Muchos años estuve jugando al fútbol y al fútbol sala, y siempre lo comparé con una historia de amor. Nos quisimos a rabiar, compartimos infinidad de momentos, fuimos muy felices y, de repente y sin avisar, aquella novia me dejó. Me costó mucho aceptar aquel abandono. Me resistía a creer que se hubiese acabado. Era inconcebible. Y seguí insistiendo hasta que llegó un día en que las lágrimas me permitieron ver las estrellas y fui capaz de verme a mí mismo y comprobé que ya no tenía reflejos ninguno, que cualquier chaval me sacaba en carrera dos metros en diez, que necesitaba una plaza de toros para darme la vuelta, que empezaba a volverme marrullero, a usar malas artes, a sacar el codo, a meter el cuerpo. Y no. Muy digno dije adiós a mi antigua novia y pasé página.
Uno de los actos de las bodas de plata de la promoción del colegio consistió en un partido de fútbol sala. Ni se me pasó por la cabeza jugar. Esa misma mañana, con todo el lío del maratón, había hecho veinticuatro kilómetros, doce de ellos a ritmo de carrera y no estaba para sobreesfuerzos. No me llevé equipación ni nada. -¿Que no vas a jugar? –Que no. -¿Que tú, Carlos, tú, no vas a jugar a fútbol sala? –Que no. Y me acomodé a un lado, bien agarrado a la barandilla. Y empezó el partido. Y yo parecía a esos conductores experimentados que, en el asiento del copiloto, no paran de mover los pies pisando pedales imaginarios. Y trataba de charlar con los de al lado. Pero se me iban los ojos. Y se me iban los pies. En aquella pista fuimos campeones en COU. Y se escapó un balón. Y vino hacia mí. Podría haberlo dejado pasar. Podría haberlo devuelto con la mano, con el pie. Tal y como llegaba el balón me incorporé, acomodé el cuerpo, miré la escuadra de la portería y armé la pierna, esa pierna derecha que hizo palidecer de envidia al mismísimo Schuster. Mientras armaba la pierna me vi en el pabellón del secarral, en la final de Trofeo de la Virgen, solo frente al portero, cruzándole el balón, marcando el gol que sentenciaba la final, festejando aquel gol, abrazándome a los míos. Campeones. Y golpeé el balón. Y, afortunadamente, pasó tan cerca de la escuadra como de las Antillas Holandesas. Y me recosté en la barandilla, sonriendo con tristeza, pensando –qué pena, Car. Qué pena. Con lo que tú has sido. Con lo que tú has sido.
sábado, 6 de febrero de 2010
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15 comentarios:
Yo jugué por última vez el pasado 20 de agosto. Resultado: esguince de muñeca (soy portero, no es tan raro como para que dos médicos me miren como si fuera un marciano al decirles que me he hecho la lesión jugando al fútbol). Todavía estoy esperando que alguien me haga un partido homenaje para hacer el saque de honor.
Siento empatía absoluta con tus recuerdos. Sigo pensando que lo mejor que hice durante mis años universitarios fue ganar por dos años consecutivos la Liga interna de fútbol sala de la Facultad. Y eso que el primer año no pasamos ni a octavos de final. Qué grande fue aquello. Y el primer año hasta hicimos doblete. En el segundo nos lo robaron. De hecho, un compañero de clase que nos la tenía jurada porque les eliminamos en semifinales.
Coincido con el anterior, más que lo que cuentas, es el modo de narrarlo lo que lo hace atractivo.
Mi recuerdo más grato en esto del fútbol, fue en un torneo hará 5 años, jugando de portero. Recibí en mi área, driblé a 4 jugadores del Torrelodones (un torneo en Asturies), tiré de poco más allá de medio campo... y el balón, tan cerca de las Antillas Holandesas como de la escuadra.
Pero después de eso, me aplaudían cada acción.
¿Álex Maladroit o René Higuita?
En fútbol sala, entre el secarral, el colegio y mis múltiples años de universitario, tengo un palmarés que ni Casillas. En fútbol correremos un tupidísimo velo.
Vaya, vaya.
Por fin. Ya se sabe y es oficial.
¡Te llamas Carlos!
Ya era hora de que se destapara tu identidad secreta.
Igualito que Clark Kent o Peter Parker.
Ya te digo.
