viernes, 15 de enero de 2010

No perdono a mi padre que no fuera rico

El gran argumento, por no llamarlo excusa, que siempre encontré para justificar mi pobreza es porque no vivo en los Estados Unidos en una casa con garaje. Yo no sé qué pasa por allí que cuando se juntaban unos cuantos melenudos gafotas con camisas con cuello de pico, pues nada, que si Microsoft, que si Apple, que si Google o que si todo Silicon Valley. Y la clave sin duda estaba en el garaje. Es allí donde seguro que coinciden una serie de ondas, hados y demás que dispara la creatividad y, por tanto, los activos. En el levante español esa coincidencia no se produce y me toca vender mi cuerpo y mi tiempo por una cantidad que apenas me garantiza un periodo muy limitado de subsistencia. Pobre pero honrado pero pobre.

Dentro de poco se repetirá en Valencia una competición náutica de, por lo visto, gran resonancia y enorme expectación. Se han tirado dos años y pico de pleitos y de jaleos para, al final, volver a la terreta. Es un mano a mano con catamaranes. Rita tiene preparados unos cuantos contenedores llenos de laca para soportar el trajín que se le avecina. Camps estrenará un montón de trajes, todos de factura impecable y todos, o casi todos, con factura.

Llevo más de un mes entrando y saliendo de la base de uno de los equipos, del defensor de la Copa, el que lleva la bandera de un país que no tiene mar. Teníamos que realizar una estructura y ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora espera y el veintinueve de diciembre, a las cinco y media de la tarde, adelante y que sepáis que el catamarán llega el día cinco y la estructura es imprescindible. Imposible. Esa palabra no existe. Imposible. Ya sabéis lo que tenéis que hacer.

No estuvo el cinco sino el doce. No pasó nada. La estructura soportó perfectamente la prueba de carga. El honor patrio quedó a salvo. Después de tantos meses de crisis volver a la tensión, a ver un taller trabajando a pleno rendimiento y estar en una obra de día y de noche, quedándome sin navidades, me resultó placentero. Ahora parece que fue un espejismo. Ya hemos retornado al sosiego desasosegante de la crisis. El teléfono ha vuelto a quedarse mudo.

Estos días que he pasado por allí pues me he fijado en todo lo que he podido. Allí hay una actividad febril. Aquello es un negocio fabuloso y hay mucha gente trabajando y trabajando muy duro. Y aquí es cuando me empecé a plantear que si soy pobre no es porque no tenga un garaje en los Estados Unidos ni, como me dijeron una vez, porque mi moreno no sea de rayos UVA. Si soy pobre es porque tengo mentalidad pobretona. Yo veo el trajín que se despliega, me hablan de las cifras que se generan, de la barbaridad de dinero que se mueve, veo que nadie te discute un precio porque lo que quieren son soluciones y el dinero es el menor de los problemas, te explican que aquello es un negocio para muchos donde todos ganan, incluido nosotros, y no dejo de pensar que no es más que una carrerita de barcos que van y vuelven y ya está y todo esto me parece inmoral, una inmoralidad fascinante, pues hay que ver lo que seduce y deslumbra el primer mundo, pero una inmoralidad. No voy a hacer demagogia fácil de lo que podría hacerse con ese dinero. No pido a nadie que me explique aquello de que el dinero en movimiento genera riqueza y puestos de trabajo y no sé qué más pues eso me lo sé. Hablo de mi sensación, de que soy pobre porque soy un pobretón, que nunca seré rico porque nadie se hace rico trabajando y aunque me lo expliquen, aunque lo entienda, aunque lo sepa, siempre me quedará la sensación de que todo esto es inmoral. Y luego me tragaré las regatas, y tomaré partido, y me acercaré al puerto a verlas (dudo mucho que me inviten con los VIP, por muchas horas que haya empleado allí) y las disfrutaré como disfruté en el dos mil siete. Pero…no. Seguiré siendo pobre. Y honrado. Y pobre.

6 comentarios:

Altosybajos dijo...

Así es chavalote, así es.
A unos les salva su moral religiosa pues así es por designio divino y a otros nos salva el tener amistades con quien comentarlo frente a unas cervezitas frescas.
A ver cuando quedamos frente a las citadas rubias para resignarnos a nuestra puta suerte y si antes hemos hecho unos kilometrillos mucho mejor.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Yo hace tiempo que abandoné esa contradicción de pensamiento porque por muy contradictorios que sean esos mis pensamientos ya sé que no voy a cambiar nada. Ya no veo pobre pero honrado (pero pobre). Ya me veo pobre y honrado. Y pobre. Cambias la conjunción y de repente estás en un mundo nuevo en el que cada pequeña cosa que haces te devuelve un poquitín de ilusión.

A ver si hay suerte y te suena el teléfono más a menudo...

El Impenitente dijo...

Lo de las cervezas cuando quieras. Y ganas tengo de que pase el maratón, volver a ser persona y hacer kilometrillos.

Que suene más el teléfono y que suene bien. Gracias, Juan.

Alex Maladroit dijo...

Muy bien reflexionado*, no imagino a Steve Jobs haciendo nada en la plaza de garaje de mis padres de 3m2, sería extraño.

Slim dijo...

para que quieres el dinero tu, si ya eres rico..en otras cosas!

te cuento que despues de unos dias de nervios ayer fuimos a elegir plaza. por fin tomamos posesion (que bien queda) el dia 1 de febrero. Yo me voy a quedar en la calle de la nave, aunque me cambio de sección (a una mejor). asi que estoy muy contenta.

en fin, que si necesitas algo, ya sabes donde encontrarme. me cambio dos mesas mas para adelante.

El Impenitente dijo...

¿Dos mesas más adelante? No sé yo si seré capaz de llegar. Igual me pierdo.

Me alegro mucho. Enhorabuena.