miércoles, 1 de enero de 2025

Me gusta callejear por Valencia

A una competición de natación el padre de un chaval, que acababa de entrar en el club, se presentó con una camiseta de Thelonius Monk. Te podrá gustar o no el jazz, pero, pensé, un tío que lleva esa camiseta sí o sí tiene algo que contar. Me presenté de manera muy sutil –me gusta tu camiseta. Empezamos a hablar y, aunque nuestros hijos ya no nadan y no existe excusa para coincidir, seguimos hablando.

¿Quién es una persona interesante? Aquel que tiene algo que contar. Y a quien merece la pena escuchar. Ésta sería la respuesta inmediata. Y supongo que la correcta. Y cada cual ya se hará su lista. Pero, para mí, la respuesta está incompleta. Yo añadiría –aquel que tiene algo que contar y no hace ruido. ¿La discreción multiplica el interés? En mi opinión, sí. El placer de encontrar más que el de buscar. El placer de descubrir más que el de ver. Con las personas también ocurre.

¿Ponerse una camiseta es hacer ruido? Hombre, tiene toda la pinta. Aunque he de decir que, con el tiempo, le pregunté cuánta gente se había acercado a él a decirle algo de su camiseta y me respondió que fui el único. -Vaya. Ya lo siento. Tal vez no fue ruido y sí una señal para quien la pudiera interpretar. Igual se trata de eso, de leer las señales. Cuánto más fáciles de interpretar, menor el interés. Y a la inversa. ¿Y dónde te las encuentras? En los sitios más inverosímiles. Y dudo mucho que sea en el café bar de la foto. Porque me temo que las personas verdaderamente interesantes no se citan donde se citan personas interesantes.

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