lunes, 26 de agosto de 2013

Sección de cultura

Bueno, tras unos cuantos días (pocos. Siempre pocos) en el secarral me encuentro ahora mismo en la cámara de descompresión lleno de añoranza recuperando términos olvidados como son para, mucho o todo y tratando que los diminutivos no terminen siempre en ejo-eja. Echando la vista atrás veo que no todo ha sido deporte (mucho), piscina (bastante), comer (muchismo. Perdón, muchísimo), beber (algo), cantar (siempre) y bailar (menos) sino que también ha habido espacio para la cultura y no sólo por los libros leídos, así que retomaremos la actividad haciendo mención a dicho espacio porque lo normal cuando uno retorna es que lo primero que cuente sean sus episodios culturales.

Bien, escribí hace tiempo que en la aldea del secarral existe una asociación autodenominada juvenil (estando la media de edad de sus componentes por encima de los treinta) y que tiene como asociación cierta veleidad cultural que los colma de autocomplacencia. Lo de juvenil creo que están a punto de resolverlo mediante la falsificación de los documentos nacionales de identidad de sus miembros. Lo que no tiene visos de resolverse es su elevado nivel de autocomplacencia puesto que en el último número de la revista que lanzan con periodicidad más o menos regular hay un texto mío. Y, al sumar mi ego, los conceptos veleidades culturales y autocomplacencia se multiplican por mil. Y más cuando no he parado de recibir por el texto halagos y felicitaciones (descontando a mis primos y tíos y a los primos de Ana uno sólo, pero fue tan sincero y tan convincente que me lo creí). Encantado estoy de haber escrito y de que me hayan publicado y, adelantándome a su oferta (por si acaso), ya me he ofrecido para seguir colaborando (la falsificación de mi DNI les costará más, aunque todo es posible) incluso aunque pretendiesen rebajar el tono veleidoso. Creo que podría adaptarme intentando ser el hombre más humilde del mundo. Me encanta la falsa modestia.

Segundo episodio: conocí a la hermana de Iñaki Fernández. -Ponme a los pies de tu hermano- le dije una infinidad de veces. Iñaki Fernández. Todo un personaje.



(Silencio expectante).



-Perdona, ¿quién es Iñaki Fernández?

-Pero, ¿cómo? ¿No sabes quién es Iñaki Fernández? ¿Y te atreves a preguntarlo? ¿Te atreves a salir a la calle con tamaña laguna cultural? Pero, qué osada que es la ignorancia. Y aún te sentirás orgulloso. ¡Qué desfachatez!

Éste es Iñaki Fernández.

Glutamato Ye-Ye. La Movida. “Todo va dabuten”. “Hay un hombre en mi nevera”. “Todos los negritos tienen hambre y frío”, “Soy un socio del Atleti” (la mejor). Iñaki Fernández. Glutamato Ye-Ye. España. Madrid. Principios de los ochenta. No han envejecido bien (de hecho, la mayoría de Glutamato ni ha envejecido. Prefirieron consagrar su tiempo al arte de criar malvas), pero ellos estuvieron entonces allí. Iñaki estaba allí. Y eso, para mí, merece un respeto.

El tercer episodio (y último) es similar al segundo. Me presentaron a una persona y me dijeron que era hijo de Lucio Muñoz. ¿Lucio Muñoz? Sí, el pintor. ¿No lo conoces? Espera un segundo.

En materia de pintura hace ya mucho tiempo que decidí anclar mis conocimientos y mis gustos a los de Sanfélix, así que, tras la presentación, me excusé para poder ponerme en contacto con él y hacerle las consultas pertinentes: ¿conocemos a Lucio Muñoz? ¿Nos gusta? Por supuesto que conocíamos a Lucio Muñoz, pintor de gran prestigio y muy nombrado en la Facultad de Bellas Artes. No me quedó muy claro si nos gustaba o no, pero me reincorporé al grupo y, haciendo uso de la técnica del name-dropping, dejé caer los nombres de Antonio López, de Víctor Erice y de “El sol del membrillo”. Afortunadamente la conversación giro hacia otros temas en los cuales me podía defender bastante mejor pero yo ya no dejé de mirar al hijo de su padre mientras pensaba –la leche, el padre de este tío es alguien- sintiéndome orgulloso de los vastos conocimientos pictóricos que compartimos Sanfélix y yo.

Y ya está. Remataré la sección con una cita de un autor desconocido y que tal vez saqué de un sobre de azúcar o tal vez no.

A veces pienso que la mitomanía es una enfermedad.

2 comentarios:

SisterBoy dijo...

¿Has publicado un texto tuyo de hace dos años? ¿Y ellos lo sabían?

Mi preferida de Glutomato

http://youtu.be/c7g2_D7wA20

Y lo que siempre se me viene a la cabeza al oír hablar de Antonio López y sus membrillos

http://youtu.be/5zYZHfOd1kw

El Impenitente dijo...

Si es de hace dos años estamos en dos mil once. Y uno de ellos sí que lo sabía. De hecho, consensué con él lo que iba a publicar. El resto no creo que lo sepa.

Recuerdo cuando Glutamato sacó tu canción preferida. Y lo recuerdo porque me la sabía. Los colegios de curas imprimen carácter.

Y no había visto el Celebrities de Antonio López. Todo queda en La Mancha.