Hay personas a las que
los tunos les parecen graciosos. A otros les gustan. O les resultan
indiferentes. O les molestan. O no les hacen ni pizca de gracia. O no los
soportan. O los matarían a todos. Vilmente. En plaza pública. Con escarnio. Con
refinamiento. Y dejarían allí sus cadáveres pudriéndose para que fuesen
alimento de las alimañas. J.P. es uno de estos últimos. Y yo también.
Acto cultural en la
aldea del secarral. Antes del mismo los tunos nos deleitaron con tres piezas y
con sus gracias habituales. Le ha cogido el gusto la tuna a dejarse caer por la
aldea en el puente de diciembre. Con lo grande que es el mundo. Y lo triste es que eran jóvenes. Pensaba que la tuna estaba condenada a la extinción, pero no. Tienen
cantera. Y había tunos y tunas. He perdido ya por completo el respeto a la mujer. Por fin se marcharon y comenzó el acto en sí. Terminó el acto. La tuna volvió. No hay
boda sin la tía Juana, que diría mi madre. Se acoplaron. Se hicieron fuertes. Tocaron.
La gente les rio las gracias. Se crecieron.
-Yo les arrancaba
los ojos.
-Y la piel a tiras.
-Y los sumergía en
agua hirviendo.
-O en aceite.
-Y no dejaba de
tocar la bandurria mientras agonizasen.
-Que el último
sonido que escucharan en su vida fuese el riquirrí ese que te taladra las
meninges.
-Y después haría
jabón con ellos.
-Pero sólo para uso
animal.
J.P. y yo estábamos
sentados en un sofá, aguantando, con nuestro rechinar de dientes. He de decir
que durante un par de minutos dejamos de hablar puesto que la tuna tocó “Que
nadie sepa mi sufrir” de Ángel Cabral y a mí esa canción me gusta mucho y
preferí cantar a rajar, pero fue sólo un paréntesis. Siguieron. Seguimos. “Clavelitos”.
Se arrancaron con “Clavelitos”. Y fue entonces cuando se nos acercaron dos de
las tunas con la intención de sacarnos a bailar.
-No.
-Pero hombre.
-Que no.
-Es que si no
bailáis con nosotras luego nos va a tocar pagar por ello.
Claro. No llevaban beca. Eran pardillas. Famosas son las novatadas de los tunos, esencia misma del
humor inteligente. Y aquí se nos planteó un dilema. Nadie las había obligado a
ser tunas. Que se aguanten. Pero luego estaba nuestra natural caballerosidad,
nuestra proverbial bonhomía, nuestra esencia donjuanesca. Y salimos a bailar
con ellas. A bailar “Clavelitos”, sí.
Mi pareja resultó
ser una chiquilla que no creo que tuviese los veinte años y que adornaba su
cara con un piercing. Sabido es que los nacidos en el sesenta y seis somos
jóvenes por naturaleza pero a mí la verdad es que se me nota poco. La muchacha
me miraba con el rabillo del ojo y ponía caras de –menudo carcamal me ha ido a
tocar. Entonces pensé –tú me has sacado a bailar, ahora te vas a joder. Y
comencé a hacerme el simpaticón. Le pregunté dónde vivía, qué estudiaba, cómo le
iba en los estudios, si le gustaba ser tuna, si hacían muchas salidas, que cómo
veía la gente de su edad la crisis, que qué opinaba del futuro. Como casi
siempre me contestaba con monosílabos, entonces dejé de preguntar y empecé a
disertar. La aconsejé sobre la vida, sobre la juventud. Le hablé de mis
tiempos, de mi época de estudiante, de mi pasado, de mis vaticinios para el
futuro. Si a mí los “Clavelitos” se me hicieron largos, a ella se le debieron
hacer eternos. Cuando acabó la canción hizo amago de salir disparada. La
agarré. Le dije que había sido un placer, le deseé suerte en la vida, le di mi
bendición y le estampé un par de besos. Tal vez se piense a partir de ahora lo de
sacar a bailar a alguien. Igual renuncia a la beca.
Nos volvimos a
sentar, pero ya no dijimos nada. Y no sólo por vergüenza. No sólo porque se estuviesen riendo de nosotros. Los dos comprendimos en aquel momento que de habernos planteado alguna vez hacer carrera política, ésta ya estaba completamente arruinada. ¿Quién va a votar a
alguien que ha bailado “Clavelitos” con una tuna, sea para el puesto que sea?
Nadie. Si acaso los de la asociación “Mocita, dame el clavel”, pero estos no nos
interesan. Una pena. Una verdadera pena. Nuestra vocación de servicio público antes de florecer ya estaba hundida, tirada por los suelos. Traicionados por la caballerosidad.
Víctimas de la bonhomía. Maldito Don Juan.
sábado, 15 de diciembre de 2012
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15 comentarios:
Falta la opción de poner un "Me gusta". Pues decirle a un tuno,me parecéis lo peor y que encima quiera ligar contigo...claro que si lleva en el cuerpo medio barreño de cuerva y tropecientos cubatas...yo a ese le saltaba las cuerdas de mi laúd en toda la cara.
Besitos
¿Tocas el laúd? Si además te saliesen buenos los peroles de patatas con huevo serías una joya, ¿no?
Sí, yo pensaba que con cosas así se arruinaba la carrera política de uno, pero... nah, ya político es cualquiera. Preséntate, que con o sin 'Clavelitos' tienes mi voto para arreglar este desaguisado. Una vez me contrates como asesor de comunicación, claro está.
La verdad es que, incluso teniendo tuna en mis años de facultad, no he tenido prácticamente contactos con ellos, así que creo que me puedes incluir en el grupo de los indiferentes.
Te nombro asesor de comunicación siempre que no me obligues a ir a un mercado a estrechar manos en plena campaña electoral.
Aquí han desaparecido pero antes no se podía comer en un restaurante sin que aparecieran, a mí me sacaron también a bailar pero fue un tuno macho, afortunadamente en aquella época (alrededor de 1992) no había móviles con cámara.
Una tuna con un piercing es como una pussy riot con un hábito? el cariacontecido bailando "clavelitos"? a J.P. le tocó el culo el tontuno? efectivamente del 21 no pasamos.... Te cedo mis canapés correspondientes.
Desgraciadamente, ahora sí que hay móviles con cámara. Todo está grabado, me temo.
Pasemos o no del veintiuno, yo me haré cargo de tus canapés. Aunque sea lo primero que haga en mi vida posterior.
Llevo desde ese día teniendo espasmos y pesadillas por las noches. Me despierto con el ritmillo de "Clavelitos".
Mi vida no será igual.
Te considero culpable porque creo que tú llamaste a las tunas para que nos sacaran a bailar, lo estabas deseando.
Tenes mirada de tuno.
Espero que en mi mirada de tuno leas que quiero una cinta con tu nombre para mi capa, J.P. mío.
Recuérdame que te enseñe la versión guarra de "Clavelitos". Ya que te despiertas con su ritmillo por lo menos te reirás.
Y no fui yo quien las llamó. Fue cosa de tu madridismo y de la hermandad que existe entre Tuna y Real Madrid. Yo sólo sufrí las consecuencias. Tengo doble motivo para quejarme.
Entonces me hace feliz que hayas estado tan cerca del Madridismo.
Te encanta.
Lo próximo será dormir con la camiseta de RAÚL, el 7 de España.
Te voy a regalar una cintita, pero fina para que te valga de tanga. Beckham lo usaba y mira...
Si me vas a regalar una cintita preferiría que fuera de cuello alto.
Las camisetas de España con el número siete y el nombre de Raúl no llevan ninguna estrella sobre el escudo. Y sin estrella los sueños son pesadillas.
Si hay algo peor que un tuno es que sea mujer. ¿Dónde está el machismo cuando se le necesita?
La próxima vez, que uno suelte el discurso y el otro se niegue a salir, así pierden por partida doble, a ver si erradicamos la especie.
La paridad es lo que tiene. Y gracias por el consejo, aunque espero que no haya próxima vez.
Por cierto, bienvenida.
Dos asuntos:
Uno. Odio la tuna. Si se crea una asociación para el odio sin límite hacia los tunos y para su persecución alli don de vayan, meuno.
Dos. Ese baile te ha marcado. Ya no somos jóvenes. Acércate a Ana, acurrúcate junto a ella en el sillón cuando los niños duerman y poned una canción que os guste.
Muchas canciones hacen falta para quitarme el estigma del baile de "Clavelitos" (la coña ha seguido este fin de semana), pero seguiré el consejo. Gracias.
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