa la categoría masculina de la femenina), el atletismo es un gran deporte, quizá el deporte más universal, porque en él cabe todo el mundo y a cualquier edad.

Luego viene la motivación de cada uno para practicar el atletismo. Los hay que lo practican por placer, los que son competitivos, los que sólo les interesa ganar, los que quieren mejorar, los que quieren adelgazar, los que lo hacen para comer a gusto y sin remordimientos, los que simplemente quieren sentirse bien o mejor, los que se fijan retos, los que lo hacen por conocer gente, los que lo practican como terapia o los que lo hacen únicamente por vicio.

En mi caso corro más por vicio que por placer. No soy especialmente competitivo. Me encanta ganar pero no me importa quedar el último si mejoro mi marca. Sí me muevo mucho por retos y por el afán de mejorar. Y me encanta comer de todo a gusto. También soy muy frágil. Si las carreras no me salen bien enseguida comienzo a darle vueltas a todo. Y como estoy ya en los cuarenta y cinco tengo miedo al declive. Y no sé cómo afrontaré mi vida atlética en la cuesta abajo.

Pasó el maratón de Madrid y, cuatro semanas después, corrí los quince kilómetros de Massamagrell. Regular mal. Capítulo de excusas: la idea era tomarse esta carrera como preparación para Árboles y Castillos. Como al final no presentamos equipo no tenía sentido correrla pero, ya que estaba apuntado, pues fui. Cuando uno no está nervioso en la salida, malo. En fin, que estaba cansado después de Madrid, sin motivación y, además, el calor y la humedad que hizo aquel día tampoco ayudaron. ¿Se aceptan las excusas? Se aceptan.

Cinco semanas después. Mota del Cuervo. Diez kilómetros. Ridículo espantoso. Capítulo de excusas: bueno, fui a esa carrera a estrellarme. Llevaba cinco semanas tocándome los baudios rodando relajadamente y la intención era ir a Mota a pegarme el batacazo y así motivarme y reaccionar. Y luego hay que añadir las cuestas (qué bonitos son los molinos de la Mota vistos a un palmo de distancia. No es frecuente que los molinos de viento se sitúen en las planicies ni en los valles) y que a las diez de la mañana en el mes de junio al final de la Mancha hace muchísimo calor sí o sí. ¿Se aceptan las excusas? A regañadientes, pero bueno.

Tres semanas después. San Clemente. Diez kilómetros. Mal sin llegar al ridículo. Capítulo de excusas: aquí no me dirás que había cuestas. Hombre, era falso llano. Engañaba. Si, pero te ganó el cantamañanas ese que iba gritando y saludando a todo el mundo, ese al que miraste con cara de –ya verás en la segunda vuelta el repaso que te voy a dar. Efectivamente, veinte segundos te metió. Bueno, pero di ahora el calor que hacía, que el termómetro de la farmacia, que estaba a la sombra, marcó en las dos vueltas treinta y tres grados. Tú con el calor tienes un filón para excusarte. Yo es que con calor no voy. Pues no corras con calor. ¿Por qué no? Pues entonces no te lamentes. ¿Se aceptan las excusas? Nombraré una comisión para ver si se aceptan.

Cinco semanas después. Garcimuñoz. Siete kilómetros. Mal pero regular. Capítulo de excusas: hombre, es el noveno año que vengo y he hecho mi tercera mejor marca. Tampoco está tan mal. Vamos a ver, querubín. Has hecho treinta y cinco segundos más que el año pasado y un minuto y cuarenta y cinco segundos más que hace dos, cuando subiste al podio. El calor era el mismo. Las cuestas eran las mismas. ¿Y dices que lo has hecho bien? Hombre… ¿Estás entrenando? Sí. ¿Seguro? Sí ¿Entonces? Bueno, anoche tuvimos la cena de la patata y después salimos a dar una vuelta. Y seguro que bebiste. Pues… ¿Me estás diciendo que el día anterior a una carrera te fuiste de cena y luego saliste de farra? Sí. ¿Tú eres gilipollas? ¿Se aceptan las excusas? Anda y tira al pijo.

