El autobús está parado en el andén de la estación. La salida será inminente. Una muchacha de veintipocos años, muy grandona ella, con media melena rubia rizada, un tanto obesa y no excesivamente agraciada está sentada en su asiento. Recibe un mensaje en el móvil. Lo lee. El mensaje, en jerga esemesera, decía lo siguiente: ha sido un fin de semana inolvidable, mi amor. No sabes cuánto me gustaría tenerte ahora entre mis brazos. La muchacha se levanta. Va hacia la puerta. Se asoma. Al fondo otra muchacha, que podría ser sosias suya, la mira. Sonríe. Se acerca a la puerta del autobús. Baja. Se abrazan con mucha ternura. Se besan. Se ríen. Lloran. Vuelve a subir al autobús. Se despiden a través del cristal. Forman corazones con sus manos. Besan los corazones. El autobús arranca.
Suena una melodía que bien podría ser merengue o bachata o vallenato. Una sudamericana treintañera larga, rotunda, de rompe y rasga, muy ceñida y completamente curvilínea y voluptuosa que está sentada en el penúltimo asiento del autobús coge su móvil y descuelga. Aló. Sí. A las ocho y media. Jajajá. Estás borracho. Jajajá. Jajajá. ¿Que quieres verme? ¿Para qué? ¿Sólo para verme? Jajajá. Jajajá. Sigue tomando, si quieres. Sigue tomando. A las nueve y media espero estar ya en mi cuarto. Si quieres verme, ven. Pero si quieres verme sólo para verme, mejor que no vengas. Jajajá. Jajajá. Eso es cosa tuya. Chao.
-A mí quien me preocupa es el Pechuga. Y es que se veía venir.
El Pechuga. Tiene un garito que no le funciona muy bien. Trabaja además de pintor. Dos amigas suyas comentan sus desventuras por teléfono. Una de ellas viaja en la última fila de un autobús. El Pechuga está enamorado de la Elena. Y la Elena le da carrete, pero no está enamorada de él. Y el Pechuga está ilusionado. Y la del autobús ya le advirtió. Porque a la Elena quien de verdad le gusta es el David. Y la otra noche la Elena dijo que estaba cansada y se sentía mal y se fue pronto a casa, y eso que aquella noche libraba y no tenía que trabajar. Y el Pechuga tuvo que cerrar pronto el garito porque no había nadie y vio el coche de el David cerca de casa de la Elena. Y a la mañana siguiente el Pechuga madrugó para ir a trabajar y el coche de el David ya no estaba donde estaba. Y el Pechuga estaba triste. –Que no, Pechuga, que no va a ser lo que te piensas. Pero sí va a ser lo que él piensa. Porque se veía venir, Pechuga. Se veía venir.
No siento gran simpatía por el móvil. En mi caso suele ser vehículo de disgustos y de follones. Y mucho tiempo hacía que no viajaba en autobús. Pero no pensaba que un trayecto Madrid Valencia podía ser tan entretenido gracias a los móviles. A lo mejor repito, sólo que la próxima vez no creo que me lleve ningún libro. Para qué.
lunes, 26 de octubre de 2009
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15 comentarios:
Dios aprieta pero no ahoga, dio al hombre el móvil pero también el mp3.
A mí de el pechuga lo que realmente me preocupa es el sobrenombre...
Tanto facebook y tanto internet, ¡hombre ya! como viajar en transporte público no hay nada. Uno se hace eco de las vidas ajenas y lo mejor de todo es que encima pasamos desapercibidos (eso si no eres quien está voceando)
También es divertido imaginarse la vida de quienes están sentados a tu alrededor compartiendo trayecto durante un tiempo, simplemente desde la observación.
Cuando viajo en tren suele vivir cosas similares, pero no sólo con el móvil. Las conversaciones cara a cara también dan mucho juego. ¿La gente ya no valora la intimidad?
Tampoco le tengo yo demasiado aprecio a ese aparatejo, no creas, pero tuve que ceder cuando me di cuenta de que los que tenían móvil ya no sabían vivir con quienes no lo teníamos...
A mí me encantaría saber por qué le llamaban El Pechuga. Me quedé con las ganas de preguntárselo.
Lo de imaginarse la vida de los de alrededor es la especialidad de mi madre. Con sólo ver a alguien pestañear ya sabe si es huérfano, viudo, rico venido a menos, si tiene cáncer o está al borde del suicidio. Por supuesto siempre algo calamitoso, si no no tendría gracia.
El caso es que, sin móvil, quedábamos con la gente y llegábamos a los sitios. Y se trabajaba sin el móvil. Se vivía a otro ritmo. No era todo tan inmediato. Una semana no era mucho. Ahora, con el móvil y el correo electrónico, una hora es una eternidad. Y no sigo escribiendo que parezco un abuelo contando batallitas. Aunque tal vez sea un abuelo.
No tengo mp3 aunque no dudo que sea un gran invento pues fui un gran usuario de los walkman y si aquellos trastos eran fabulosos, los mp3 deben de ser la bomba. Aunque, por aquello de ser un abuelo, soy nostálgico del vinilo, intercambiar discos en clase, dejar caer la aguja sobre el disco, la cara A, la cara B, las portadas, el interior.
Y para cuando los jóvenes usuarios de las nuevas tecnologías las recuerden con nostalgia, hablarán del messenger, el facebook, la wii y tantas otras cosas más, con la misma intensidad con la que tú hablas del vinilo. Y no vale argumentar con eso de que "ya, pero no es lo mismo", porque si así fuera, si se vivía mejor sin todas esas comodidades, ¿Porqué no quedarnos como en la época en la que se vivía en las cavernas?
