jueves, 6 de junio de 2013

La luz de las imágenes

Te dejo una frase que he leído hoy por si te da una idea para una entrada de tu blog: “La diferencia entre pornografía y erotismo es la iluminación”.

Esto me lo envía Sanfélix. ¿La iluminación? No sé. Si excluimos la literatura tal vez. Veamos. Consulto en el diccionario de la R.A.E. y veo que relaciona la pornografía con lo obsceno y el erotismo con la sensualidad. Profundizo. Lo obsceno ofende al pudor y la sensualidad está relacionada con el deleite de los sentidos. No dice nada de la luz, de su ángulo de incidencia ni de su intensidad. Tampoco establece una diferencia clara. El sentido del pudor y el deleite de los sentidos son personales y particulares, por tanto digamos que “la diferencia entre pornografía y erotismo está donde empieza el recato”.

Mirando por Google me he encontrado con gente que teorizaba sobre el tema. La gran mayoría, aunque utilizando todo tipo de expresiones, hacía la distinción identificando al erotismo con lo que sugiere y a la pornografía con lo que muestra. No citaban a la iluminación, pero creo que se sobreentendía. Otros, como Picasso, no los diferenciaba en absoluto y eso que él de luz algo sabía aunque, bueno, Picasso sufría de priapismo, pero no por ello debemos dejar de tomar su opinión en cuenta. Así, “la diferencia entre pornografía y erotismo también se puede encontrar en Google”.

En realidad estamos, una vez más, ante el qué y el cómo. Y la diferencia está en el cómo. En las retransmisiones deportivas se ha puesto de moda la cámara superlenta que permite que cualquier escena, incluso las que pudiese haber protagonizado el tarugo de Raúl, uno de los mayores timos en la historia del deporte, sea de gran belleza y plasticidad con todo tipo de iluminación. Así, una película considerada pornográfica, filmada por una cámara superlenta, se convertiría en un hito del cine erótico, por lo que podemos decir que “la diferencia entre pornografía y erotismo está en la velocidad de las imágenes”.

Más cosas. Si un grupo de hombres y mujeres se desnuda en un calendario, éste podría ser considerado pornográfico, pero si los desnudos tienen fines solidarios, el calendario pasará inmediatamente a ser calificado como erótico y ensalzado en todos los medios independientemente de que se hayan esmerado con la iluminación o no. Podemos decir entonces que “la diferencia entre pornografía y erotismo está en la razón del ánimo de lucro”.

Aunque, por otra parte, y poniéndonos en el caso de que los motivos del calendario antes citado fueran espurios, si las fotografías estuviesen hechas a color, incluso con una iluminación muy esmerada, pornografía pura y dura pero, ¿y si estuviesen hechas en blanco y negro, con todas sus luces y sombras? ¿Acaso no rezumaría erotismo el calendario? “La diferencia entre pornografía y erotismo está en el cromatismo, y sin tenerlo preparado me ha salido un pareado”.

Terminaré con la opinión del Senséi, el cual, refiriéndose al cine, siempre dijo que la diferencia está en que, al estar una pareja realizando el acto, en el cine porno el tío culea y en una escena erótica no. Bien, es una opinión respetable expresada de manera directa, sin retóricas ni leches, y que, además, establece un criterio claro independiente, por cierto, de la luz. Por tanto, según el Senséi, cuyo criterio valoramos, “la diferencia entre pornografía y erotismo es cuestión de ritmo”.

6 comentarios:

3'14 dijo...

¿Importa donde está la diferencia? En ambos casos el objetivo es el mismo, ponerse cachondo, ¿no? Por tanto, al igual la diferencia está entre los que se hacen pajas literales y los que se las hacen mentales...

SisterBoy dijo...

Pornografía es coito no simulado

El Impenitente dijo...

Tengo un resacón del quince, un resacón literal, mental y no simulado.

No vuelvo a beber en mi vida.

SisterBoy dijo...

Ya ya...

3'14 dijo...

¿Has hecho ya, entre las tropocientasmil entradas que has escrito, una con el enunciado que empiece por: Cosas que no volveré a hacer en la vida... y terminas por hacer?

El Impenitente dijo...

Esa entrada no la he escrito. Tampoco serían tantas cosas. Más de una vez amenacé con darme de baja del Atleti pero nunca lo cumplí. Y creo que habré escrito ya unas ocho veces que nunca más volvería a correr un maratón. Siete de esas veces falté a mi promesa.