Seis días después. Montalbanejo. Ocho kilómetros y cien metros. No sé qué temperatura haría a la sombra porque no había sombra. Al sol estábamos a la temperatura que deben de tener en la corteza solar. Se sale del pueblo y se baja durante un kilómetro. Circuito de tierra rompepiernas. Carrera muy estirada. Éramos unos cien. Al llegar al final de la bajada conté e iba el decimoctavo. Luego empezaron a morirse y me quedé sólo en el puesto decimotercero. Y allí iba aguantando. Era muy bonita la imagen de la iglesia del pueblo allí arriba. Ya empezaremos a subir. En el kilómetro seis y medio la imagen de la iglesia seguía siendo muy bonita allí arriba y subir y bajar mucho, pero subir y subir nada. Que Dios nos pille confesados. Entonces giramos a la derecha y enfilamos la gran cuesta. Ni el Tourmalet ni el Gavia ni el Mortirolo: la cuesta del cementerio de Montalbanejo. Esa sí es la gran cuesta. No puedo. No puedo. Levanto la cabeza y veo que el que llevo delante de mí va andando. Voy a por él. Voy corriendo. No le recorto nada. Pero nada de nada. Es tontería correr. Comienzo a andar. Esto es el fin. Cállate. Estás acabado. Vete al guano. Quién te ha visto. Quién te ve. Déjame en paz. Con lo que tú has sido. A partir de ahora, ¿qué? ¿Ultrafondo? ¿Triatlón? Sabes que no. Para eso hacen falta de ocho a diez sesiones de entrenamiento semanales. Es inviable. Ahora mismo es inviable. Pues plantéatelo. No vas a mejorar en media. No vas a mejorar en maratón. Cállate. Estás viejo. Eres viejo. Eres mayor. Cállate. Mira, ahí tienes el cementerio. Pregunta si puedes quedarte. Seguro que hay sitio para un corredor acabado. Déjame. Aquí estarás tranquilo. Aquí podrás descansar en paz. Con esta cuesta nunca nadie vendrá a verte. Quédate tú en el cementerio. Déjame en paz. No estoy muerto. Aún me queda.

De manera inexplicable llegué al final de la cuesta. Ya quedaba poco. Mantuve el puesto. Los que entraron tras de mí, tras recuperar el resuello y recomponer el gesto porque con menuda cara entrábamos todos a meta, me confesaron que, al verme andar, se liberaron de todo complejo y se pusieron a andar también. Ahí anduvimos todos. No fue ninguna deshonra. Puede que esté mayor. Puede que no vaya a mejorar. Puede que ya esté en la cuesta abajo. Pero todavía me queda. Y mucho. Pero mucho.

5 comentarios:

SisterBoy dijo...

Yo me acabo de enterar hoy de que te expulsan a la primera salida en falso, escandaloso oiga

GARRATY dijo...

Yo este verano estoy contento. He rebajado mi marca casi cinco minutos en Cullera y tres y medio en Siete Aguas. Eso si, desde Siete Aguas tengo las piernas hechas una mierda, no voy ni para atrás. Y en una semana empiezo a preparar el maraton.

Álex dijo...

A mí me sigue pareciendo envidiable lo que haces (lo que hacéis muchos). Yo al kilómetro y medio, aunque sea todo llano, ya estoy buscando una pistola para dejar de sufrir.

Anónimo dijo...

Lo que haces tiene mucho mérito. El día que salimos juntos (tú corriendo y F. y yo en bici) fui consciente de la resistencia que tienes. Mantener un ritmo de 12 Km/h durante toda la vuelta que dimos por los caminos del secarral me pareció una locura. Yo iba sufriendo todo el tiempo por tí y si en algún momento me adelantaba unos metros volvía la cabeza y... ¡ya estabas ahí otra vez! No sé como es la cuesta de Montalbanejo (tendré que ir a comprobarlo con la bici), pero te felicito por lo que ví aquel día.
Un abrazo

El Impenitente dijo...

Pues a mí no me parece mal. Las salidas también se entrenan, forman parte de la competición y lo que es igual para todos no es ventaja para nadie. Otra cosa es que los culés hayáis perdido la noción de la realidad y os creáis que para los poderosos todas las ayudas recibidas son pocas y que estáis por encima de la justicia. Pero el que hace una salida nula se va a la calle, se llame Bolt o se llame Jonás de Parma.

Ya me han dicho que estás muy fino, Garraty. Y Siete Aguas siempre deja huella. Y ya hablaremos a ver si hacemos algún largo juntos.

Carrera y pistola, Álex. Ya sólo te falta la equitación, la esgrima y la natación para practicar el pentatlón moderno. Siempre supe que tenías de algo de aristócrata, militar y snob.

Lo pasé muy bien aquel día. Yo iba sufriendo por si Fer se quedaba descolgado o por si tú te aburrías mucho, pero estuvo muy bien. Lo repetiremos. Y si es en otoño en vez de hora y media haremos dos horas. Y en Moltabanejo también organizan una carrera ciclista y, por supuesto, les hacen (¡docena!)subir la cuesta. Ya te avisaré.