jueves, 7 de marzo de 2013

Yo no he visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura

Existe una categoría de libros que denominaría libros que me leí a destiempo, y dentro de esa categoría podría incluir al que ahora reposa sobre mi mesita: “En el camino” (On the road) de Jack Kerouac. Dudo mucho que de haberme leído este libro en otra época más impresionable o más vulnerable de mi vida me hubiese convertido en un hipster o en un beatnik y me hubiera lanzado a la búsqueda (en coche, por supuesto) de una España subterránea, auténtica y desinhibida, ajena a todo establishment; pero sí creo que me habría impactado más y habría visto en él algo así como un modelo a seguir. No es el caso ahora, que lo leo desde la distancia y observo a los personajes desde una atalaya y pienso que los Kerouac, los Ginsberg, los Burroughs y los Cassady son una panda de cantamañanas, pero sí que veo que, hace unos cuantos años, me habría comprado un disfraz de beatnik y me lo hubiera puesto en la intimidad.

¿Y cuándo debí leérmelo? La respuesta, en mi caso, es sencilla: años ochenta y tres y ochenta y cuatro, cuando estaba en tercero de BUP y en COU. Recuerdo perfectamente lo que ocurrió en aquellos dos años. No fueron ni por asomo mis dos años más felices, pero sí que son los años en que mi memoria hizo eclosión y anotó hasta el más ínfimo detalle. Recuerdo la música que escuchaba entonces (Beatles, Supertramp, Serrat, Beatles, Beatles, Beach Boys, Pink Floyd, Beatles, Queen, Beatles, Aute, Mamas & Papas, Beatles, Simon & Garfunkel, Alan Parsons, Beatles, Beatles…). Y también recuerdo los libros que me leí. No tenía entonces un criterio muy definido y simplemente me puse en medio de las corrientes que circulaban en nuestro círculo y así, dejando aparte “Cuerpos y almas” de Maxence van der Meersch, pues me leí los que estaban entonces de moda: “La conjura de los necios” de Kennedy Toole (libro que mitifiqué y que cometí el error de releer. No fue lo mismo), “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera (según Forges este libro debiera haberse titulado “La insoportable levedad de ser un coñazo checo”, aunque a mí confieso que me gustó mucho, sospecho que porque estaba en la edad en que todo me gustaba mucho. Éste no lo releeré), “1984” de Orwell (estábamos en el año ochenta y cuatro) y su hermano mellizo “Un mundo feliz” de Huxley, etc. Pero también por aquella época circularon libros-manifiesto del estilo “En el camino” y así en mis manos cayó “Siddharta” de Hermann Hesse, grandísimo coñazo que, como estaba tierno y era cursi e impresionable, me gustó llegando incluso a percibir belleza y sabiduría en el texto. Y acto seguido comencé a leer a Rabindranath Tagore. Y menos mal que me quedé ahí, porque detrás de Tagore siempre aparece Khalil Gibran y ése ya sí que es insoportable, y eso lo sé no porque lo haya leído sino porque, después de haber sido invitado a cientos de miles de bodas, he tenido que soportar cómo leían textos suyos infumables en situaciones verdaderamente grimosas que hacen de la carta de San Pablo a los Corintios (que tampoco falla nunca) un remanso de belleza, y mira que empalaga. De hecho soy de la opinión que tanto Khalil Gibran como su sobrino lejano Paulo Coelho son dos seres abyectos que han hecho muchísimo daño, a los cuales alguien debiera pedirles alguna vez responsabilidades y que debieran pagar por ello. Hermann Hesse y Tagore supongo que también habrán hecho daño, pero a estos los perdono. Son parte de mi vida. Reniego de ellos pero tuvieron su momento, como sé que Kerouac también lo pudo haber tenido. Pero ahora no. Ahora ya no.

4 comentarios:

SisterBoy dijo...

Siempre he pensado que todos tenemos una lista de "libros que ya deberías haber leído" porque todo el mundo lo ha hecho, incluso gente que no lee nunca ha leído esos libros.

No recuerdo cuándo leí "On the road", debió ser a los diecimuchos o los veintipocos pero no recuero que me causara mayor efecto que gustarme por el hecho de que siempre me hayan gustado los libros de viajes (de hecho me gustan más que los propios viajes). Además los isleños sabemos que todo viaje acaba siempre en el punto de partida.

Tienes razón parcialmente en cuanto a no releer los libros que te gustaron en la adolescencia, me ocurrió con "De aquí a la eternidad" pero en cambio "A sangre fría" me gustó incluso más que entonces.

Creo que ahora me voy a dedicar a los novelistas enciclopédicos decimonónicos.

El Impenitente dijo...

No olvides a los rusos.

Los únicos libros de mi adolescencia que soportarían (o han soportado) una releída fueron los que me obligaron a leer en el colegio. Y los clásicos, clásicos son.

Altosybajos dijo...

Me vienen al pelo tus comentarios. Debió ser por tu influiencia que iniciara la lectura de Ana Karenina. No estaba en la lista de mis lecturas y me lancé en plancha sonre él.Dos tercios de libro devorados (muchas páginas, si)y no me arrepiento.
Dejé de publicar en mi blog pero no renuncio a seguir en breve. Lo que he retomado son mis carreras. Ribarroja fue la última y no estuvo mal. ¿Va todo bien? Ánimo.

El Impenitente dijo...

Da recuerdos a Levine.

Ribarroja antes era sagrada. Eché de menos la crónica. ¿Si va todo bien? Pues ni sí ni no sino todo lo contrario.