Supongo que les ocurrirá a todos, pero los corredores, cuando contamos nuestras peripecias, siempre las rodeamos de contratiempos y circunstancias que convierten nuestros logros en realmente épicos y que dejan en una excursión de domingueros la travesía de los Alpes de Aníbal, sus ejércitos y sus elefantes. Nosotros, venciendo molestias, lesiones y elementos, alcanzamos nuestros retos convirtiéndonos en verdaderos héroes que miramos con gravedad y rectitud al futuro sintiéndonos profundamente orgullosos de nosotros mismos. También puede ocurrir que nos echemos a llorar como Magdalenas y nos pasemos gimoteando horas y horas pero siempre desde una atalaya grandiosa, reservada únicamente a los elegidos. Nos cuesta, por tanto, muy poco el darle un barniz épico a nuestras carreras. Más que costarnos digamos que es obligatorio. Forma parte de nuestra naturaleza. Aunque una cosa es un barniz y otra cosa es que te tiren encima cincuenta metros cúbicos de épica. Eso ya es crueldad. Y de crueldad hablaremos.
Este domingo pasado se celebró la Behobia San Sebastián, que si no es la mejor carrera del mundo, tal vez sea la más bonita. Ya la conté en mi vida pretérita y, cada vez que vuelvo (y ya la he corrido tres veces) me reafirmo. Es un palizón, con el viaje, la estancia, la carrera y la vuelta, pero es un palizón precioso, maravilloso. Si no pasa nada volveré el próximo año. Y el siguiente. Y el siguiente. Y el siguiente. Y el siguiente.
El parte meteorológico para el día de la carrera no dejaba lugar a la duda: temporal. Viento muy fuerte del noroeste (teniendo en cuenta que se sale de Behobia y se llega a San Sebastián, eso supone llevarlo de cara), lluvia (que podría ser nieve o granizo) y una temperatura por debajo de los diez grados (esto era lo único bueno). ¿Sería motivo suficiente el temporal para suspender la carrera? El simple hecho de sugerirlo supondría que alguien respondería -¿qué pasa? ¿es que no tienes lo que hay que tener?- y, claro, en cuanto nos tocan el orgullo viril, mal vamos. Me callé pero, observando un poco, te das cuenta de que el mal tiempo no es un obstáculo donde la lluvia es habitual. Mucho me temo que los que vivimos en el levante feliz y primaveral somos un tanto blandengues.
El domingo por la mañana, antes de dirigirnos a la estación para coger el tren que nos llevase a la salida, nos acercamos a ver el mar. El Paseo Nuevo de San Sebastián estaba cortado. Las puertas de la parte vieja estaban protegidas por el riesgo de inundación. Y lo del mar…bueno. No puedo contarlo. Ver ese mar embravecido, esas olas, ese color, el ruido que hacía. Acostumbrado al charco del Mediterráneo, que en cuanto una ola supera los dos metros sale en los periódicos…yo qué sé. Lo pequeño que se puede llegar a sentir uno. La grandeza y la nimiedad. Lo absoluto y lo ridículo. Verdaderamente impresionante.
El parte meteorológico acertó. El viento, aunque racheado, era fortísimo. Llovía intermitentemente y por lo menos la temperatura era buena para correr. Por megafonía decían que de dieciocho mil quinientos inscritos habían recogido el dorsal quince mil. Ni por asomo se iba a suspender aquello.
Dieron la salida y poco antes de llegar al primer kilómetro sonó un trueno y cayó de repente un turbión de lluvia, viento y granizo que creía que nos llevaba por delante. No llegaría a dos minutos pero nos quedamos empapados. El viento racheado no paró en toda la carrera. La lluvia continuó siendo intermitente. Nos cayó otro turbión con su granizo correspondiente a la hora. Cuando crucé la meta vi a un tío que tenía los brazos levantados. Le miré y nos dimos un abrazo. Parecíamos dos supervivientes.
Lo fabuloso fue que, aunque menos que los dos años anteriores, había muchísima gente en la calle siguiendo la carrera, animando. Y el último kilómetro y medio sigue siendo espectacular, con todo ese gentío en Gros, en el Kursaal y en el Boulevard. El que no se emociona ahí o no tiene sentimientos o no tiene sentimientos. No hay otra.
Comentaba ayer con mis amigos climaterios que me resulta curioso que en estas carreras largas y, por tanto, duras, que se disputan con lluvia y con frío, a nadie se le haya ocurrido celebrar en la meta un campeonato de micropenes. Aunque casi mejor así.
