martes, 16 de noviembre de 2010

Me pareció escuchar el bramido del macho en celo

Los fines de semana solemos quedar temprano para correr. Los sábados aún se puede ver movimiento pero los domingos a esas horas sólo (con acento) se ven a ciclistas, a corredores y a borrachos o gente que vuelve de fiesta y todavía no se ha acostado. Si van solos estos últimos son inofensivos. Si van en grupo tampoco es que sean muy peligrosos pero siempre hay algún gracioso que dice tonterías a los deportistas y que los demás celebran y corean. Yo les deseo una piedra en el riñón a todos y cada uno de ellos y así solventamos el asunto quedando en paz y en armonía. Y ellos se van a su casa y yo también a la mía pero dando un rodeo muy largo.

El domingo pasado se celebró la Behobia San Sebastián y allí acudí por cuarto año consecutivo. No volveré a contar la que, para mí, es la mejor carrera del mundo mundial a pesar de que este año se olvidaron de cerrar el grifo y se dejaron la puerta abierta y así nos calamos hasta los huesos y durante la segunda mitad sopló fuerte el viento de cara. Parte del encanto de esta carrera consiste en que salida y meta no coinciden y que se sale de un país y se llega a otro (aunque alguno dirá que no). Para ir a la salida cada cual se las ingenia como puede siendo el medio más utilizado el tren también conocido como Topo. El tren siempre va lleno de corredores y suele ser un viaje muy agradable pues coincides con gente de muchas partes y vas charlando con unos y con otros. Este año han aumentado el censo hasta los veinte mil y el viaje en el tren fue insufrible. Íbamos completamente hacinados. Durante el trayecto comenté que aquel tren era la demostración de que la Ley de impenetrabilidad de los cuerpos sólidos está errada. Es imposible, de acuerdo con aquella ley, que cupiésemos todos los que cupimos en aquellos vagones. Se acabaron los chistes de un millón de chinos en una cabina de teléfonos. Quedan sustituidos por los chistes de los vagones que portaban atletas a Irún.

A las ocho y media habíamos quedado en la estación de Amara para coger el tren de las nueve menos cuarto. El andén ya estaba hasta arriba a aquella hora. Nos colocamos como pudimos y nos dedicamos a esperar a que llegase el tren. El andén de enfrente estaba completamente vacío. Dos chicas entraron en la estación. Tendrían unos dieciocho años. Venían muy bien vestidas aunque en su cara se veía que no habían dormido. Caminaban descalzas, con los zapatos en la mano. Eran muy monas. Y se dirigieron al andén de enfrente. Y empezaron a andar por él. Y no es la carrera pedestre un deporte donde la mujer esté muy incorporada. Alguna se ve pero siguen siendo una minoría minoritaria. Y así, al principio fueron murmullos. Luego gritos. Luego berridos. Luego alaridos. Y empecé a pensar que es la construcción quien cría la fama pero que allí todos cardan la lana. Pero luego pensé que, por una vez, y aunque fuese amparados en la masa, no eran los festeros quienes gritaban a los corredores sino que era a la inversa. Y como no soy de gritar pues no grité pero lo que no puedo negar es que en aquel momento comencé a sonreír.

9 comentarios:

Altosybajos dijo...

Habrá que empezar a pensar en un ranking de los más ingeniosos, ofensivos, graciosos, soeces...

Lanza el primero que recuerdes y estrujaremos nuestras meninges para calificarlo e igualarlo con otro no menos meritorio en otra categoría.

Enhorabuena por tu tiempo en carrera

Arual dijo...

Y qué tal quedaste en la carrera?

El Impenitente dijo...

Ya comenté que el tema de los piropos en la obra son una leyenda urbana. Casi siempre son gritos o berridos. Si he de lanzar uno, pues no sé. Me quedo con el balido de una oveja. Manchega, por supuesto.

¿Que cómo quedé? Pues en torno al seiscientos. Teniendo en cuenta que terminaron unos diecisiete mil quinientos pues se puede interpretar de cualquier manera. De todas formas yo estoy muy contento con mi carrera y con mi tiempo, y de eso se trata.

Anónimo dijo...

Vamos que el nivel de los corredores a esas horas de la mañana está al mismo que el de las lesbianas de Sevilla.
Que miedo.

Anónimo dijo...

...¿y no molaría más que en vez de emitir esos sonidos guturales balidos de oveja nos lanzasen directamente un queso?

Jaramiel

P.D. el "nos" ha sido por chulear un poco, porque me temo que hace tiempo que no me gritan lo de bonitas piernas, ¿a qué hora abren?
Cagüentó, cómo fastidia el paso del tiempo.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Convencido de que por allí andarías (mejor dicho, correrías), me acordé mucho de ti cuando vi en la prensa la que cayó, sí...

Muy agudos tus paréntesis... y tus razonamientos sobre el noble arte del piropo a grito pelado.

Y si la Ley de impenetrabilidad de los cuerpos sólidos está cerrada, ¿cómo es posible que siga habiendo futbolistas que intentan el regate por derribo...?

El Impenitente dijo...

Las lesbosas de Sevilla eran francotiradoras. Los corredores eran todo un batallón de infantería.

Jaramiel, tal vez, para reverdecer laureles, debieras empezar a correr. No hace mucho iba yo rodando y paró un coche a mi lado. Bajaron la ventanilla y me gritaron -Papi, estás bueno. Y el coche salió atacando. Igual si corres te tiran quesos manchegos con miel, membrillo y nueces.

La respuesta es fácil, Juan: porque cuando el futbolista que intenta el regate por derribo es del Real Madrid, el derribo no es derribo sino arte en movimiento y por tanto no ha de ser castigado sino premiado y ensalzado.

Slim dijo...

¿y no has ido a correr hoy a la media maraton aqui en valencia??

El Impenitente dijo...

No. Estaba en el secarral de concentración gastronómico etílica (yo voy, yo voy, yo voy). No pasa nada. De aquí a final de año hay una media cada fin de semana.