miércoles, 7 de octubre de 2015

Cinco segundos de suerte, siete de indulgencia


En Cabra de Mora, provincia de Teruel, se encuentra la ermita de la Escala Santa. Esta escala tiene veintiocho peldaños de mármol negro y es una réplica de la que existe en la iglesia romana de San Juan de Letrán. La tradición afirma que dicha escalera fue trasladada a Roma por Santa Elena a principios del siglo IV desde el palacio de Jerusalén que fue residencia de Poncio Pilatos y por donde Cristo subió y bajó el día de su pasión. ¿Por qué hay una réplica en Cabra de Mora? Bueno, a principios del siglo XVIII un cura de dicho pueblo ocupó un puesto de relativa importancia en el Vaticano, conoció la Escala, se obsesionó con levantar una igual en su pueblo y no paró hasta conseguirlo. Y ahí está. Y se puede visitar, pues acaba de ser restaurada casi en su totalidad. Y no sólo eso. La tradición también afirma que si eres capaz de subirla de rodillas y sin apoyar ni las manos ni los pies ganarás siete años de indulgencia. Ahí es nada. Más indulgencia que en la catedral de Santiago o que en el Santo Sepulcro de Jerusalén. ¿Teruel existe? Pues claro.

A nosotros la historia nos la contaron de otra manera. Cuando se declaró la Primera Guerra Mundial en el Vaticano entró el miedo de que alguna bomba perdida cayese en San Juan de Letrán y destruyese la Escala Santa. Un hijo de Cabra de Mora estaba en el Vaticano como secretario del Papa y propuso crear una réplica en su pueblo no fuera a ser que. Y lo logró. Y si consigues subirla de rodillas sin apoyar las manos y los pies tendrás cinco años de suerte. –Yo la subí. -¿Y funcionó? –Bueno, entonces no tenía trabajo y ahora tengo.

El caso es que nos fuimos para allá. Nosotros, hombre, pues hemos estudiado, y estas supersticiones y estas patrañas no nos las creemos. Pero, como ocurre con las meigas, haberlas, haylas. Y, como la mayoría de nuestra generación, tenemos grabado a fuego el –por si acaso- así que, tan listos y tan descreídos como somos, ahí estábamos los tres, de rodillas al pie de la escalera.

El final de la historia está en el título. Imposible. Es imposible. Antes de empezar ya me dolían las rodillas. –Aquí hay que venir con rodilleras. -Y con una faja. Yo iba maltrecho de mi abductor y pedí –por favor, duéleme. Y me hizo caso. -lo siento, no puedo. He sentido un dolor horroroso que me ha hecho ver pasar toda mi vida por delante y que me impide intentarlo. Os espero arriba. Esperé poco. Un peldaño subieron mis compañeros, lo cual me pareció una heroicidad y más a ellos, que estaban exultantes con su proeza. ¿Veintiocho peldaños? Quita. Tiene que haber un camino más corto para la suerte. Y para la indulgencia.

3 comentarios:

Altosybajos dijo...

Bonita historia que desconocía completamente. No tengo perdón siendo turolense consorte.
También desconocía lo de tu nuevo trabajo. Enhorabuena con retraso.
Entre que te gustan poco los whatsapp y que yo me estoy aficionando al facebook estoy bastante desconectado de ti.
Habrá que buscar la solución.

J.P. dijo...

No te veo yo ni de rodillas ni subiendo escaleras, a no ser que al final de ñas mismas estuvieran Guti y Raúl, tu siete de España esperándote a darte unos azotitos.

El Impenitente dijo...

No lo dudes. Y si añades al Topo, conseguiría suerte e indulgencia por arrobas tanto para mí como para mis hijos.