Para volver salimos por Ondarreta para disfrutar de nuevo del espectáculo del mar. Y el viaje de vuelta también fue duro, con nieve al principio, mucho viento y el termómetro del coche sin pasar de seis grados. Y fue llegar a Valencia y, zas, quince grados. Qué bien se está en el levante feliz y primaveral. Se está a gusto siendo un blandengue.
martes, 10 de noviembre de 2009
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14 comentarios:
¿Behobia beodo? Pregunta a A. y dile que tengo un dilema.
Dile a A. que ya he resuelto el dilema
¿Sería, acaso, tu anterior entrada una premonición de lo que podía ocurrirte en esta carrera?. ¿Pretendías quedar en paz con tus deudos y amigos antes de que el temporal se te llevara por delante?. ¿O eran ambas, esta y aquella, meros juegos florales para no hablar del pre y post derbi del sábado?. Dejaremos el tema porque todos tenemos un muerto que ocultar bajo la cama o en Alcorcón.
No hace falta que tiñas de épica tus gloriosas azañas para que te admiremos, ya lo hacemos. De hecho mi mujer me ha dicho que si no quito tu foto de la mesilla de noche se divorcia, ¿conoces un buen abogado?. Y no has dicho nada de la marca que hiciste.
En cuanto al concurso de micropenes reconozco que tras mi primer maratón me llevé un buen susto. Menos mal que todo vuelve a su posición original (que tampoco es para echar cohetes).
Por lo que he leído, de blandengue nada y de épico todo. Dicen que ha sido la edición más dura de toda la Historia por el tiempo que os hizo. Enhorabuena.
...y que conste que me sigues dando envidia por el paisaje, por los pintxos y por todo, je, je, je...
vale, azaña (sin h): presidente de la República. Hazaña (con h): gesta heróica. Me refería a la segunda. Me habrá traicionado el subconsciente.
No eres el único que me ha hablado de la dureza de la carrera del domingo... valiente que eres un valiente!!
Buff y que bien se está con los 15º de la zona del Delta del Ebro!
No existe un buen abogado, Garraty. Todos son perversos.
No pensaba escribir sobre la Behobia sino que tenía intención de contar con pelos y señales la paliza que os íbamos a meter en el Calderón. Hube de improvisar.
Y me alegro que me preguntes por mi marca. Nunca había bajado de uno veinte y, a pesar del vendaval, hice uno diecisiete. Sigo fino.
Pensaba decirte que por muy progre sentimental que seas y aunque tu paraíso esté en la república, hazaña era con h pero ya he visto que has rectificado.
¿La más dura de la historia? Vaya. Mola.
yo queria una foto de los pinchos...
El año que viene. Te lo prometo.
Tuvimos cierta polémica. Estábamos cuatro. Uno de ellos, oriundo donostiarra, decía que la Parte Vieja de San Sebastián estaba perdiendo su esencia, que cada vez más era una caricatura de sí misma, que los pinchos eran cada vez más relamidos y más elaborados, todo más orientado a los turistas y a los franceses. Otro defendía que eso se llama evolución y que las tascas con el suelo de serrín serán entrañables pero que ya no proceden. Los otros dos no hablábamos. Bastante teníamos con nuestro chacolí y nuestros pinchos. Estábamos en la gloria.
Debe ser mi memoria, que me falla, pero creo recordar que, por Valencia, cuando llueve se crean buenas inundaciones, claro que al igual es más un problema de alcantarillado y no tanto de cantidad de agua caída, no se... Lo de temporales de viento y tal no se.. pero por Vinarós, por lo menos, les pega fuerte, al menos así me informan mis corresponsales particulares en el lugar... Con lo que de blandengues tampoco es cierto... Hay que tener valor y coraje para enfrentarse a los guiris y no tan guiris que habitan en temporada por lugares tipo Lloret de Mar etc...
Hoy he estado en Vinaroz subido en la azotea de su Palacio de Justicia.
En Valencia el ochenta por cien de la lluvia del año cae en una semana. Y de viento no vamos mal servidos (los de la Copa del América parece ser que vuelven por aquí). Pero es muy raro que haga mal tiempo dos días seguidos. Y como se le ocurra llover durante tres días consecutivos estamos todos de una mala leche tremenda. Cuando la lluvia no es habitual la lluvia es un problema.
Y por aquí la peor de las plagas no son los guiris sino los madrileños.
Ya me he apuntado a la San Silvestre... Iras tu, ¿no?
Sí, claro. Ya me inscribí ayer.
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