miércoles, 27 de abril de 2022

Tú vales, chaval. Castellón

Éste es el noveno año que mi hijo compite en natación y siempre con el mismo club. Son pocos, en general, los que nadan en Valencia. La natación es un deporte minoritario y, siendo así, sería de entender que todos estuvieran unidos defendiendo y sintiendo su deporte. Pues no. Como en cualquier colectivo en España, en la natación también caben ególatras acomplejados y demás miserias que hace que se cumpla aquello de –para qué vamos a vivir bien pudiendo vivir mal. El verano pasado hubo una desbandada de nadadores en el club, en parte porque se enseñó la puerta de salida a dos entrenadores. Mi hijo decidió quedarse, principalmente porque no hubo una alternativa mejor. Quería seguir nadando, la piscina está cerca de casa y sus amigos también se quedaron. ¿Con la misma motivación de siempre? No exactamente.

Mi hijo tenía mucha confianza con uno de los entrenadores que fue ido. Tiene ya dieciocho años. Su prioridad ahora mismo es académica. Tiene un objetivo exigente y está yendo a por él. Nadar está como complemento físico y mental, aparte de sus amigos y el grupo que tiene en el agua. No le gustan muchas cosas que ve dentro. No le gusta la línea que se está siguiendo pero él se centra en lo suyo y tres o cuatro días a la semana de entrenamiento siempre sacaba. Y con esos metros las marcas le iban saliendo. En su línea, pero manteniendo o mejorando.

Llegó el autonómico de invierno. Sin haber hecho un metro de preparación en piscina de cincuenta metros, donde se hizo el campeonato, se tiró en sus pruebas y en cuatro de los relevos y rayó a un nivel muy digno. Estuvo como en Elche en al autonómico de verano. Los entrenadores, los mismos que en la charla de motivación dijeron que los nadadores allí presentes eran la esencia, del club, representaban los valores del mismo, llevaban su adn (odio esta expresión), le empezaron a marear sobre lo que podría hacer si doblase, si gimnasio, si tal y si cual. Y, por supuesto, que confiaban en él para la Copa Autonómica que se iba a celebrar en Castellón, competición que se disputa por equipos, donde iba a ser uno de los puntales del mismo y donde iba a nadar todos los relevos.

Diez días después se entera de que el club está en tratos con varios nadadores, llamémosle mercenarios, para que compitan en la Copa. Mi hijo le pregunta a su entrenador que qué hay de cierto y en qué medida le va a afectar a él. Le responde, repito, diez días después de adn, esencia y valores, que no está claro que vaya a nadar ninguna prueba y que se olvide de los relevos.

La respuesta de mi hijo fue clara: de aquí a final de temporada voy a entrenar cuando pueda y eso, como mucho, será uno o dos días por semana. La natación pasa a un segundo, tercer, cuarto plano. No pienso nadar ni una prueba individual más. Sólo voy a preparar los relevos junior en el autonómico de verano y por no dejar tirado a mis amigos (son cuatro). Si me queréis llevar a la Copa, me lleváis. Y si no, pues no me llevéis.

Cuando me lo contó traté de hacer de adulto y pensé que tenía que aportar mesura y equilibrio. Ayudar, tranquilizar, explicar otros puntos de vista. Pero no lo hice. Todo lo contrario. Fue mi hijo el que me tuvo que sujetar porque yo ya me iba directo al club con un subfusil y doscientos litros de gasolina a perpetrar una masacre. Cuando te engañan a ti te molesta. Cuando se están riendo de tu hijo, es algo infinitamente peor.

Lo llevaron. Tres pruebas. Ni un relevo. Debió de ser una decisión dolorosa para el responsable del equipo porque no le dirigió la palabra en toda la competición. Aunque seguro que disfrutó al dejar fuera a nadadores de manera arbitraria. Una decisión inteligente para alguien que cobra un sueldo que, proviene, en buena parte, de las cuotas que pagan los socios de un club. Un nadador indignado por una injusticia es un padre rabioso con un pie fuera. Así allí, con el grupo, donde se animaban y cantaban a unos nadadores, donde, como he dicho, se ninguneaba a otros, donde los relevos los nadaron los ucranianos, el italiano, el vasco y el argentino mientras los valores, la esencia y el adn con suerte nadaron alguna prueba, él nadó tres. Estuvo en su marca en cuatrocientos estilos. Mejoró tres segundos en el cien braza. Mejoró cuatro segundos en el doscientos estilos. Porque da igual que no te hablen. Porque da igual que ni te lo agradezcan. Porque es lo mismo que este equipo ya no sea tu equipo. A ti a casta y a orgullo a ti no te gana nadie. A ti a carácter y a coraje no te gana nadie. Porque tú sí que tienes valores. Y yo nunca dejaré de admirarte. Porque tú, hijo mío, eres extraordinario.

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