lunes, 4 de diciembre de 2017

Grandes momentos de la historia del atletismo

El límite es tratar de igualar la marca del año anterior. Mejorarla es motivo de celebración. Ser cada vez peor no nos va a quitar de correr, pero el regusto que produce ir dándole pellizcos y quiebros a la decadencia no se nos puede privar.

Pas Ras al Port de Valencia. Trigésima edición. Diez kilómetros. Siento un cariño especial por esta carrera. Cuando era estudiante y estaba en el equipo de la UPV la corríamos siempre y la corríamos por obligación ya que Jose F., ilustre miembro del equipo, era socio dels Poblats Maritims, club organizador de la misma. E íbamos obligados, claro. Y también por devoción, ya que pocas carreras se organizaban entonces en Valencia y, además, allí nos daban camiseta. Y en aquella época andábamos escasos de ellas.

Siempre que puedo voy al Pas Ras. Aunque ya no nos dejen correr por dentro del puerto y se haga por las marinas y por el paseo marítimo. Es una carrera que siento como mía. Por eso, dos semanas después del maratón, todavía sin recuperar del trancazo que la bajada de defensas posterior me produjo y con sólo cuatro rodajes muy suaves (pero muy suaves) postmaratonianos decidí obedecer a mi corazón y ningunear a la sensatez y me inscribí.

La última vez que corrí un diez mil en menos de cuarenta minutos (por debajo de cuatro minutos el kilómetro) fue en noviembre de dos mil catorce. Fue en el test previo al maratón de aquel año. Desde entonces he hecho unos cuantos y la mayoría de ellos entre 40:30 y 40:50. A veces tenía la sensación de estar corriendo siempre la misma carrera. Salía bien. Empezaba a perder tiempo del dos al seis. En el siete veía crudo bajar de cuarenta y uno y, en los tres últimos, sacaba fuerzas y terminaba entero. Cuando el Barbas llegó y me dijo –vas a bajar aquí de cuarenta. Yo te voy a llevar- respondí –ea.

Frío. Mucho frío. Siempre corro con camiseta de tirantes pero aquí con manga larga, mallas, braga y guantes. Y no me sobró nada. A las nueve, disparo y a correr. Sale el Barbas lijado y yo a su vera. Tengo el corazón en la garganta y el estómago dando saltos y aún no llevamos ni trescientos metros. –Me va a llevar, pero a la tumba. Pasamos el uno. El dos. Sigo con el estómago mal, pero las piernas van muy bien. Supongo que iré pasado de pulsaciones, pero puedo. Pasamos el cinco en 19:30. –Muy mal se nos tiene que dar. En el seis y medio el Barbas decide que su labor de liebre ha terminado y cambia el ritmo. Aguanto hasta el ocho. Pensaba que no iba a tener piernas, pero las tengo. Me quito a unos cuantos de en medio. Última recta. 39:18. Toma, toma, toma. Posponemos la decadencia. Recupero tres años. Subimos el listón. Dadme límites a mí.

2 comentarios:

GARRATY dijo...

Oye, pues ahora te toca hacerme de liebre a mí en Picanya-Paiporta.

El Impenitente dijo...

Encantado. Espero dar la primera vuelta entre 4:05 y 4:10. La segunda ya no prometo nada.