viernes, 15 de junio de 2012

What would you do if i sang out of tune?

En el último futbolín le rendimos homenaje a Donna Summer. En el futbolín es importante ganar o perder pero no tanto como la música que suena de fondo. Por empezar por el principio diremos que el futbolín se sustenta en tres patas que son cena, música y partida. Y no es del todo cierto pues existe una cuarta pata también importante (mejor cuatro que tres por aquello de la estabilidad), que es fijar fecha o fichar feja como se conoce en el argot. La citación requiere de infinidad de correos electrónicos cruzados. Una de las cosas malas de la edad es tener agenda o como se llame lo que tenemos nosotros. Y no lo entiendo. Si todo un presidente del gobierno siempre tiene un hueco para ir al fútbol, ¿por qué a nosotros, que somos una banda, nos cuesta tanto encontrar el día oportuno? Debe de ser eso, que no somos importantes. O que nos gusta mandarnos correos, cada uno en su estilo: desde el más barroco al más soez, desde el que escribe el francotirador hasta el monosilábico pues el día que escriba dos sílabas el ínclito Maroto sufrirá un derrame cerebral. Ahora, cuando se queda, se queda. Y nos dejamos en casa la agenda y la edad llevando encima únicamente los achaques. Y acudimos a la cita andando recogiéndonos por el camino los unos a los otros, como cuando íbamos al colegio, porque somos eso: colegiales con vista cansada. Y en el último futbolín le rendimos homenaje a Donna Summer. Antes habíamos cenado de kebab y nos habíamos pringado hasta el tuétano. No vamos a constituir una sociedad gastronómica, desde luego. No salimos de la brascada, del kebab o del chino. Quizá tendríamos que abrir una cuarta vía. De lo que ya me he cansado es de que nunca nos llevemos postre, así que me he nombrado a mí mismo Alto Comisionado por la Sostenibilidad, Gestión y Consumo Medioambiental del Postre y me encargaré de llevar galletillas o melocotón en almíbar para que nos pringuemos todavía más que con el kebab. Y fue un homenaje muy merecido. Antes, como el Pato tenía internet en el local, mientras cenábamos preparábamos la lista de canciones. Podían ser listas temáticas, anárquicas o, si alguno cumplía años por esas fechas y había pagado la cena, se le dejaba al homenajeado hacer la selección y luego lo programábamos en el Sepoti. Pero el Pato ahora dice que se ha cansado de pagar, que nunca está en el local, y ya no tenemos internet. El primer día salimos del paso porque el Pato tiene allí un montón de discos y yo puse la banda sonora de Jesucristo Superstar, aquella en la que María Magdalena era oriental, Judas negro y Cristo un wasp. Alejo estuvo dando todo el rato la matraca diciendo que prefería la versión española (donde Judas era interpretado por Teddy Bautista. No hay constancia de que devolviese las treinta monedas), que Camilo Sesto lo hacía mucho mejor. Yo no le hice caso. Jesucristo Superstar (en su versión wasp negro oriental) fue tres, dos o uno en mi lista de discos favoritos entre mis quince y mis dieciséis años, por lo que en aquel momento el acné ocupó su sitio y volví a tener una nuez prominente. De todas formas, que Alejo se queje con la música no es extraño. El otro día, en el sentido y merecido homenaje que le rendimos a Donna Summer, mientras sonaba “I feel love” decía que ésa no era manera de jugar al futbolín, que no se concentraba. Y entre tanto lamento, se escuchó la voz de Sanfélix: digo yo que, puestos a estar completamente drogados en mitad de una pista de baile, mejor se está escuchando “I feel love” que bacalao o como se llame ahora. Estuvimos de acuerdo. Y seguimos debatiendo el tema frente al ventilador. En el local del Pato hace mucho calor y menos mal que tiene un ventilador gigante donde vamos de vez en cuando a refrescarnos todas nuestras partes menos una, puesto que somos penínsulas de sudor, y frente al cual Sanfélix y yo solemos tener nuestro momento Titánic pero sin mariconadas. Y como estamos sin internet, y como en los correos previos mostré mi pesar y mi desolación por las muertes de Donna Summer y Robin Gibb, grandes artistas y mejores personas, el Pato se presentó con la discografía completa de los Bee Gees y de Donna Summer, bajadas legalmente (por supuesto) de la red. ¿Completa? Completa. Mil novecientas sesenta canciones. No tienen tantas. Yo me he bajado todos los discos. Si las canciones se repiten, os jodéis. Un detalle, Pato. Ha sido un detalle muy bonito. Y comenzaron las partidas. Nos faltaba Luis Santángel y su ironía de todos los tamaños pues no supo decir que no a sus Marichonchis. Nos falló Maroto, cumpliendo penitencia por el daño causado a su propia mismidad. Pero teníamos a Donna Summer en plenitud con Robin Gibb calentando en la banda por si acaso. Y sonó “I feel love” y Alejo no paraba de quejarse. Y como en ese momento estábamos él y yo de pareja, no sabía si animarlo con buenas palabras o utilizar los métodos de Clint Eastwood en “El sargento de hierro”. Pero inmediatamente después comenzó a sonar “Last dance” y mi juego, habitualmente nervioso en defensa y romo en ataque, sufrió una transformación brutal que arrastró a mi compañero consiguiendo en aquella partida una victoria memorable, con un último gol (mío) que coincidió en el tiempo con aquello de –‘cause when i’m bad, i’m so, so bad- lo cual fue muy bonito y muy sentido. Y luego siguieron sonando canciones. Muchas. Y jugamos un montón de partidas. Y ganamos y perdimos. Y fue un homenaje precioso. Y el futbolín me gusta. Y tenemos que arreglarlo, que está un tanto destartalado. Pero tiene sus cuatro patas. Y las cuatro están en su sitio.

6 comentarios:

Juan Rodríguez Millán dijo...

Sí señor, pocas cosas puede haber más bonitas que una liturgia así entre amigos. Y, fíjate, nunca he tenido algo así. Así que me has dado mucha envidia. Y si supieras la de tiempo que hace que no juego al futbolín... Con lo buen portero que era yo...

SisterBoy dijo...

Para banda sonora la de unos tipos que me ficharon cuando pasaba por allí para jugar al futbolín con ellos mientras uno tarareaba una canción de Bordon 4. Ay que mal lo pasé, tanto que decidí no llevar a cabo mi famoso tiro oblicuo (ese que rebota en la pared y se cuela en la portería contraria una de cada mil veces)

El Impenitente dijo...

Nosotros, si metemos un gol de rebote, hacemos como los tenistas cuando la bola da en la cinta y pasa quedándose muerta: pedir perdón. Y competimos por ver quién pide perdón de manera más hipócrita.

Sanfélix dijo...

Querido Alto Comisionado por la Sostenibilidad, Gestión y Consumo Medioambiental del Postre:

me lo apunto.

Viva D. Alejandro Finisterre, la vista cansada y cantar con los amigos.

El Impenitente dijo...

Y viva el Subsecretario Responsable de la Artificiosidad de la Sidra

Sanfélix dijo...

Viva siempre.
¡Y viva Honduras!