Yo no puedo imaginarme viviendo como en la edad media, teniendo que ir a lavar la ropa al río, bueno, eso todavía lo hacía mi abuela..., así que pienso que habrá quien en un futuro, no pueda imaginarse poder vivir sin el Ipod.
No se porque le deben llamar El pechuga, pero de lo que estoy segura, y dándole vueltas al tema, es que fijo va a tener que apechugar. ;)
Ayer viajé en tren pero tenía a mi jefe al lado dandome la brasa todo el tiempo, ahora me estoy dando cuenta de la cantidad de cosas interesantes que me perdí...
yo la última vez que viajé en autobus sólo me entere de las vidas de tres abuelas que venian de Gandía a Zaragoza. Y cuando entrábamos en la estación Delicias todavia estábamos en 1978!
Hombre, en la época en que no existían ni el mp3 ni el teléfono móvil tampoco vivíamos tan mal. Había agua corriente en los pisos y luz eléctrica. También existían lavadoras y frigoríficos. Y en la televisión ponían "Cheers" y "Canción triste de Hill street". El Atleti incluso ganaba algo y yo tenia veinte años.
El tren, no sé por qué, es más frío, menos arrabalero. Tendrá que ver con el precio, supongo.
¿No te dieron ganas de volverte hasta Gandía para ver el final de la historia?
pues noooo!tenia la cabeza como un bombo!!
no te quejes que al menos el atletico ha ganado su partido de copa, no como otros!
Nos estamos desviando del tema principal, a saber, si al Pechuga le da por hacer footing en Pamplona los mozos que lo vean enrollarán el periódico y le cantarán a San Fermin.
Digo yo que no le llamarán Pechuga por su estilizada figura, pero ya le vale a la Elena y, sobretodo, al David que, además, seguro que es amigo suyo. Para que joda más.
No sé como pretendes leer en el autobús. Yo sólo depensarlo me mareo.
Comparto la afición de observar a la gente e imaginar sus vidas. Es fascinante.
El tema principal es Alcorcón y sus futbolistas, grandes jugadores y mejores personas.
Mucho he leído y menos he estudiado en los autobuses. Eso de tener novia en Madrid me obligó a hacer unos cuantos kilómetros.
Garraty, ahí les has dado, lo más importante de esta historia es la Elena y el David, que c...., pobre pechuga,porque todos son amigos, y cuando el David se lió con la Elena no tuvo en cuenta los sentimientos del pechuga que deben ser muy profundos por lo que pudimos entender, y porque su nombre te hace imaginar un torso descomunal, un anillaco en el meñique y un pendiente, pero sobre todo a una persona uy sensible.
Y tatuajes. Seguro que lleva un pollo tatuado. De ahí su apodo.
Yo creo que el David amigo amigo no es del Pechuga. La Elena sí, de siempre. De más. El Pechuga está enamorado y ella le considera "el amigo". Cuando ve que él está muy pesado ella se muestra displicente y suelta carrete. Cuando ve que el Pechuga se distancia y se pone tontorrón con otra la Elena le come la oreja y le dice que él siempre ha estado, que tal vez ella no ha sido justa y el Pechuga vuelve a babear y a creer que tal vez, que por qué no.
Pero el Pechuga lleva un aro en la oreja. Y el David lleva pendientes de brillantes como Beckham o Cristiano Ronaldo. Y, claro. Contra eso no se pude luchar. El David es mucho David.
Y el Pechuga madruga para trabajar mientras el David, seguro, se pasa las noches de fiesta, con o sin la Elena.
¿Para cuando la beatificación del Pechuga?
Con los años la Elena se dará cuenta de que le convenía haberse quedado con el Pechuga, porqué aunque se casó con el David, él no cambió como ella pensó que cambiaría (todas lo piensan) y con los años la dejo tirada con la hipoteca y los niños, mientras el se apuntaba voluntario a "juerguistas sin fronteras".
Y el Pechuga, que se casó con una santa mujer a la que no quería, la ve pasar todos los días camino del trabajo y se acuerda de los viejos tiempos y la sigue viendo guapa, a pesar de los años. En el fondo el Pechuga es un romántico y por eso no se ha borrado el tatuaje en forma de corazón con una "E" en el centro, a pesar de que su mujer se llama Angustias.
La Elena se fue a vivir con el David. El Pechuga se sintió el hombre más desgraciado del mundo. Pensó que estaba arruinado sentimentalmente, que jamás levantaría cabeza. Entonces conoció a Angustias Patria Querida. Y empezó a llorar en su hombro. Y se sintió reconfortado. Y se sintió mejor. Y se enamoró. Y se casaron.
La Elena era desdichada. "Juerguistas sin fronteras" acaparaba todo el tiempo de el David. Y era duro ver como el Pechuga levantaba cabeza. Fue a verlo. Le dijo que se había equivocado eligiendo al David, que él era su verdadero amor, que ahora lo veía, que estaba arrepentida. El Pechuga la miró, la dijo que tenía la sensación que ella no había hecho otra cosa durante toda su vida que reírse de él y la mandó a tomar por el serete por tiempos.
La Elena entró en una espiral descendente y ahora malvive trabajando como gorrilla. El Pechuga prosperó con su negocio de pintura y ahora dirige desde su yate con el que recorre el mundo un holding empresarial con sede en el Rockefeller Center. La Angustias acompaña siempre a el Pechuga. El David murió ahogado en su propio vómito.
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