jueves, 23 de julio de 2009

Retén

Voy a rescatar una vieja entrada poloscosa, ahora que estamos en verano y, por tanto, en alerta multicolor por riesgo de incendios forestales, que contaba mi experiencia como retén.

Hice la mili en el año noventa y tres, en Artillería, cerca de Valencia. Era el Furriel de la batería. Mi cometido, entre otros, consistía en organizar y asignar los servicios a realizar: guardias, imaginarias, cocinas, escribientes, etc. Llegó agosto y se declaró un incendio en Benicarló. Y fuimos movilizados. Me tocó designar a los componentes del retén y me apunté yo también. Nunca fui demasiado listo y me dejé llevar por el ansia de ser útil y de tener experiencias. Nada que no haría cualquier pardillo que se precie. Tocaron diana a la una de la mañana y, entre formar, novedades y demás, el convoy salió a las dos. No sé cuál será la distancia exacta entre Paterna y Benicarló, pero habrá sobre ciento veinticinco o ciento cincuenta kilómetros. Llegamos a las siete. Cada mil metros un camión se averiaba. La operatividad del ejército español, siempre ejemplar.

Una vez en Benicarló, nos dieron de desayunar y nos sentamos a esperar a los de Icona (entonces se llamaban así) que llegaron a las ocho. Repartieron picos, palas, azadones y rastrillos y nos encomendaron la misión de ir apagando rescoldos y haciendo pequeños cortafuegos. No era un bosque precisamente lo que estaba ardiendo, sino matorral y monte bajo. No hacía aire y sí mucho calor. Llegaron también los hidroaviones, que son los que realmente apagan los incendios, comenzaron a tirar agua y allá que nos fuimos los componentes del ejercito movilizado.

Mandaba el retén un capitán que, rápidamente, se pegó al jefe de los de Icona y le empezó a mortificar contándole su amplia experiencia apagando fuegos y dirigiendo operativos de esta índole. El jefe de Icona lo miró con gravedad y le dijo -efectivamente, se ve que usted es un hombre experimentado en estas lides. El capitán, con el ego ya satisfecho, pensó entonces qué narices pinto yo aquí ya y se dedicó a racanear, a renegar y a escaquearse. Si el mando flaquea, la tropa para qué contar. Es más, trabajar hubiese sido considerado como un desaire, como una afrenta a la cadena de mando. Si entre los cien tíos que fuimos dimos quinientos golpes de apero al suelo, muchos son. La verdad es que, mientras los hidroaviones tirasen agua y no se levantase el aire, allí no había nada que temer.

Sobre las dos, y sin habernos encontrado ningún submarinista muerto entre los rescoldos del incendio, decidieron que ya habíamos terminado con nuestra misión de alto riesgo y elevado valor ecológico y solidario y nos dieron el rancho que comimos tirados en el suelo. Los mandos, pues siempre hubo clases, se fueron a un restaurante y aparecieron a las cinco con una cogorza encima que no podían ni hablar. Partimos entonces hasta Paterna en un viaje de vuelta que apenas tuvo novedades. Sólo duró cuatro horas. No está mal.

Por eso, cada vez que llega esta época y comienzan los incendios y dicen aquello de "ante la alarmante situación ha sido necesaria la movilización del ejército" yo me echo a temblar y rezo todo lo que me sé pensando en aquella ardilla que se cruzaba la península sin bajar de los árboles. Pobre ardilla, lo descansada que estará ahora gracias a las mestas, a los especuladores, a los pirómanos y a la inefable aportación del ejército español.

3 comentarios:

SisterBoy dijo...

Yo serví en infanteria pero mi cometido principal era poner las primitivas a la peña de oficiales.

Curiosamente también se declaró un incendio mientres estuve en el cuartel pero no me presenté voluntario, bastantes años antes había sido también testigo presencial del incendio de la Gomera que mató a veinte personas incluyendo una a la que conocía bien. En los pueblos esas cosas se recuerdan hasta el fin de los tiempos así que no quise darle un disgusto a mi madre.

Me gustaría creer que ahora que la cosa es profesional estos asuntos se tratan con más seriedad. Espero que así sea.

Arual dijo...

Uno de los coordinadores jefe de los bomberos de Tarragona que han trabajado en el incendio de Horta de Sant Joan es el mejor amigo de mi jefe y según me ha contado éste parece que la cosa está muy organizada y es professional aunque viendo los resultados no sé yo qué pensar. En cualquier caso el fuego es algo muy serio que dudo mucho que pueda controlar el hombre jamás.

Slim dijo...

espero que como decis la cosa haya cambiado desde entonces. desde luego este
chico de aqui

no parece que este de paseo precisamente.

desde luego está siendo una pena. en horta de sant joan estuvieron mis hijas de campamentos el verano pasado, una chulada de sitio. y no digamos teruel como está, y tantos otros sitios...