Ya comenté una vez que abandoné el futbol sala porque no me compensaban las lesiones, pero lo que he disfrutado dentro de una pista es imposible reflejarlo por escrito.
Ganar el torneo del instituto en COU no tiene mérito, erais los mayores. Nosotros lo ganamos en 2º derrotando en semis y en la final a los dos equipos de COU. En semis el gol de la victoria de un servidor, mi único buen recuerdo del instituto. La final en la tanda de penaltis.
Todo un detalle que le dediques el título de la entrada a Raul.
"Sisterboy eres la negación del fútbol". Así se dirigió a mí en cierta ocasión el capitán del equipo de futbol sala de 8ºB. Al menos el tipo era un filósofo.
Un fuerte abrazo de un amigo que se abrazaba contigo en el secarral celebrando los goles y casi tocando el techo del pabellón.
Coincido con Garraty en que es imposible reflejar por escrito lo que hemos disfrutado y sentido dentro de un campo de fútbol.
Sólo recordarlo emociona.
¿Me llamo Carlos? ¿Seguro?
Hablando de identidades secretas, ¿Francisco Carmona? ¿Seguro?
Y otra pregunta capciosa ¿tú crees que tengo superpoderes?
Paco, si es la primera vez que comentas, bienvenido. Y si no es la primera vez, bien hallado.
Y siguiendo con los interrogantes, ¿Raúl? ¿Quién es Raúl? De ese chiquito no me queda ni el recuerdo.
Cuando ganamos la liga de COU todos los equipos éramos de COU. Podría decir que fui el máximo goleador de aquel campeonato pero como soy muy modesto no lo digo.
Anónimo (me alegra mucho que te animes a comentar), lo que hemos disfrutado jugando, cómo lo hemos vivido y aquellos terceros tiempos tan gloriosos. Si hay algo que echo de menos es la liga de verano de fútbol sala.
Sisterboy, no hace falta que digas que terminaste jugando de portero.
No recuerdo el año que cursaba, pero sí que era durante la EGB que unas cuantas nos decidimos a apuntarnos a un deporte como extraescolar... por increible que parezca viniendo esto de mí, alias "pi sedentarius", y más increible todavía que se tratase de fútbol, por no decir que en aquel entonces, las extraescolares no costaban un duro, lo cual hace hoy en día la historia aun más inverosímil!
El caso es que de aquella experiencia recuerdo más bien poco, la memoria selectiva es sabia para según que trance. De hecho, no se ni si llegamos a finalizar la liga escolar, porque que yo recuerde, participé en un par o tres de partidos. Suficientes para tener pánico de enfrentarnos a una rival de otro colegio apodada "la patata", que era algo así como el símil de "La osa Azul" de million dollar baby, y que al parecer repartía patadas, codazos y hostias si era necesario en el campo de batalla, digo de juego. Lo que recuerdo es el triunfo de uno de los partidos, vitoreamos, lo celebramos, y nos alzamos ante la victoria al no presentarse nuestras contrincantes...
Y esta es toda mi exhaustiva experiencia en el maravilloso mundo de los deportes escolares.
El primer año que jugamos en la liga universitaria de fútbol sólo ganamos un partido y fue porque no se presentaron. Si hubiésemos perdido todos se habrían reído menos de nosotros.
Mira que no te veo yo jugando al fútbol.
Igualito que Raúl, corriendo y corriendo....
Me duele decir esto, pero tu padre sí que me vio jugar. Y mucho. Y es que eres demasiado joven.
Raúl, no. Juan Vizcaíno, sí.
Es curioso como el 80% de los muchachos de este pais, tenemos recuerdos de nuestro pasado futbolistico y cada uno con sus momentos de gloria y tambien de pena.
Sigue escribiendo por los caminos de la memoria.
Gracias
De nada, Cucumber. Y como abra la caja de los truenos de mis recuerdos futboleros esto sería monotemático.
La cuestión es jugar al fútbol sala como se juega al fútbol, cada uno en su posición y abandonarla lo justo, los movimientos son para los profesionales. Yo empecé jugando de lateral/ala y cuando vi que a la tercera carrera ya no podía con mi alma, me reconvertí en un más que solvente central/cierre.
Eso sí, el otro día estuvimos echando una pachanga después de un año y pico de inactividad y me planteé seriamente la reconversión en portero...
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