-Perdonad, ¿sois españoles?
-Somos gallegos.
No se pierde el acento por muy lejos que estés de casa. Eran pescadores. Normalmente hacían parada en el puerto de Santo Tomé y Príncipe, aunque esta vez habían decidido amarrar en Owendo (donde teníamos la obra), cerca de la capital.
Nos contamos qué estábamos haciendo por allí y la conversación cayó en las peculiaridades de la población subsahariana (los negros, vamos) como mano de obra. Ellos solían llevar lugareños como parte de la tripulación donde faenaban. Nos sorprendió cuando nos dijeron que eran muy buenos buceadores. De hecho, recurrían a ellos cuando tenían averías o maniobras que implicaban sumergirse. Aunque, como he dicho antes, eran peculiares. ¿Que quieres que me sumerja? Vamos a negociar. ¿Qué me ofreces? Una de las veces pareció que todos se habían puesto de acuerdo. Nadie aceptaba. Nadie pactaba. Convencieron, utilizando los argumentos que fueran (esto no nos lo contaron), a uno. Y éste se tiró al agua. Y el resto de los negros se tiraron detrás. -Pensamos que era para impedirle hacer su trabajo, pero no. Allí estaban, buceando, sonriendo. Habían rechazado el dinero y, gratis, estaban todos en el agua. ¿Vosotros los entendéis?
- Creo que sí. No es lo mismo no hacer algo porque no puedes que porque no quieres. Y ellos, me temo, sólo pretendían demostraros que no lo habían hecho porque no querían. Pero poder, claro que podían. Y tenían que mostrároslo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario