lunes, 9 de julio de 2012

Odio a la bicicleta

Perico Delgado siempre habla del tío del mazo. A mí me pareció más bien la sota de bastos. Y el caballo. Y el rey. No ocurrió nada extraño. Era previsible. Mi historial ciclista, que cabe en media cuartilla pues no tiene ni cuatro semanas, se reducía a tiradas de hora y media a lo sumo por asfalto o por pistas en buen estado. Rodajes tranquilos, mal subiendo y peor bajando, pero bien, disfrutando, sintiéndome feliz con cada peldaño conquistado. Ya el domingo anterior nos juntamos cinco. Les encanta a los ciclistas salir en grupo y uno llama al otro y el otro a otro más. Estaba allí Jesús, el gran capo del ciclismo de montaña en el secarral. No me gustó nada aquello. No tengo yo nivel para meterme en aventuras, pero salió bien. Dos horas y tres cuartos con muchas paradas y muchas fotos por una ruta realmente bonita y no excesivamente peligrosa en la que, más o menos, mantuve el tipo sin desentonar demasiado de mis compañeros, entre otras cosas porque ellos fueron de paseo. Cuando me preguntaron si me apuntaba para otra salida este domingo les respondí que sí. Estaba confiado. Sabía que me iba a tocar sufrir pero no es eso algo que me pille de nuevas. A las nueve, ¿vale? Allí estaré.

Once éramos. No conocía a varios de ellos. Llevaban puestas las pinturas de guerra. Todos montaban sus purasangres. Yo iba sobre mi pollino. –Que casi me voy por mi cuenta. –Que no, hombre, que no. Que va a ser como el domingo pasado. Primera media hora bien. A partir de ahí giro a la derecha por un tramo que los ciclistas de montaña, con brillo en los ojos, denominan técnico y que yo llamo mevoyacagarenlamadredemásdeunoqueporaquínopasannilascabras. Aquello no era para mí. Desmonté y con tranquilidad recorrí aquel tramo. –Oye, la primera pista que salga la cojo y me vuelvo. No me gusta esto y no me gusta tener a diez tíos esperándome. No disfruto. Prefiero ir a mi aire. –Que no, hombre. Que no. Que el resto va a ser más tranquilo, ya lo verás. Cuarenta minutos, más o menos, sin grandes desniveles, a buen ritmo, quizá demasiado buen ritmo para mí. Iba siempre a cola pero sentía que me comía el mundo. Giro a la izquierda y empiezan los desniveles. Detrás de un cerro siempre hay otro cerro. Mi jumento empieza a protestar. El sillín se afloja. Lo llevo bailando. Soporto todo el peso con los brazos. Voy en tensión. Me empiezo a quedar. Me esperan. Parada en unos apartamentos de postín perdidos en mitad del monte para uso exclusivo de cazadores. No hay elefantes por la zona, pero si otros bichos de cornamenta muy apreciada. Seguimos. No puedo. No puedo dar ni cuatro pedaladas seguidas. La sota de bastos está justo a mí derecha, mirándome con sorna. El golpe ha sido eficaz. Tengo la misma sensación que cuando me retiré en el maratón de Madrid. Estoy vacío. No puedo con mi alma. Echo pie a tierra. Alguno dice que se queda conmigo. Bastante tengo con lo que tengo como para encima andar fastidiando (más) a los demás. Los echo. Estoy a unos diez kilómetros de casa. Subo andando. Bajo montado, dejándome caer. El jumento está peor que yo. Lo que es barato termina siendo barato. Y también caro. El manillar se vence y me voy de bruces contra el suelo. No pasa nada. Chapa y pintura. No pienso más que en llegar hasta la carretera, a unos cinco kilómetros de casa, dejar la bici escondida y llegar corriendo o como sea. Y voy con el soniquete: una vez más aprendiendo a trompazos. Una vez más de tu inteligencia sólo hay que confiar en tu memoria, porque el resto es inútil. Seguro que en el escudo de armas de tu familia hay un gato escaldado. Hasta que no te estrellas no reaccionas. Pues bien, ya aprenderás, que edad tienes para ello. Veo un coche que viene por el camino. Me aparto para dejarle pasar y pongo cara de pena para ver si se apiada. Se detiene a mi lado. Es Jesús. Ha venido a recogerme.

-Que sepas que en toda tu vida nunca jamás nadie se ha alegrado tanto de verte.

Guardamos la bici y empieza a regañarme por mi torpeza y a aconsejarme de lo que tenía que hacer en la próxima ruta. -¿Próxima ruta? Jesús, las piernas de un corredor no son las piernas de un ciclista. Sólo soy un corredor que monta en bici. Mi torpeza ha sido pensar que estaba cerca de vosotros y jugamos en categorías muy distintas. Cuando me vuelva ciclista ya os buscaré.

Llegamos a casa, le di las gracias una infinidad de veces (o dos), me bebí unos cuantos metros cúbicos de agua (siempre sin exagerar), me atiborré de fruta y me puse a arreglar la bicicleta. Nunca he tenido que arreglar mis zapatillas. En mis treinta y tantos años de corredor jamás usé ni el agua oxigenada ni la mercromina. Ni el destornillador. Ni la llave inglesa. Me duelen hoy hasta las pupilas. Odio a la bicicleta pero el viernes que viene volveré a subirme. Los corredores y las pelotas de frontón. Y porque no puedo volver antes.

6 comentarios:

SisterBoy dijo...

Pasate por lo de Ra que creo que tienes algo que decir allí.

J.P. dijo...

Veo que ya no sólo has pasado del plato mediano, si no que te atreves con los caminos de cabras.

Ánimo, que eres un crack y puedes con todo.

P.D. cómprate una bici que no lleve la cestita delante y que no le salgan los flecos del manillar, que por el pueblo no está Chanquete.

El Impenitente dijo...

Los flecos se los quité pues se enganchaban en las carrascas, pero la cestita no se la pienso quitar ahora que tendré que salir siempre con el botiquín y con la caja de herramientas.

Por cierto, ¿cómo sabes que por el pueblo no está Chanquete? Te lo habrán contado porque tú ya ni te acuerdas dónde está. El día que vayas, si es que vas, tendrás que poner el GPS. Que sepas que en la piscina tu rodal está vacío en tu honor, aunque me temo que por poco tiempo. Tu recuerdo no será eterno.

cucumber dijo...

Cuantas veces se habrá dicho "Que no, hombre. Que no. Que el resto va a ser más tranquilo, ya lo verás" jajaja. Es lo que tiene la bici, pero la SIGUIENTE vez ya iras sobre aviso. Por que habrá siguiente vez, aunque sea solo para ver tus cronicas ciclistas.
Por cierto,para cuando una ruta con nosotros. Prometo decir la verdad y solo la verdad, lo juro sobre el sillin de mi bici

Slim dijo...

No le creas ni una palabra! a mi aun me engañan con lo de QUE NO QUEDA NADA, o QUE YA ESTAMOS.
pero siempre vuelvo, que tendrá la bicicleta, no lo sé.
cuando salimos?

El Impenitente dijo...

Seguiré con la bici hasta que sea yo el que diga lo de -tranquilo, ya ha pasado lo peor.

¿Rutas? El secarral conquense tiene su encanto. Y no se almuerza mal. Animaos.