miércoles, 19 de agosto de 2015

El secarral montañés

En cuanto llega el verano el padre de Ana monta en la parte trasera de la casa su huerto. Tal y como lo monta declara la guerra a los pájaros, sus principales enemigos, y levanta una estructura alrededor del mismo que cubre con unas redes formando lo que es conocido familiarmente como “el chiringuito”. Esta guerra se amplía a los frutales: una higuera y un ciruelo. Tradicionalmente utilizaba la argucia de colgar unos cuantos dvd en los mismos. Dado que la higuera está justo delante de la ventana de nuestra habitación, y dado que, por el calor, dejamos por la noche la ventana abierta y la persiana subida, los reflejos de los primeros rayos de sol convertían nuestra habitación en una discoteca y, así, todos las mañanas nos levantábamos cantando “You should be dancing” y “Blame it on the boogie” sólo para estar a tono.

Harto de la estrategia de los dvd, que no conseguía grandes resultados puesto que apenas catábamos ni brevas, ni higos, ni ciruelas, este año ha decidido emplear una nueva que consiste en atar botes de refrescos y cervezas y colgarlos de las ramas. Los botes chocan y el sonido que emiten recuerda al sonido de un cencerro. Y es tentador, y caemos en la tentación, el pensar desde nuestra habitación que las vacas pastan apenas a unos metros de la ventana. Y dejamos correr a la imaginación y nos creemos que estamos en mitad de la montaña rodeados de inmensos prados, donde el verde alcanza hasta donde llega nuestra vista, donde el cielo es azul y las nubes de algodón. Y nos dejamos arrastrar por todas las ensoñaciones y todas las evocaciones bucólicas y pastoriles y pensamos aquello de –feliz aquel…

Y las putas vaquitas se pasan toda la puta noche paciendo y haciendo sonar sus putas esquilas.

Y los higos están muy ricos.

Y las ciruelas, también.

Qué dilema.

2 comentarios:

J.P. dijo...

He aquí dos señoritos de ciudad que se molestan por el chocar de dos botecitos, y luego se relamen comiendo higos y ciruelas como si ya aparecieran en la estantería del autoservicio Javier... Ay! Pelandruscos, ya me gustatía veros cogiendo aceituna. Íbais a rechistar de los botecitos.

El Impenitente dijo...

Un respeto para los señoritos de ciudad, entre otras cosas porque la próxima vez que vuelvas a tu pueblo tendrás que poner el GPS, no vaya a ser que te pierdas.

Y sería un placer ir a coger aceitunas contigo e ir a avisarte diciendo -los olivos llenos y tú en la cama.